Berlusconi en jaque por los escándalos sexuales

¿Quién conoce los secretos de la bragueta de Silvio?

Que lejos quedan los tiempos de la polí­tica gris y cerebral de Andreotti, donde los intereses de Estado -y no sólo los del Estado italiano- lo eran todo en Roma y el personaje que los ejecutaba era un hombre maquiavélicamente discreto y espartano. Ahora los escándalos, las declaraciones-titular y las extravagancias de un dirigente que dirige la séptima potencia industrial como si fuera su empresa -o su cortijo- se han apoderado de la polí­tica italiana. Pero no sólo es una cuestión de formas: el contenido de la polí­tica del gobierno de extrema derecha Berlusconi, que va adoptando evidentes rasgos de autoritarismo y guiños al fascismo, pueden estár soliviantando no sólo a la izquierda italiana, sino a poderosos centros de poder que vean en `Il Cavagliere´ un obstáculo a sus planes y proyectos. Los escándalos sexuales que sacuden desde hace semanas la actualidad no pueden explicarse sin este factor.

Entrar en los morbosos detalles de todos los escándalos sexuales que se ueden leer en la prensa no tiene sentido, pero en cambio, para explicarse las convulsiones de la vida política italiana conviene tener en cuenta apuntar varios factores: Primero: cuando Berlusconi afirma “no cambio, los italianos me quieren así” ¿tiene razón?. ¿Como es posible que un personaje de aires mafiosos, todopoderoso señor de la prensa y de modales de “nuevo rico” –escandalosamente vanidoso y ostentoso- y un gobierno tan reaccionario –que incluye numerosos post-fascistas en sus carteras- pueda triunfar electoralmente en un país con una tradición de izquierdas y revolucionaria tan rica como Italia?. Para responder a esto habría que analizar la nefasta deriva de la izquierda italiana –en particular del partido que ha sido su columna vertebral en los últimos 60 años: el otrora poderosísimo PCI- y porqué lo único que puede ofrecer a los trabajadores y a las masas progresistas es un refrito de ideas reformistas y de planteamientos de capitalismo burocrático. En Italia –como en España- no es la derecha la que gana las elecciones, es la izquierda la que las pierde.Segundo: en un país como Italia, donde la corrupción es un rasgo congénito al Estado y la actividad de la Mafia supone el 10% del PIB, las actividades ilegales, el tráfico de influencias, los fastos faraónicos a costa del erario público… son pecata minuta. El propio Berlusconi ha sorteado varias veces la acción de la justicia por cosas así, casi sin despeinarse. Tercero: es evidente que las fotos y las declaraciones no salen de la pluma de los sabuesos del periodismo de investigación. Ante material tan sensible, sólo cabe sospechar de `gargantas profundas´ con acceso directo al hedor más nauseabundo de las cloacas más negras del Estado. Y sabe bien dónde apuntar: a su bragueta.En otras palabras: contra Berlusconi se pueden utilizar muchos escándalos, muchas municiones, pero Silvio ha demostrado su habilidad para salir ileso de la mayoría de ellas. Quien quiera que tenga el poder de divulgar material tan sensible, sabe cuál es el talón de Aquiles del Primer Ministro, cual es la Kriptonita de `Sua EmitenzaEl carácter chavacano y mujeriego del Primer Ministro deberían ser ningún problema, de no ser porque las fotos y las declaraciones –de contenido demasiado explícito- están escandalizando a un Vaticano que se suele inhibir de los mundanos asuntos de la política italiana. Y si San Pedro se escandaliza, se escandalizan los millones de votantes de la democracia cristiana que suponen el principal granero electoral para Il Cavagliere, y eso ya no tiene gracia.

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