SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

República catalana

UPyD llevó al Pleno del Congreso la conducta del Gobierno ante el espejismo independentista de Cataluña, mientras ardía la plaza Maidán de Kiev y retiraban los muertos resultado de la última fantasía nacionalista.

En el Congreso no hablaban de los ángeles, como en Constantinopla. En su enrevesada retórica discutían el rechazo al plan soberanista de Cataluña. El diputado Bosch, republicano, insistía en su intención de votar el 9 de noviembre. Pero ya no dicen las mismas cosas los de ERC que los Convergència. Irene Lozano, diputada de UPyD, me comenta: «Esta tarde los nacionalistas están nerviosos. Ven que si los partidos españoles, que no españolistas -PP, PSOE y UPyD- se ponen de acuerdo, se les va a acabar el Estatuto de privilegios».

República catalana, suspiran los de ERC. ¡Pero si ya fue proclamada dos veces (en 1641, por Pau Clarís; en 1931, por Macià ) y no hubo nada después, ni antes! Ni con la Primera ni con la Segunda República.

Estamos condenados a conllevarnos. Incluso la derecha y el Trono intentaron comprender los anhelos nacionalistas. Menéndez y Pelayo, después de tomarse un carajillo ante la reina María Cristina en los jocs florals de 1888, exaltó el talento catalán y elogió el idioma que había hecho estremecer las piedras de la «Sagrada Acrópolis», después de agradecer que una Reina de España escuchara los bellos acentos de un idioma ni forastero, ni exótico. Entonces, después y ahora fue imposible una república catalana que partía del folclore provenzalista. Lo ha dicho en el Corriere della Sera el embajador de España en Roma: «El reino de Cataluña nunca existió como tal». Y la República siempre duró unos meses.

«Querido amigo: en dos años verás el abrazo. Cuando Mariano dice que está dispuesto a moverse y a dialogar, cuando los ricos dicen lo mismo, es que ya se está negociando», me asegura un catalán-madrileño de la corte de Arturo. Hay que ayudarle a volver atrás, a salir del enredo donde se ha metido.

He ahí dos efigies, la del Rey y la de Mas. A pesar de la cursilería de los elefantes, del cortejo con Corinna y de la golfería del yerno, aún hoy, al Rey de España se le pone al teléfono cualquier figura del mundo, mientras a Mas no se le pone ni el jefe de Andorra por si le hablan de dinero negro. La República se aleja.

Sin embargo, mis amigos republicanos insisten: «En las elecciones europeas va a haber un plan de ajuste contra el bipartidismo. El bipartidismo es también la Corona, casi rota. Cada vez hay más republicanos».

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