Rajoy abandona la foto del No a Todo

«El pasado 27 de mayo el Congreso de los Diputados aprobó la reducción del salario de los funcionarios y la congelación de las pensiones por un solo voto de diferencia. La jornada a punto estuvo de ser, de verdad, memorable. El euro podí­a haber saltado por los aires. El voto de los populares colocó al Gobierno al borde del precipicio. Los teléfonos echaron humo en los principales despachos de Madrid y Barcelona. Rajoy recibió aquel dí­a una llamada del banquero Emilio Botí­n que no finalizó con el de Pontevedra en posición de firmes, colocó al Gobierno contra las cuerdas, subrayó el momento frágil de José Luis Rodrí­guez Zapatero y envió señales de interesada complicidad con el denso malhumor de los damnificados.»

Ahora busca la comlicidad de la gente tranquila que idealiza el pacto como signo de una modernidad española en peligro. El PP también está girando. El martes se abstuvo, el jueves pactó con el ministro de Industria y ayer Rajoy envió señales de apertura. El PP quiere liderar el gran disgusto, pero también desea seducir a la gente tranquila que idealiza el consenso. Acosar y pactar. No es una geometría fácil. Aldo Moro consiguió ponerle nombre a tan difícil de empeño: "Las paralelas convergentes". Esa finura es imposible en España, pero Rajoy, galaico, es capaz de imaginarla. Duran Lleida deberá perfeccionar las convergencias paralelas. (LA VANGUARDIA) EL MUNDO.- Mariano Rajoy presentó ayer la alternativa económica del Partido Popular con la que quiere gobernar a partir de 2012. Una propuesta que ha nacido tras una jornada de reflexión y debate de la cúpula del PP con reconocidos expertos en economía que se celebró el jueves en Madrid. Después de escuchar a Rajoy, se puede decir que el presidente del PP tiene muy claro qué hay que hacer en la economía española, pero debe esforzarse en contar cómo va a llevar a cabo esas reformas, que en conjunto van bien orientadas a solucionar los males -coyunturales y estructurales- de la economía CINCO DÍAS.- Rajoy no estuvo a la altura de las expectativas que su comparecencia había despertado. Se esperaba que diese detalles de sus alternativas económicas para encarar la crisis y responder de paso al PSOE y al Gobierno que le acusan de carecer de propuestas concretas. Pero el líder de la oposición se limitó a desvelar unas pocas novedades y se centró más en apuntar las debilidades de la economía que en presentar soluciones para atajarlas. La reforma laboral fue la más clamorosa de las ausencias Opinión. La Vanguardia Paralelas que convergen Enric Juliana Mariano Rajoy quiere abandonar la foto del 27 de mayo. La foto del No a Todo. La imagen más característica del álbum del Partido Popular. El pasado 27 de mayo –la fecha no es fácil de recordar dada la actual acumulación de momentos históricos, ajustes drásticos, rectificaciones, giros, volantazos, cambios de rasante y de dirección, pulsos que no tiemblan, consejos de sabios y obediencias debidas al Directorio Europeo– el Congreso de los Diputados aprobó la reducción del salario de los funcionarios y la congelación de las pensiones, a modo de preámbulo del Plan de Estabilización 2010-11. Y lo hizo por un solo voto de diferencia. La jornada a punto estuvo de ser, de verdad, memorable. El euro podía haber saltado por los aires como moneda común de germánicos y latinos. El voto negativo de los populares y de los nacionalistas vascos colocó al Gobierno al borde del precipicio. Los teléfonos echaron humo en los principales despachos de Madrid y Barcelona. Rajoy recibió aquel día una llamada del banquero Emilio Botín que no finalizó con el de Pontevedra en posición de firmes. El cuerpo, las encuestas y los análisis sociológicos de Pedro Arriola le pedían votar no, y así lo hizo, convencido de que los nacionalistas catalanes acabarían desplegando la red de seguridad. Y así fue. Desde aquel día, Josep Antoni Duran Lleida es el político de moda en Madrid y en algunas cafeterías del barrio de Salamanca se comenta que, gracias a Dios, los catalanes han recuperado el seny (pronúnciese seni).Todo son respetos para CiU ("lástima que tengan esos arrebatos nacionalistas"); boceto para mucha gente tranquila de un Partido Centrista Español que jamás existirá. Rajoy colocó al Gobierno contra las cuerdas, subrayó el momento frágil de José Luis Rodríguez Zapatero y envió señales de interesada complicidad con el denso malhumor de los damnificados, no en vano funcionarios y pensionistas suman 13 millones de personas en España. Se colocó al frente del disgusto social y ahora busca la complicidad de la gente tranquila que idealiza el pacto como signo de una modernidad española en peligro. El PP, por lo tanto, también está girando. El martes se abstuvo en la primera validación de la reforma