Repercusiones del ataque norteamericano sobre Siria

El bombardeo estaba diseñado para lanzar un mensaje fuerte, un sonoro puñetazo contra el régimen de Al Assad, pero al mismo tiempo reduciendo al mínimo el riesgo de represalias de Rusia.

Cualquier intervención militar norteamericana en Siria tiene un elevado riesgo de desencadenar un estallido de nefastas consecuencias para la paz mundial. Muchos han atribuído este ataque al carácter impetuoso e insensato de Donald Trump. Nada más lejos de la realidad. El bombardeo -calculadamente contenido y limitado- forma parte de la estrategia norteamericana. Se trata de una ofensiva táctica que lanza una potente advertencia a los rivales de EEUU: «Somos la única superpotencia. Nuestro poder militar no tiene parangón. No nos vamos a retirar de la región».

En los días anteriores al ataque, la prensa norteamericana o europea opuesta a la presidencia de Trump ha vuelto a cargar contra su “carácter imprevisible y veleidoso”. «Una intervención militar no se puede anunciar a golpe de tuits» han clamado. Pero la actuación de la Casa Blanca bombardeando de forma contenida al régimen de bachar Al Assad sigue a una calculada línea de actuación internacional que se corresponde con la visión y los intereses de la superpotencia y de su clase dominante que representa el equipo de cuadros que Trump encabeza. No son tuits impulsivos. Es pura estrategia.

Se trata de una ofensiva parcial, dentro del marco de su declive estratégico. Los EEUU de Trump demuestran que -como superpotencia que son- tienen capacidad para lanzar ofensivas simultáneas en varios terrenos a la vez: un inicio de guerra comercial contra China y la UE, una ofensiva en América Latina contra los gobiernos progresistas…

Un ataque contenido, una clara advertencia

Encender una cerilla en un polvorín es una invitación al desastre. El ataque de la administración Trump sobre Siria supone un salto en la tensión de una de las zonas geopolíticamente más sensibles del mundo, donde además de las fuerzas de Al Assad confluyen tropas sobre el terreno de Rusia e Irán, junto a las de Turquía, EEUU, Arabia Saudí, Israel… Un estallido en esta zona tiene un elevado riesgo de desencadenar una conflagración descontrolada de nefastas consecuencias para la paz mundial. Especialmente peligrosa es la eventualidad de un choque -deliberado o accidental- entre Washington y Moscú.

Durante los días previos al ataque, las bravatas de Trump fueron moderadas por su propio secretario de Defensa, el general James Mattis, que mostrándose mucho más cauto dijo: «un ataque puede desencadenar una escalada fuera de control en el mayor polvorín de Oriente Próximo. Una de mis mayores preocupaciones es evitarlo”.

Por eso, el ataque con 103 misiles Tomahawk lanzado por EEUU -con el apoyo de Reino Unido y Francia- se caracteriza por haber sido calculadamente contenido y limitado. Ha sido anunciado durante días, dando tiempo a que el régimen de Bachar Al Assad evacuara sus principales bases y resguardara su aviación y sus recursos militares en las bases rusas. Los misiles han golpeado tres objetivos, todos ellos supuestamente relacionados con la fabricación de armas químicas: un centro de investigación científica a las afueras de Damasco y dos instalaciones al oeste de Homs. No ha habido víctimas mortales, ni militares ni civiles; ni sirias, ni rusas, ni iraníes. Las instalaciones militares de Rusia o Irán no han sido amenazadas ni afectadas.

Nada que ver con el ataque de 2017, en el que EEUU lanzó 59 misiles Tomahawk contra la base aérea de Shayrat (Homs) y destruyó de una tacada el 20% de la fuerza aérea siria. El ataque norteamericano ha tenido cuidado de no desencadenar una reacción en cadena en la zona, y de no rozar a las fuerzas rusas.

Tampoco ha afectado significativamente a la capacidad militar del régimen sirio. De hecho, horas después del ataque norteamericano, las tropas de Al Assad tomaban el control completo de Duma, centro del bastión opositor de Guta Oriental a las afueras de Damasco, culminando una operación que consolida el dominio gubernamental sobre el centro del país.

