Ofensiva norteamericana en Brasil

¡Quiero la cabeza de Lula da Silva!

Tras los éxitos parciales obtenidos por el hegemonismo norteamericano y las corruptas y dependientes oligarquí­as locales en las elecciones de Argentina y Venezuela o el referéndum en Bolivia, su estrategia se dirige ahora a obtener una pieza de caza mayor. Recuperar el control polí­tico del auténtico gigante iberoamericano: Brasil.

El país que por su peso económico, territorial y demográfico es el fiel de la balanza capaz de provocar que el continente dé un giro hacia atrás, un retroceso en las conquistas sociales, económicas y políticas alcanzadas por sus gobiernos antihegemonistas en las dos últimas décadas.

En ese objetivo, sin embargo, se encuentran con un obstáculo hasta ahora infranqueable: la enorme popularidad y el prestigio de Lula da Silva, el ex-presidente en cuyos años de mandato Brasil adquirió una autonomía frente a EEUU o el FMI y un papel y un peso en el mundo como jamás había conocido. Transformando en apenas una década, mediante una política de defensa de la soberanía nacional y redistribución de la riqueza, al que era conocido como “el enfermo de Sudamérica” en una potencia emergente capaz de tratar de tú a tú a las mayores potencias imperialistas del planeta. «Sin ensuciar su carisma y desprestigiar su figura, hoy por hoy Lula es imbatible en las urnas»

A remover este obstáculo –tras el fracaso de los candidatos proyanquis en las pasadas elecciones presidenciales– se dirigen ahora todas las fuerzas políticas, judiciales, policiales y mediáticas brasileñas fielmente alineadas bajo la batuta de Washington. Mucho más cuando el propio Lula declaraba recientemente su disposición a volver a presentarse como candidato a las próximas elecciones presidenciales de 2018 “si los compañeros del Partido de los Trabajadores lo consideran necesario”.

Un anuncio que provocó que sonaran inmediatamente todas las alarmas rojas, tanto en los despachos de Washington como en los de la oligarquía vendepatrias, que en las últimas elecciones acariciaron la victoria, quedando sólo a 1,98 puntos de Dilma Rousseff. Y que en los últimos meses habían desatado una feroz ofensiva en la judicatura, en los medios de comunicación y en la calle para erosionar la figura de la presidenta con el objetivo declarado de iniciar en el parlamento el proceso de impeachment que llevara a su destitución. Pero el anuncio de Lula echaba por tierra toda esta estrategia. Sin ensuciar su carisma y desprestigiar su figura, hoy por hoy Lula es imbatible en las urnas. Y a ello se han puesto con ferocidad.

El pasado 4 de marzo, un dispositivo de más de 200 policías y 30 auditores de Hacienda rodeaban y asaltaban la casa de Lula para llevarlo detenido ante el juez para declarar, ni siquiera como imputado en el caso, simplemente como testigo. Y ello a pesar de que 15 días antes Lula había manifestado su plena voluntad a colaborar con la investigación, pidiendo más tiempo para preparar su defensa y presentar nuevas pruebas de su inocencia, petición aceptada por el juez. Pero la operación política para deteriorar su imagen ya estaba decidida y los principales medios de comunicación habían sido avisados horas antes de su detención –mientras los abogados de Lula la desconocían– para que fuera retransmitida en directo a todo el país.

Tanto el intento de destitución de Dilma Rousseff como el espectáculo mediático-judicial de la detención de Lula forman parte de las técnicas de “golpe blando” ensayadas con relativo éxito por EEUU y ya sufridas por algunos gobiernos antihegemonistas iberoamericanos en los últimos años. Primero fueron las destituciones parlamentarias de Zelaya en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay. Después la descarada utilización del suicidio del fiscal argentino Nisman para forzar la derrota de Cristina Kichner. Más tarde el boicot y la privación de productos básicos de la vida cotidiana para facilitar la victoria de la oposición venezolana. Lo último, la enorme campaña en medios y redes sociales para conseguir la victoria del no en el referéndum boliviano.

En todas partes el diseño es idéntico. Operaciones sofisticadas para utilizar los medios que creen en la opinión pública un malestar colectivo, deslegitimando al gobierno y a los líderes antihegemonistas a través de artículos incendiarios, reportajes de investigación falsos, oleadas de rumores y acusaciones sin demostrar lanzadas a través de las redes sociales. Creando con ello el caldo de cultivo adecuado para tener en las calles movilizaciones permanentes cargadas de odio, ofensas e insultos para desatar el encono y el enfrentamiento entre sectores populares. Por último, entrada en liza de los aparatos de Estado (judicatura, ejército, servicios inteligencia, fuerzas policiales, parlamentos…) para provocar la destitución o la pérdida de elecciones y darle un barniz de legitimidad democrática a los golpes blandos.

La reacción de decenas de miles de militantes del PT movilizándose para aclamar a Lula, así como las declaraciones de éste afirmando que lo sucedido era necesario para que “el PT vuelva a levantar la cabeza. Han vuelto a encender en mí la llama, la lucha continúa” indican con claridad que las fuerzas antihegemonistas están dispuestas a llevar la batalla hasta el final. Nada está pues decidido.

Y Washington puede darse de bruces con los esclarecidos versos de Rubén Darío: “Tened cuidado. ¡Vive la América española! / Hay mil cachorros sueltos del León Español. / Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo, / el Riflero terrible y el fuerte Cazador, / para poder tenernos en vuestras férreas garras”.

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