SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Rajoy y su Gobierno juegan al zapaterismo

El concepto de banalidad política en España se verbaliza como zapaterismo, que consistió en una forma de gobernar inconsistente, contradictoria, excéntrica e imprevisible. Por eso, Zapatero no sólo hundió su propia reputación, sino también la del PSOE que tan suicidamente apoyó la irresponsabilidad de su secretario general y presidente del Gobierno entre 2004 y 2011. El 20 de noviembre pasado el electorado español le proporcionó a Rajoy y al PP una mayoría absoluta (con menos de 11 millones de sufragios) para que diese carpetazo a esa forma de gestionar los asuntos públicos y devolviese la solvencia al ejercicio de la política. Obviamente, los ciudadanos sabían que un gobierno del PP no dispondría de facultades taumatúrgicas para solucionar las fechorías políticas y económicas de la época de Zapatero, pero es seguro que jamás esperaron que tanto Rajoy como su gabinete se comportasen de forma tan parecida, tan próxima, tan peligrosamente irresponsable a la que se trataba de liquidar en los comicios generales. Por desgracia, gravísimos episodios protagonizados por este Ejecutivo, su presidente y su partido nos remiten al zapaterismo que se creyó superado (…)

Es propio de los políticos indecisos y de aquellos a los que les superan los problemas caer en una especie de perplejidad paralizante. Se refugian en la quietud esperando que deus ex machina les resuelva el problema. Tienden a imaginar, también, que los problemas no albergan la gravedad objetiva que se les atribuye por los medios de comunicación o que la ciudadanía expresa en las encuestas. Suelen resolver los conflictos con expresiones coloquiales que apelan al sentido común y a conceptos pedestres. Se abstienen de ejercer el principio de autoridad porque temen más sus consecuencias que las del problema que resolvería su ejercicio. Imaginan que están puestos en el cargo para cubrir esfuerzos normales y de dimensión accesible, pero no para adoptar decisiones extraordinarias. Carecen de percepción estadista porque no se consideran concernidos por la épica que reclama para la política las situaciones de crisis. Son zapateristas que fustigan a Zapatero pero se terminan comportando como él. Forman, en definitiva, parte del problema y no de la solución. Y Rajoy encastillado en su introspección personal y en su esoterismo conductual, sigue siendo la viva imagen del hombre que transfiere sus problemas y responsabilidades a la instancia de la eternidad. Eso es zapaterismo, para entendernos. Mientras, en la calle Génova nº 13 de Madrid se escucha el eco hasta de las pisadas. Fuesen todos al Gobierno -o a Toledo- y no hubo nada. O sea, desolador.

Deja una respuesta