El ataque en sí mismo no erosiona lo más mínimo el creciente control del país por el eje Damasco-Moscú-Teherán. No cambia en absoluto la correlación de fuerzas en Siria, no varía en nada el curso de una guerra que fue desencadenada en 2011 por Obama para derribar el régimen de Bachar Al Assad y remodelar el mapa de Oriente Medio. Una guerra que hace tiempo que EEUU da por perdida.

Los 103 misiles tenían una misión diferente. El bombardeo estaba diseñado para lanzar un mensaje fuerte, un sonoro puñetazo contra el régimen de Al Assad, pero al mismo tiempo reduciendo al mínimo el riesgo de represalias de Rusia (y secundariamente de Irán).

El mensaje es una amenazadora y elocuente advertencia. «Somos la única superpotencia. Estamos en Oriente Medio, no nos vamos a retirar de la zona, vamos a seguir siendo una fuerza clave. Y no lo olviden: nuestro poder militar no tiene parangón. Ninguno de ustedes puede resistir si empleamos nuestra capacidad bélica a fondo».

El bombardeo de advertencia está en plena concordancia con los pasos dados por Trump en su primer año de presidencia, en los que ha elevado a cifras récord el gasto del Pentágono, llegando hasta los 686.000 millones de dólares, una cantidad que multiplica por 4 el presupuesto de China y por 10 lo que se gasta Rusia. Solamente el aumento del presupuesto militar norteamericano para 2019 -más de 74.000 millones de dólares (subiendo el 13,5% respecto al presupuesto militar de 2018)- es casi una vez y media lo que invierte al año Rusia en su potente maquinaria bélica. No hay comparación posible -en las cifras globales del plano militar- entre Washington y Moscú.«La actuación de la Casa Blanca bombardeando de forma contenida Siria sigue a una calculada línea de actuación internacional que se corresponde con la visión y los intereses de la superpotencia.»

Pero Trump no solo gasta “billions & billions” en la caldera militar. Además está dispuesto a usar el músculo del Pentágono para que la superpotencia recupere credibilidad marcial frente a enemigos y rivales geoestratégicos. “Nuestro objetivo es lograr una disuasión fuerte”, ha dicho varias veces estos días. “EEUU tiene que volver a ganar guerras”, dijo hace un año. Para ello hay que estar dispuesto a cumplir las amenazas con demostraciones espectaculares de fuerza. La frontera de Afganistán todavía tiembla ante el lanzamiento el año pasado del MOAB (la»Madre de Todas las Bombas») la mayor bomba del arsenal no nuclear del Pentágono.

Con el bombardeo sobre Siria -selectivo, limitado, avisado, escenificado y preparado… pero tremendamente destructivo y preciso- La Casa Blanca ha dado un golpe encima de la mesa, ha sacado los dientes para que las otras potencias -Rusia e Irán, principalmente, pero también China o incluso Corea del Norte- los vean, grandes y afilados.

El ataque también sirve al hegemonismo norteamericano para disciplinar y encuadrar a sus vasallos de la OTAN, poniendo firmes a los aliados de la OTAN en lo que están llamados a hacer en los próximos años: defender el diseño estratégico del Pentágono en Oriente Medio, mientras EEUU traslada el grueso de sus fuerzas a Asia-Pacífico.

Sin embargo, a pesar del carácter limitado del ataque, ninguna chispa es lo suficientemente controlada frente a un barril de gasolina. El ataque agudiza todas las tensiones en la zona y multiplica la posibilidad de que salte una llama incontrolada -entre Israel e Irán, o entre chiíes y suníes- que termine de hacer explotar el enorme polvorín de Oriente Próximo.

Cautela en el Kremlin y en Teherán.

Tras la caída de los misiles norteamericanos, el mundo entero ha contenido la respiración esperando la respuesta del Kremlin. Pero más allá de la retórica y las advertencias -«el ataque tendrá consecuencias», «tiene un impacto devastador en todo el sistema de relaciones internacionales, la historia pondrá todo en su lugar”, ha dicho Putin- lo cierto es que la respuesta rusa es tan contenida y limitada como lo ha sido el bombardeo. Putin ha condenado la ofensiva pero ha evitado alusiones a reacciones rusas. Al menos de momento (Putin es de los que se las guardan) el Kremlin parece querer contribuir a que se bajen las aguas.«El bombardeo estaba diseñado para lanzar un mensaje fuerte, un sonoro puñetazo contra el régimen de Al Assad, pero al mismo tiempo reduciendo al mínimo el riesgo de represalias de Rusia».

