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¿Quién es quién en la nómina de Putin?

Los logros del Kremlin a la hora de asegurar la ayuda de los norteamericanos dispuestos a ofrecer su influencia son impresionantes. De hecho, la polí­tica hacia Rusia de la administración Obama está siendo irrigada por el asesoramiento de gente que no tiene ningún cargo oficial en la administración pero sí­ ví­nculos empresariales estrechos con Rusia y el Kremlin: Henry Kissinger, James A. Baker, Thomas Graham y Dimitri Simes.

Además de la tecnología y las inversiones, Graham desliza como de aso la sugerencia de una política exterior de la administración Obama que con certeza complacerá al Kremlin: "Finlandizar a Ucrania". A menos que se busque esa suerte de apaciguamiento, advierte, Rusia seguirá oponiéndose a Estados Unidos "en donde pueda y cuando pueda". De acuerdo con Graham, "una Rusia débil, con sus vastos recursos y su escasa población al este de los Urales, podría convertirse en el blanco de competencia entre las grandes potencias, principalmente China y Estados Unidos". THE NEW YORK TIMES. Rusia ha sido fundamental para ganar la aprobación reciente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre el endurecimiento de las sanciones contra Corea del Norte. Pero ha sido menos útil con Irán. Moscú tiene fuertes lazos económicos con Teherán. El Sr. Obama debe hacer todo lo posible para persuadir al Sr. Medvedev que está jugando con fuego. El mayor desafío para Obama será encontrar un equilibrio entre obtener el apoyo de Rusia sin parecer que apoya su conducta antidemocrática o las amenazas a sus vecinos Rusia. The Moscow Times ¿QUIÉN ES QUIÉN EN LA NÓMINA DE PUTIN? Andrei Piontkovsky El ex canciller de Alemania Gerhard Schroeder es una leyenda en Rusia. Sirve a los intereses de Gazprom a cambio de unos miserables millones de euros al año, participa en sesiones de la Academia Rusa de Ciencias y escribe libros sobre su amistad incondicional con "Genosse Wladimir" que, en un pasado no tan distante, se ganó el bien merecido mote de "Stasi" en los círculos empresariales de la gangsterizada San Petersburgo. Pero no resulta a las claras obvio si hoy es Schroeder el que le lame las botas a Putin o viceversa. Ambos están construyendo, o intentando construir, el gasoducto Nord Stream, un proyecto excepcionalmente costoso que satisface objetivos estratégicos mellizos. Claramente hostil a los intereses tanto de Bielorrusia como de Ucrania, el gasoducto está destinado a asegurar que estos países estén bajo el pulgar energético de Rusia, más allá de quién esté en el poder en Minsk y Kiev. Asimismo, el gasoducto también consolidará la condición de la economía rusa como un apéndice de la de Alemania -su proveedor de recursos naturales-. Algunos de los antecesores de Schroeder en el puesto de canciller alemán intentaron alcanzar el mismo objetivo por medios bastante diferentes. Los logros del Kremlin a la hora de asegurar la ayuda de los norteamericanos dispuestos a ofrecer su influencia son igualmente impresionantes. De hecho, la política hacia Rusia de la administración Obama está siendo irrigada por el asesoramiento de gente que no tiene ningún cargo oficial en la administración pero sí vínculos empresarioales estrechos con Rusia y el Kremlin: Henry Kissinger, James A. Baker, Thomas Graham y Dimitri Simes. Los dos primeros son reconocidos geopolíticos; Graham y Simes son respetados como prominentes especialistas en Rusia. Escriben informes clave para la administración, y viajan entre Moscú y Washington, coordinando los parámetros del esfuerzo de la administración Obama para "restablecer" la relación bilateral. Al igual que Schroeder, toda esta gente no hace esto sin fines económicos. Baker es consultor para las dos compañías en las alturas superiores de la economía rusa, Gazprom y Rosneft. El grupo de lobby Kissinger Associates, cuya sección rusa está dirigida por Graham, trabaja en coordinación con el grupo de trabajo Kissinger-Primakov, un esfuerzo del sector cuasi-privado, bendecido por Putin, para profundizar los lazos entre Rusia y Estados Unidos. Resulta altamente esclarecedor leer las recomendaciones de esta gente y estos grupos, ya que de manera oportuna traducen los objetivos de sus clientes del Kremlin a un idioma familiar a los líderes norteamericanos. El último aporte de Graham, "La Rusia resurgente y las intenciones norteamericanas", es muy revelador en este sentido. El autor considera que el gobierno de una "Rusia que deja de estar de rodillas" consta de modernizadores progresistas plenamente conscientes de los desafíos que enfrenta su economía mientras intentan "regresar al club de las grandes potencias". "Para convertirse en un país genuinamente desarrollado y moderno", continúa Graham, "en la próxima década Rusia necesitará invertir al menos un billón de dólares para modernizar su infraestructura. Estados Unidos y Occidente en general tienen un interés vital en que la modernización de Rusia sea un éxito. Una gran parte de las tecnologías, el know-how y una proporción sustancial de la inversión debe provenir de Europa y Estados Unidos". Además de la tecnología y las inversiones, Graham desliza como de paso la sugerencia de una política exterior de la administración Obama que con certeza complacerá al Kremlin: "Finlandizar a Ucrania". A menos que se busque esa suerte de apaciguamiento, advierte, Rusia seguirá oponiéndose a Estados Unidos "en donde pueda y cuando pueda". De acuerdo con Graham, "una Rusia débil, con sus vastos recursos y su escasa población al este de los