El poder de las farmacéuticas

Quien paga manda

Marcia Angell, la que fuera la primera mujer redactora jefe de la prestigiosa New England Journal of Medicine y actualmente conferenciante de la Universidad de Harvard (en EEUU), se ha configurado como una de las principales voces crí­ticas del sistema sanitario norteamericano. Insiste en un reciente artí­culo sobre la espinosa relación de las farmacéuticas con los médicos, que no deberí­a existir ningún tipo de relación entre quienes tienen que prescribir fármacos y quienes se dedican a ganar dinero vendiéndolos.

En un artículo reciente de en el eriódico norteamericano, relató la forma concreta en que se produce este fenómeno en EEUU, donde las farmacéuticas financian sin rubor a los médicos de los cuales dependen la prescripción de unos u otros fármacos. En uno de sus artículos relata como recientemente el Senador republicano Charles Grassley, cabeza del Comité de Finanzas del Senado, ha estado comprobando los lazos financieros entre la industria farmacéutica y los facultativos académicos que determinan el valor de mercado de las drogas de prescripción. Uno de los casos es el del doctor Joseph L. Biederman, professor de psiquiatría en la Escuela Médica de Harvard y director de psicofarmacología pediátrica en el Hospital General Harvard de Massachussets. Niños de hasta dos años están siendo hoy, gracias a él, diagnosticados de trastorno bipolar y tratados con un poderoso cóctel de medicamentos. En algunos casos, nos cuenta Marcel, no están aprobados por la FDA (organismo regulador de los fármacos y alimentos en EEUU) para su uso en dicho trastorno y en ningún caso aprobados para niños menores de diez años. Legalmente, los médicos tienen la potestad de usar los medicamentos para los casos que consideren, independientemente del uso para el que hayan sido aprobadas esas drogas. La única condición es que haya suficiente evidencia científica publicada, lo cual no es el caso del DR. Biederman, cuyas conclusiones estaban basadas en sus propios estudios que, según los expertos del New York Times, carecían de rigurosidad. En junio pasado, el Senador Grassley reveló que las compañías farmacéuticas, incluyendo aquellas que producen los fármacos que Biederman propone para el trastorno bipolar infantil, habían pagado a Biederman 1,6 millones de dólares en concepto de tarifas por asesoramiento y conferencias entre 2000 y 2007. Dos de sus colegas recibieron cantidades similares. El Senador Grassley también descubrió que el Dr. Alan F. Schatzberg, presidente del departamento de psiquiatría de Stanford y presidente electo de la Sociedad Americana de Psiquiatría, gestionaba un stock valorado en más de 6 millones de dólares de la empresa Corcept Therapeutics, una compañía cofundada por él y que está experimentando con mifepristona -la famosa RU-486, la droga del aborto- como un tratamiento para la psicosis depresiva. Al mismo tiempo, Schatzberg era el principal investigador becado por el Instituto Nacional de Salud Mental, una beca que incluye el estudio con Mifepristone para este uso específico. Un mes después, el consejo de la Universidad anunció que reemplazaba al médico como investigador principal para evitar malentendidos.

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