La OTAN y la Casa Blanca anuncian el enví­o de tropas y funcionarios

Refuerzos para Afganistán

«La situación en Afganistán no debe invitar necesariamente al pesimismo, aunque el progreso que se está haciendo es desigual», dijo ayer el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, de visita en Kabul. Pero a juzgar por los refuerzos que a continuación afirmó que necesita la Alianza -4000 nuevos soldados-, que se suman al refuerzo de 18.000 tropas anunciado por el Pentágono, junto al batallón de funcionarios y diplomáticos que Washington se dispone a enviar, parece que EEUU tiene prisa por estabilizar la situación en el paí­s centroasiático antes de las elecciones de Agosto.

En rueda de rensa junto al presidente afgano, Jamid Kharzai, de Hoop Scheffer dijo ayer que es necesario el despliegue de otros cuatro batallones de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) para garantizar la preparación y la celebración de los comicios presidenciales de agosto en Afganistán, y cifró la cantidad de nuevos soldados en 4000 unidades. "Aunque ya hemos visto una aportación principalmente estadounidense y de otras naciones, necesitamos más tropas", dijo el Secretario General de la OTAN, que hizo un esbozo de la situación: "En el norte y el oeste hay estabilidad e incluso en el este la situación está mejorando, mientras que en el sur (donde los talibanes tienen sus principales bastiones) todavía hay muchos retos". Sin embargo la degeneración de la situación no es ningún secreto. Los talibanes son los dueños del terreno en el sur, pero sus atentados llegan hasta la capital, y hasta en nueve regiones la inestabilidad aumenta semana a semana. Las declaraciones del dirigente de la Alianza se complementan con los esfuerzos norteamericanos para contener la deriva hacia el caos en la que está embarcada el país. Obama ha autorizado el envío de 18.000 soldados más a Afganistán, para reforzar a los cerca de 36.000 efectivos estadounidenses que ya se encuentran allí desplegados. La Casa Blanca busca trasladar a Afganistán los recursos que se empleaban en la guerra en Irak, después de acometer una salida ordenada del país árabe. En la actualidad, las fuerzas de ISAF, formadas por 41 países y dirigidas por la OTAN, tienen desplegados en Afganistán unos 56.000 militares, que junto a las fuerzas norteamericanas dan cerca de 100.000 hombres. Pero la estrategia norteamericana no pasa sólo por la reconquista y la derrota militar de los talibanes, sino por apuntalar un gobierno visto por la población como una prolongación del poder del invasor. Obama ha hecho mucho hincapié en “ganarse el corazón de los afganos” y dotar al régimen de Karzai de cierto viso de legitimidad democrática. Por eso el presidente afgano puede decir tranquilamente, delante del secretario de la OTAN que Afganistán "no es un Estado títere", y que "las cuestiones de gobierno y de Estado son tarea del pueblo afgano. La Casa Blanca prepara el envío de centenares de funcionarios civiles, también de departamentos como Agricultura o Justicia, como parte de la nueva estrategia que Washington ha diseñado para Afganistán. La mejora de la seguridad en el sur “permitiría una mayor presencia de civiles estadounidenses, que concentrarían sus tareas en el desarrollo agrícola, de las autoridades locales y del Estado de derecho”, han dicho portavoces norteamericanos. Dicho con otras palabras menos eufemísticas, Washington –al tiempo que necesita ganar la batalla militar- busca consolidar y profundizar los vínculos orgánicos, internos que mantiene en los aparatos del Estado afgano, surgido tras la invasión de 2001. Reforzar y potenciar los mecanismos de control interno en las instituciones es una de las necesidades para ganar la batalla de Afganistán. Pero aminorar el descontento de las miserables y hastiadas masas afganas –que ante las brutalidades de los ocupantes se echan progresivamente en brazos de los talibanes- es otra de las condiciones para clavar firmemente las garras en un país que ha derrotado a dos imperios –el británico y el soviético-. Obama, al contrario que Bush, no sólo piensa en el poder duro –el brazo militar, imprescindible para la superpotencia-. El nuevo presidente y su equipo comprenden también lo importante que es el poder blando –la capacidad para imponer cultura, hábitos, costumbres, una ideología, y para que los habitantes dejen de percibir a los ocupantes como una amenaza- para conquistar las naciones de la Tierra.

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