El presidente del PNV, Iñigo Urkullu, y el final de ETA

¡Que no nos confundan!

Ha faltado tiempo para que algunos, los de siempre, intenten obtener réditos polí­ticos del final de ETA. El presidente del PNV, Iñigo Urkullo, ha abogado en las conversaciones mantenidas con Zapatero el lehendakari Patxi López, por propiciar «un nuevo acuerdo constituyente» que permita «la recuperación de la pluralidad polí­tica» y concluya en «el reconocimiento de Euskadi como nación en Europa». ¿Pero quien ha impedido durante décadas la «expresión de la pluralidad polí­tica» en Euskadi sino el fascismo étnico, impidiendo la libre manifestación de quien no se plegaba sus delirios? ¡Que no nos confundan! El final de ETA tiene que ir acompañado de la plena recuperación de la libertad y los derechos polí­ticos en Euskadi, conculcados para un gran mayorí­a por la imposición del terror etnicista.

En un acto celebrado en la Casa de Juntas de Gernika, con motivo del 32 aniversario de la promulgación del Estatuto de Autonomía, el presidente del PNV, Iñigo Urkullu, ha presentado las lineas maestras de lo que, a su juicio, debe ser “un nuevo tiempo político” en Euskadi.

En palabras del dirigente peneuvista, “en 2015 refrendaremos la “lege berria” (“ley nueva”), “un acuerdo constituyente para la nueva Euskadi en paz y libertad”, donde “se recupere la pluralidad política” y donde -en clara referencia Sortu, todavía ilegalizada- “todas las sensibilidades ideológicas y políticas puedan acceder a las instituciones”.

El anuncio por parte de ETA del “cese definitivo de la actividad armada” es una de las mejores noticias de los últimos años. Pero no excluye un camino repleto de trampas que deberemos sortear. Y una de ellas es el falseamiento de la realidad.

“Recuperación de la pluralidad” política, exige el jelkide peneuvista. Estamos de acuerdo. Pero lo más importante es lo que Urkullu calla. La losa que ha prohibido la expresión de la pluralidad existente en la sociedad vasca ha sido el fascismo étnico. Que no sólo amenazaba con un tiro en la nuca o un coche bomba a quien desafiaba el orden establecido. Sino que también ha implantado -a través de la amenaza, la coherción y la extorsión- un viscoso clima de fascismo donde quien se atrevía a disentir de los delirios etnicistas se veía privado de las libertades y derechos democráticos más básicos.

La «pluralidad política» en Euskadi ha sido conculcada durante décadas en muchos pequeños pueblos, transformados en auténticas parrokiokavernas donde votar a opciones no nacionalistas era toda una heroicidad.

Quien ha tenido serios problemas para expresarse en Euskadi no ha sido la mal llamada “izquierda abertzale”, sino los concejales de los partidos no nacionalistas o los militantes de la rebelión democrática. Heroes anónimos que han sufrido una auténtica persecución fruto de sus ideas.

«Lo que está en juego con el final de ETA es la recuperación de la libertad en Euskadi». Que solo será posible cuando acabemos con las parrokiokavernas, cuando realmente sea posible en todo el territorio de Euskadi la libre expresión de cualquier opción sin la amenaza de terribles consecuencias.

Esta es la «pluralidad política» que queremos en Euskadi. Y que el fascismo étnico ha negado durante décadas a los ciudadanos vascos.

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