SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Rajoy rechaza los pactos y huye de Cataluña

Rajoy no quiere hacer nada fuera de su monotemático guión (de reducir el déficit) y menos aún si se trata de decisiones políticas más o menos comprometidas. Por ello se niega a pactar con los otros partidos de la oposición con la cantinela falsa de que él no quiere regresar a políticas del pasado. Como se niega a poner en marcha un plan de choque contra el paro; bajar los impuestos; a una profunda reforma de la Administración y la Constitución; y a coger por el ronzal el burro encabritado del independentismo de Cataluña.

El que ayer, y tras la suspensión por el Tribunal Constitucional de la declaración sobre la soberanía aprobada por el Parlamento de Cataluña, se dedicó a dar coces con un nuevo desafío: creando una Comisión de dicha Cámara autonómica para el seguimiento de los preparativos del referéndum de autodeterminación, que es ilegal. De esta manera que el Gobierno de la Generalitat (que no para de crear organismos independentistas) y el Parlamento de Cataluña no solo desafían al Estado y se salen de la legalidad sino que lo hacen con fondos públicos, lo que a todas luces constituye un delito de malversación.

Estamos ante otro nuevo desafío al Estado liderado por Artur Mas y apoyado por el PSC de Pere Navarro, que vuelve a las andadas haciendo lo contrario de lo que pregona. Y todo ello en medio de una rocambolesca sesión del Parlament, en la que el dirigente de ERC Junqueras rodó por las escaleras y se hizo un chichón, y la primera dirigente del PP catalán, Alicia Sánchez Camacho, acusó al Parlament de ‘desacato y deslealtad’ a la Constitución, porque consideraba que la aprobación de dicha Comisión emanaba de la declaración de soberanía suspendida por el Constitucional.

Duras palabras de la dirigente catalana del PP catalán que nada le habrán gustado a Mariano Rajoy porque ellas le obligan a entrar de lleno en el debate catalán, cosa que le causa pavor como ya lo viene demostrando desde la Diada de septiembre de 2012 y en todos y cada uno de los desplantes de Artur Mas al Estado y a la legalidad. Por ello, lo más que hará Rajoy, ante la escalada de los desafíos catalanes, será enviar la mencionada aprobación de la Comisión de seguimiento del referéndum de autodeterminación también al Constitucional, lavándose las manos como Pilatos. Y evitando el cuerpo a cuerpo en un acto de cobardía política que ya veremos a donde lo lleva porque al final, y tras ponerse decenas de veces amarillo, se tendrá que poner una vez rojo y tomar las más drásticas decisiones para frenar la locura catalana y reponer en ese territorio la legalidad.

Rajoy se resistirá en todo momento a cuerpo a cuerpo político con Artur Mas esperando que el catalán se cueza a fuego lento en su propia salsa. Si Rajoy no se atreve a dar un puñetazo encima de la mesa de su partido, donde Esperanza Aguirre (ahora en campaña contra los impuestos del Gobierno) y otros barones se le suben a las barbas, pues imposible imaginar a un Rajoy dando la cara en Cataluña.

En el resto de la vida política le pasa lo mismo. Y ayer dio una nueva lección en el debate del Parlamento nacional en relación con las reformas y las previsiones económicas del Gobierno. Una vez más -un lapsus le hizo presentarse como líder de la oposición, al iniciar su réplica diciendo ‘señor presidente del Gobierno…’- Rajoy volvió a utilizar el tiempo de Zapatero como escudo de sus errores e indecisiones, y se negó a aceptar pactos con los partidos de la oposición que reclamaban, empezando por el jefe del PSOE Rubalcaba, una gran acuerdo nacional contra la crisis económica e institucional, que parece razonable como ahora se evidencia en Cataluña.

Pero Rajoy, sin decir verdad, asegura que él no acepta políticas del pasado negándose a escuchar a otros y sin anunciar que está dispuesto a recibir a los líderes políticos en la Moncloa, como ya ha convocado a la patronal y los sindicatos. El presidente sigue en sus trece y con el monotema del ajuste del déficit público, lo que adorna diciendo que primero hay que arreglar los desequilibrios (déficit, deuda, sistema financiero, inflación, balanza de pagos y comercial, etc) y que lo del crecimiento y el paro vendrán por sí solos a partir de 2016 como si estuviéramos ante un fatalismo que es imposible de remediar. Negándose, por ejemplo, a buscar un plan de choque contra del paro de aquí al final de la legislatura. La que Rajoy ha convertido en un ‘agujero’ negro y una pérdida de un tiempo precioso que se debería de aprovechar.

Pero la soberbia de Rajoy -a la que se añade el odio personal que le tiene a Rubalcaba por el cierre de campaña electoral en 2004, y el desprecio que le procesa a Rosa Díez, a la que ve como dañina adversaria del PP- es casi tan grande como su miedo a la política. Y por ello se queda en la resignación con el discurso de que aquí no hay nada que hacer hasta 2016, aunque pregona que empiezan a verse resultados, otra vez la cantinela de los brotes verdes en un país que cabalga hacia los siete millones de parados y que parece renunciar a dar la batalla, a la espera de lo que venga de Europa porque muy poco o nada se espera que pueda arreglarse aquí.

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