laboral, el jueves pactó con el ministro de Industria la inmediata paralización de la subida del recibo de la luz (a cambio de una negociación sobre el modelo energético que podría desembocar en el relanzamiento de la energía nuclear) y ayer Rajoy, en magna conferencia, envió señales de apertura a una cierta concordia nacional, aun rechazando el gobierno de gran coalición que auguraba la portada de Abc. El desayuno en el hotel Ritz fue un éxito de público, aunque siempre habrá quien escriba que faltaron los capitanes generales de las finanzas. No es el momento. La fase todavía es de tanteo y Rajoy parece empeñado en mostrarse algo distante de los grandes despachos (le dijo que no a Botín y el frenazo a la subida de la luz ha irritado a las eléctricas). El PP quiere liderar el gran disgusto, sin contemplaciones, pero también desea seducir a la gente tranquila que idealiza el consenso. Acosar y pactar. No es una geometría fácil. Aldo Moro, el críptico líder de la Democracia Cristiana italiana asesinado en 1978 por las Brigadas Rojas, consiguió ponerle nombre a tan difícil de empeño: "Las paralelas convergentes". Esa finura es imposible en España, pero Rajoy, galaico, es capaz de imaginarla. Duran Lleida deberá perfeccionar las convergencias paralelas. LA VANGUARDIA. 26-6-2010 Editorial. El Mundo La hora de que Rajoy concrete sus propuestas MARIANO RAJOY presentó ayer la alternativa económica del Partido Popular con la que, en principio, quiere gobernar a partir de 2012. Una propuesta que ha nacido tras una jornada de reflexión y debate de la cúpula del PP con reconocidos expertos en economía que se celebró el jueves en Madrid. Después de escuchar a Rajoy, se puede decir que el presidente del PP tiene muy claro qué hay que hacer en la economía española, pero debe esforzarse en contar cómo va a llevar a cabo esas reformas, que en conjunto van bien orientadas a solucionar los males -coyunturales y estructurales- de la economía. Rajoy propuso siete campos de actuación, desde la reforma de las cajas de ahorros hasta la de las administraciones públicas pasando por un nuevo modelo energético o cambios impositivos. En general, la música suena bien, a la espera de conocer la letra. Por ejemplo, Rajoy habló ayer de una «rebaja selectiva de impuestos» -IVA y Sociedades- para determinados sectores empresariales y dijo que no era partidario de subir el impuesto al ahorro. Esa rebaja de impuestos a las pymes o en sectores clave de la economía española, como el turismo, tiene todo el sentido para dinamizar la actividad, pero para hacer creíble su propuesta, el líder del PP debería explicar su repercusión en las finanzas públicas, sobre todo si tenemos en cuenta que incluso los gobiernos más liberales -el último ha sido el de David Cameron en el Reino Unido- no han tenido más remedio que subir impuestos como solución de emergencia contra el déficit público. Rajoy se refirió también a la reforma laboral y, tras calificar de «parches de dudosa eficacia» la que acaba de aprobar el Congreso, abogó por la necesidad de una «regulación clara, sencilla y aplicable de la extinción de los contratos». El PP está en lo cierto y esta indefinición puede llevar al fracaso la reforma tal y como salió el martes del Parlamento, pero también se echa de menos su propuesta concreta para remediar esta importante carencia del decreto ley. Como ocurre en el tema de la negociación colectiva, al hablar de que «hoy tiene más sentido una negociación entre empresarios y trabajadores dentro de la empresa». ¿Cómo se llevarán a la práctica esas conversaciones bilaterales en cientos de miles de microempresas españolas? Rajoy sí aportó ayer una novedad significativa al hablar de la formación profesional: propuso que cada trabajador tenga registrado en la Seguridad Social su itinerario formativo para poder identificar de forma inmediata la formación recibida. Quizá donde el presidente del PP se excedió un tanto fue en su intención de «constitucionalizar los principios de estabilidad presupuestaria»; en otras palabras, regular en la Constitución el límite de déficit público en que puede incurrir el Gobierno. Primero, porque la Constitución está para regular derechos y el control del déficit es una cuestión de buen gobierno, pero también una opción política; segundo, porque si en 32 años nadie ha conseguido tocar una coma de la Carta Magna, es muy difícil que se consiga para esto y tercero, porque basta con una Ley de Estabilidad Presupuestaria que se cumpla de verdad y que no pueda ser puenteada por ningún Gobierno. Se podría argumentar que el PP hace bien en no descubrir sus cartas ante las próximas elecciones, pero las propuestas que ayer explicó Rajoy se refieren a asuntos de vital importancia que el Gobierno, los partidos y los agentes sociales están negociando actualmente y por eso, al principal partido de la oposición se le puede requerir que presente ya a los ciudadanos las medidas concretas para ayudar al país a poner los cimientos de un crecimiento estable cuando llegue la recuperación. EL MUNDO. 