Música

Raphael: la virtud de lo histriónico

Aún hoy en dí­a siguen rabiando los que no pueden soportar que un artista como Raphael arrase sin poder explicarse por qué. Aunque se resistan es imposible que nieguen el éxito, aunque lo hagan con la boca pequeña y matizando lo que «ha significado durante demasiado tiempo» o incluso: la España cañí­ – «la esencia de aquella España rancia, carca, torera y de un folclorismo que atufaba a naftalina» -, la que provoca urticaria y ha servido para ocultar kilos de arte como el de Raphael, en boca de especialistas de la falsa progresí­a.

Existe una segunda vía ara hablar de él sin dejar de rebajarlo: su edad. Que si se conserva muy bien, que si qué energía tiene, a sus años, lo que aguanta… el verdadero vendaval es sustituido por “el aguante de jubilado en una verbena en Benidorm”. Inaguantable. Raphael es directamente el culpable de la existencia del disco de Uranio. Después de 50 millones de discos vendidos con su “Raphael: ayer, hoy y siempre” tuvieron que inventarse un premio pues no existía ninguno que contemplara esa cantidad de ventas. Ha recibido 350 discos de oro y 50 de platino.Un cantante camaleónico, de vitalidad aplastante y maestro de la más amplia capacidad expresiva propia: absorbe la atención como si todo el escenario se inclinara señalándole. El pasado 26 de junio en Las Ventas congregó a más de 9.000 personas, inmortalizando el concierto con un DVD que, seguro, será éxito en ventas. La pedantería condescendiente de alguna de las crónicas no hace sino pensar que todavía existen dispuestos a “manchar” aquello que no se entiende: la realidad tiene que acomodarse a sus cabezas. Y es que Raphael es una auténtica apisonadora allí por donde pasa. Pese a que recorten sus fotos de amigos permanentemente, Raphael reúne a Bono, la Infanta, Sabrina, Bisbal, Serrat, Alaska, Bunbury, Miguel Bosé, Dani Martín, Ana Torroja, Ana Belén, Victor Manuel… Como aquellos programas nocturnos de La 1 y los sketch de “Matrimonios” que han arrasado en audiencia sin que algunos sectores de la “progresía” puedan explicárselo más que cargando sobre las espaldas del público apelativos que más bien les caracterizan a ellos. No se trata de desentrañar, ni mucho menos, a que se debe el enorme éxito de Raphael, sino de quitarse el sombrero ante un artista incombustible, capaz de moverse a través del tiempo como pez en el agua, que se atreve a recomponerse sin perder lo que es él y la esencia reconocible más hispana… el “porque me da la gana”. Además de actuar siempre “a pelo”, sin servirse de artificios ni efectos que distorsionen una calidad vocal característica y una textura de música ligera que, como ha pasado con la copla, perdura sin marchitarse. Lo histriónico es una virtud en tiempos de falsa corrección política y artística.

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