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Relaciones con AL y EEUU en segundo mandato de Rousseff

La reelección de Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), significa la reafirmación de los proyectos de integración en Suramérica y la continuidad de una política externa basada en los principios de respeto a la soberanía e igualdad de las naciones en el ámbito internacional.

El mantenimiento del PT en el gobierno del mayor país latinoamericano representa, además, un escenario de mayor estabilidad en el cuadro geopolítico de la región, donde el equilibrio entre gobiernos de centroizquierda y de cuño neoliberal debe permanecer.

Como anticipó en su campaña electoral, Rousseff mantendrá una política externa regida por la prioridad dada a la alianza con países emergentes, en especial con sus socios del Mercado Común del Sur (Mercosur) -Argentina, Paraguay, Uruguay y Venezuela- y de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).

La relación entre Brasil y Argentina, su principal socio en el Mercosur, no atraviesa su mejor momento debido a los problemas financieros en el país vecino, que afectaron el comercio bilateral, menguado a causa del bajo crecimiento económico en los dos países.

En declaraciones poco antes de la segunda vuelta, Rousseff se opuso categóricamente a las propuestas de la oposición de reducir el papel del Mercosur y priorizar la relación con los países desarrollados.

«Nuestra relación con el Mercosur y América Latina, hay gente diciendo que es ideológica. Pero 80 por ciento de lo que exportamos en mercaderías con valor agregado es para América Latina. Acabar con el Mercosur sería dar un tiro en el propio pie», enfatizó.

También se prevé que se mantenga la importancia dada a las relaciones Sur-Sur, en especial al grupo BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-, y a la cooperación con los países africanos, manteniendo al mismo tiempo relaciones amistosas con los países desarrollados.

En el primer mandato de Rousseff, Brasil obtuvo importantes triunfos diplomáticos, alcanzando puestos inéditos en los organismos internacionales.

El ex ministro José Graziano fue electo director de Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), el ex ministro Paulo Vannuchi para integrar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y el embajador Roberto Azevedo para dirigir la Organización Mundial de Comercio (OMC).

La relación con Estados Unidos, sin embargo, se vio seriamente afectada por las denuncias de que la propia Rousseff, sus principales colaboradores y la petrolera estatal Petrobras fueron objeto de espionaje por la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).

Tras la divulgación de documentos obtenidos por el ex agente de inteligencia Edward Snowden a mediados de 2013, las relaciones bilaterales sufrieron la mayor crisis de las últimas décadas.

Rousseff decidió cancelar una visita de Estado a Washington prevista para octubre de 2013 por considerar insatisfactorias las explicaciones recibidas del gobierno de Barack Obama con relación a las denuncias de espionaje.

La líder brasileña realizó luego un duro discurso en las Naciones Unidas acusando al programa de espionaje de Estados Unidos de «ilegal y antidemocrático, por violar el Derecho Internacional, los derechos humanos, la soberanía de los países y las libertades civiles».

A pesar de repetidas gestiones para normalizar la relación, el gobierno brasileño continúa insatisfecho con las explicaciones dadas hasta el momento sobre el episodio.

En la última Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en septiembre pasado, una nueva divergencia con Estados Unidos fue expresada por la mandataria, quien criticó los ataques impulsados por Washington en Irak y Siria sin un previo apoyo de la comunidad internacional.

Siguiendo la tradición diplomática brasileña, Rousseff puntualizó que el uso de la fuerza, unilateral y sin autorización del Consejo de Seguridad daña el Derecho Internacional.

La presidenta recordó ejemplos recientes que, bajo el pretexto de combatir el terrorismo, produjeron efectos diametralmente opuestos.

La expectativa es que en los próximos sean retomadas las negociaciones para aproximar a los dos gobiernos, que mantienen relaciones regulares en el ámbito comercial.

El mes pasado, inclusive, Brasilia y Washington anunciaron la solución de un antiguo diferendo con relación a los subsidios norteamericanos al algodón, llegando a un acuerdo después de un conflicto que se arrastraba por más de una década.

En respuesta a quienes abogan una alianza con países más ricos y dejar en segundo plano las relaciones Sur-Sur, Rousseff reafirmó que reafirmará una política externa «de igual para igual» con las grandes potencias.

Para la mandataria, Brasil tiene un papel de responsabilidad con relación a los países latinoamericanos que debe ser asumido y respetado.

«Mi propuesta es que nunca volvamos las espaldas para América Latina y sólo miremos a Estados Unidos y la Unión Europea. Eso no da buen resultado», subrayó.

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