SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Rajoy ya sabe que Bruselas no le dará tregua

LA JORNADA de ayer no fue cómoda para el Gobierno. Cuando parecía que España había cumplido las exigencias de la UE, aprobando en 15 días las reformas financiera y laboral, llegó un nuevo sobresalto desde Bruselas. A mediodía, la agencia Reuters difundió una información -citando fuentes anónimas de la Comisión- en la que se aseguraba que el Gobierno español había inflado la cifra de déficit público hasta el 8% con el objetivo de que los resultados de este año parecieran mejores. A nadie se le oculta la gravedad que para la credibilidad de Mariano Rajoy y de España en su conjunto hubiera tenido la noticia de ser cierta. A las pocas horas, Bruselas desmintió «categóricamente que la Comisión albergue duda alguna sobre las cifras españolas de déficit».No hay duda de que la diplomacia española debió emplearse a fondo durante todo el día para que el portavoz de la Comisión saliera a la palestra, sobre todo porque la noticia falsa había corrido como la pólvora. Esta escaramuza no tendría mayor relevancia si no fuera porque fue acompañada de otras circunstancias preocupantes. Para empezar, y aunque no habrá multa por parte de Bruselas, España es uno de los tres países que peores resultados obtiene -junto a Chipre y Portugal- en el análisis de desequilibrios macroeconómicos. Suspendemos en desempleo, deuda pública, deuda privada, cuota de mercado de las exportaciones y balance por cuenta corriente.Pero más inquietante para un Gobierno como el español, que presumía de mayor complicidad y coordinación con los socios europeos que el de Zapatero, es la presión reiterada ayer por el comisario de Economía para que el déficit de este año no supere el 4,4%. Olli Rehn metió «prisa» a Rajoy para aprobar los Presupuestos, previstos para finales de marzo. Las palabras del comisario contribuyeron a la sospecha -incluida en el malicioso despacho de Reuters- de que el Gobierno está esperando a esa fecha para no perjudicar el resultado electoral del PP en Andalucía. Dicho sea de paso, esto le daría la razón a Rubalcaba, cuya principal acusación contra el presidente en el último pleno del Congreso fue precisamente ésta.Muchos españoles se pueden preguntar, con razón, cómo es posible que la UE insista en dar otra vuelta de tuerca al Gobierno, a pesar de que Rajoy ha dado muestras de ser un socio fiable y de que la oposición le acusa precisamente de obedecer todas las instrucciones europeas sin rechistar. Hay que aclarar en este punto que la Comisión libra un pulso casi histórico con los gobiernos para imponer su autoridad frente al Consejo Europeo, órgano que, a la postre, es el que toma las decisiones políticas. El Gobierno español, en este sentido, devuelve la pelota a Bruselas, ya que la posición oficial es que los Presupuestos están pendientes de la previsión europea de déficit, que no se espera hasta finales de febrero.Nos encontramos, ciertamente, ante situaciones desconcertantes en las que es legítimo interrogarse sobre la seriedad y el rigor de la gestión de esta grave crisis por parte de las autoridades europeas. Con la circunstancia agravante de que España, en este momento, necesita a Europa para salir del atolladero. Sin embargo, mal haría el Gobierno en atribuir lo sucedido ayer a una campaña de un presunto enemigo exterior. En las últimas semanas se había extendido la idea de que la UE sería flexible con el cumplimiento de las obligaciones de déficit. Olli Rehn no parece dispuesto a dar tregua, pese a que pasar del 8% al 4,4% supondría, un ajuste tan brutal que dejaría exhausto al país. «La credibilidad de España no puede ponerse en entredicho», aseguró, ofendida, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría. Habrá que librar ese pulso con Bruselas. Pero Rajoy ya sabe que la credibilidad de un país no depende sólo de que cambie el Gobierno.

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