Urales, podría convertirse en el blanco de competencia entre las grandes potencias, principalmente China y Estados Unidos". Esa amenaza tácita de ayúdennos a desarrollarnos o dejaremos que lo hagan los chinos es un desenlace lógico de la homilía del primer ministro Putin en el Foro Económico Mundial de este año en Davos, donde defendió una acción decisiva para poner fin a la crisis económica mundial. ¿Su receta? Los países occidentales deberían condonar la mitad de la deuda de un billón de dólares que les deben las corporaciones estatales rusas dirigidas por sus amigos de la KGB de Dresden y la cooperativa de dachas de Ozero. Pero ninguna cantidad de dinero logrará modernizar el régimen cleptocrático de Putin, que ya ha despilfarrado billones de dólares de riqueza petrolera. En síntesis, el sistema de Putin es política, institucional e intelectualmente la antítesis de la tarea de modernización. El único error de Graham en su presentación es su intento por asustar a la administración con una hipotética confrontación entre Estados Unidos y China por los recursos rusos. Esta no es su área de especialización. Kissinger trabaja personalmente con la cuenta china, proponiendo conjuntamente con su archirrival Zbigniew Brzezinski la noción, tan seductora para un Estados Unidos cada vez más fatigado de su carga imperial, de un G-2 global. He aquí una muestra reciente del arte geopolítico de Kissinger: "El papel de China en un nuevo orden mundial es crucial. Una relación que comenzó a ambos lados como un designio estratégico esencialmente destinado a frenar a un adversario común ha evolucionado a lo largo de las décadas hasta convertirse en un pilar del sistema internacional. La relación sino-norteamericana necesita pasar a otro nivel. Esta generación de líderes tiene la oportunidad de forjar las relaciones para un destino común, en gran medida como se hizo con las relaciones transatlánticas en el período de posguerra". No cabe duda de que Kissinger cree cada palabra que escribió, pero sus ideas también articulan honestamente las aspiraciones de sus clientes. Esto no quiere decir que todos los clientes tengan los mismos motivos. Uno quiere apoderarse de cuaquier billón de dólares que pueda obtener, mientras que el otro quiere convertirse en "una construcción central del sistema de relaciones internacionales". Pero, en ambos casos, los clientes están recibiendo la influencia por la que pagan. THE MOSCOW TIMES. 4-6-2009 EEUU. The New York Times EL SEÑOR OBAMA Y EL SEÑOR MEDVEDEV En el momento de dejar el cargo el presidente George W. Bush, las relaciones ruso-estadounidenses se habían deteriorado de manera alarmante. Rusia tiene una buena parte de la culpa, acosando a sus opositores, sofocando la libertad de prensa y acosando a sus vecinos. Pero el Sr. Bush, permitió peores impulsos anteriores del ex Presidente Vladimir Putin y no hizo caso de sus quejas en ocasiones legítimas. Con la prevista reunión del Presidente Obama con el Presidente de Rusia Dmitri Medvedev en Moscú el lunes, ambas partes dicen que están dispuestos a "restablecer" la relación. Una buena señal: Funcionarios dijeron el viernes que Rusia había acordado permitir que aviones estadounidenses vuelen sobre territorio ruso para reabastecer a las fuerzas que luchan contra los talibanes en Afganistán. Ciertamente hay muchas otras cuestiones difíciles que requieren la atención conjunta. Estamos especialmente ansiosos de verlos progresar en la reducción de los arsenales nucleares. El Sr. Bush desdeñó las negociaciones y los tratados de control de armamentos. Dos décadas después de la caída del comunismo, los dos países – terrible y sorprendentemente– todavía tienen más de 20.000 armas nucleares. En cinco meses, el Tratado START I de 1991 -que contiene las normas básicas para verificar el tamaño y la ubicación de cada una de las fuerzas nucleares- expira. Debe ampliarse. Nosotros, junto con el resto del mundo, también estamos ansiosos por ver cómo los dos dirigentes se comprometen a nuevas reducciones en el número de armas desplegadas. En el marco del Tratado de Moscú de 2002 –el único tratado de reducción de armamentos firmado por Bush– las dos partes acordaron reducir a entre 1.700 y 2.200 las ojivas desplegadas. Se habla de que ahora se busca bajar el límite máximo a 1.500 ojivas. Creemos que reducirlo a 1000 sería enviar un mensaje aún más claro a Irán y Corea del Norte – y a otros con los que se ha sido demasiado tolerantes con su mala conducta nuclear- de que el mundo de las dos principales potencias nucleares ponen mucho menos valor en sus armas nucleares (…) Los dos dirigentes no deberían dejar que sus desacuerdos sobre los planes de EEUU (…) para construir un sistema de defensa de misiles en Polonia y la República Checa paralice el camino hacia el acuerdo (…) Rusia ha sido fundamental para ganar la aprobación reciente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre el endurecimiento de las sanciones contra Corea del Norte. Pero ha sido menos útil con Irán. Moscú tiene fuertes lazos económicos con Teherán. El Sr. Obama debe hacer todo lo posible para persuadir al Sr. Medvedev que está jugando con fuego. El mayor desafío para el Sr. Obama será encontrar un equilibrio entre obtener el apoyo de Rusia en cuestiones internacionales sin parecer que apoya su conducta antidemocrática en el interior o las actuales amenazas a sus vecinos, en particular a Georgia. El Sr. Bush nunca supo cómo manejar esto. El Sr. Obama tiene que hacerlo mejor. THE NEW YORK TIMES. 6-7-2009

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