Los rusos han encajado un golpe calculado que les fue avisado anticipadamente durante días. Replegaron sus fuerzas y las señalizaron, advirtiendo a Washington de su localización. Y se han cuidado de no mostrar sus cartas. Pese a las advertencias de que utilizarían sus sofisticados sistemas antiaéreos S-400 para derribar los proyectiles de EEUU y sus aliados, lo cierto es que renunciaron a medir las fuerzas con los «lindos, nuevos e inteligentes» misiles de Trump.

Tampoco Irán o sus aliados de Hezbolá (la milicia chií libanesa, que también apoya con hombres sobre el terreno, al régimen sirio) ha reaccionado más allá de la habitual condena y de la retórica antiyanqui. Tanto Moscú como Teherán han señalado que el ataque “tendrá consecuencias”, pero su respuesta es tibia y no busca emprender el camino de la espiral de provocaciones.

La cuña turca

Sin embargo, el bombardeo selectivo de Washington ha tenido un efecto observable en uno de los vectores geopolíticos más sensibles en Siria: la Turquía de Erdogan.

En el último año, a pesar de todos los llamamientos de Washington para restablecer los dañados lazos con Ankara -muy deteriorados tras el fallido golpe de Estado de 2015, de inequívoco diseño made in USA- la Turquía de Erdogan ha seguido alejándose más y más de la órbita norteamericana, al tiempo que estrechaba relaciones con Rusia e Irán. Turquía, un jugador regional cada vez más autónomo, interviene en Siria de acuerdo a sus propios intereses. A pesar de ser un país de la OTAN, ha invadido el norte del país combatiendo a sangre y fuego a las milicias kurdas enemigas de Al Assad y armadas por EEUU. Sin embargo, la enemistad entre Erdogan y Al Assad es antigua y profunda.

El ataque contenido del Pentágono ha abierto una fisura en la alianza de Turquía con Rusia e irán. Al contrario que la condena de Moscú y Teherán al bombardeo, Ankara ha aplaudido el ataque, ya que ha cumplido con los márgenes que le interesaban: un golpe contra Assad pero sin llegar a la escalada bélica que pueda poner en riesgo sus posiciones en Siria.

De momento, esa cuña en el acercamiento entre Putin y Erdogan es apenas incipiente. Pero a buen seguro que Washington intentará agrandarla.

China: llamamiento a la calma y recelos de las «razones» norteamericanas.

La posición de China ante Siria es bien conocida, y no ha variado sustancialmente en estos 7 años de guerra. «La soberanía, la independencia, la unidad y la integridad territorial de Siria deben ser respetadas», dice Pekín, que ha criticado frontalmente el bombardeo norteamericano. «Adoptar unilateralmente una acción militar eludiendo el Consejo de Seguridad es inconsistente con los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas y va en contra de las normas del derecho internacional», sostienen las autoridades chinas, convencidas de que no existe una solución militar al problema sirio y que la única salida es un acuerdo político.

Pero además, China ha mostrado serias dudas respecto a las razones occidentales para iniciar esta operación de castigo. «El gobierno sirio ha subrayado en repetidas ocasiones que no necesitaba usar armas químicas para capturar la ciudad de la Duma y que el uso de estas armas proporcionaba una excusa para la intervención occidental», dice el Global Times, órgano del PCC. Por el contrario, dice el portal, «EEUU tiene un récord de lanzar guerras por motivos engañosos. El gobierno de Bush afirmó que el régimen de Saddam poseía armas químicas antes de que las tropas de la coalición estadounidense-británica invadieran Irak en 2003. Sin embargo, las fuerzas de la coalición no encontraron lo que llamaron armas de destrucción masiva. Tanto Washington como Londres admitieron después que las pruebas de su inteligencia eran falsas»

2 comentarios sobre “Repercusiones del ataque norteamericano sobre Siria”

  • Tibio, Flojo, Timorato, Pareciera un articulo del washington post o algún panfleto propagandístico de la OTAN. palabras como regimen y demás, tan usadas por la propaganda occidental. para esto ojeo el mundo o el abc. lamentable

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