26-6-2010 Editorial. Cinco Días Rajoy revela a medias su alternativa económica Mariano Rajoy, el presidente del PP, propuso el viernes en una conferencia en Madrid modificar la Constitución para establecer límites al déficit y al endeudamiento público. Emula así a su correligionaria alemana Angela Merkel, que ya lo ha aprobado, y al francés Nicolas Sarkozy, que lo planea, y supone llevar a sus últimas consecuencias el planteamiento estricto que ya recogía la Ley de Estabilidad Presupuestaria que aprobó el Gobierno de Aznar. Se trataría de poner coto -medido en porcentaje sobre el PIB- al déficit presupuestario de carácter estructural; es decir, aquel que no depende de la evolución del ciclo económico, sino de políticas de gasto. La medida es acertada, puesto que exige una disciplina fiscal imprescindible en tiempos de crisis y en años de bonanza. En definitiva, ningún Gobierno puede permitirse el lujo de emplear en su gasto regular más dinero del que obtiene de sus ingresos recurrentes. Es una lógica financiera que debería seguir cualquier gestor de recursos financieros, pero con más razón si maneja fondos públicos. Quizá por eso es una medida urgente y Mariano Rajoy debería negociarlo con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, o plantearlo en el Parlamento. La reforma de la Carta Magna precisa de un amplio consenso parlamentario, y tal cosa no es posible sin un pacto PSOE-PP. Ésta fue la medida más llamativa de las que desgranó el presidente del PP en su conferencia del viernes, pero no la única. Adelantó las posiciones que defenderá en la reforma del sistema financiero y, en especial, en la ley de cajas que negocia con el Gobierno. La captación de capital es una prioridad que debe resolverse cuanto antes, ya que Basilea exige unos niveles mínimos de capital, pero sobre todo lo demandan los mercados. Y las cajas deben disponer de instrumentos adaptados a la realidad, algo que pasa por que las cuotas participativas a emitir tengan derechos de voto, tal y como sugirió Rajoy. Eso abre la puerta a una privatización parcial de las cajas, que es una de las fórmulas para que alguien esté dispuesto a apostar su dinero en ellas. Una tercera reflexión del líder conservador que merece una atención especial es la dedicada a la necesidad de una reforma de las Administraciones públicas. Habló de adelgazamiento, coordinación, eliminación de duplicidades, suprimir lo superfluo, definir los límites competenciales y afrontar una segunda descentralización hacia las corporaciones locales. Todo ello es necesario y produciría, primero, un destino más eficiente de unos fondos públicos que hoy se pierden en despilfarros imperdonables. Pero también en un servicio de mejor calidad que facilitaría la vida a los españoles y sobre todo a las empresas. Sería deseable que Rajoy precise cómo piensa abordar una reforma tan urgente como imprescindible. Después de todo, muchas Administraciones públicas, tanto locales como autonómicas, están en manos del partido que lidera. Ligado a esta reforma, apuntó con toda razón, la necesidad de fortalecer la unidad de mercado, mermada por un uso indebido y abuso político de la potestad legislativa de las comunidades autónomas. La propagación de normas inconexas entre las distintas regiones resta competitividad a muchas empresas en España. Rajoy no estuvo a la altura de las expectativas que su comparecencia había despertado. Se esperaba que diese detalles de sus alternativas económicas para encarar la crisis y responder de paso al PSOE y al Gobierno que le acusan de carecer de propuestas concretas. Pero el líder de la oposición se limitó a desvelar unas pocas novedades y se centró más en apuntar las debilidades de la economía que en presentar soluciones para atajarlas. La reforma laboral fue la más clamorosa de las ausencias, pues se limitó a sugerir cambios necesarios, como la flexibilidad de los convenios, y sólo entró en un plan para mejorar la formación continua, algo que concita un consenso absoluto, pero cuya efectividad es discutible. Ausencia total de referencias a la rebaja del despido o la necesidad de nuevos contratos, como el de indemnización creciente, que sería el mejor instrumento para terminar con los excesos de la temporalidad. Además, sugirió que todas las reformas que precisa la economía exigen de pacto entre los dos partidos, pero, con la excepción de la energía y el sistema financiero, lo ha esquivado en todas las materias. CINCO DÍAS. 26-6-2010

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