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Que nadie lo haga, para solo hacerlo yo

Cybercom es el nombre de un comando especial que el Departamento de Defensa de EEUU ha creado para «protegerse» del espionaje a través de la red. Este comando unificará diferentes estructuras estatales bajo el mando de otro zar más, en esta ocasión, un ciberzar. La nueva oficina tendrá base en Fort Meade, Maryland, en las cercaní­as de Washington D.C., y estará dirigida por el actual director de la NSA, el general Keith Alexander. La pregunta es ¿quién nos protege a nosotros de EEUU? Y, en todo caso, ¿quién regula este tipo de actividades?, ¿la ONU?.

Según datos que roporciona The Guardian, The New York Times del Departamento de Seguridad Nacional, en el 2008 hubo más de 60.000 intrusiones cibernéticas y más de 18.000 afectaron a los sistemas del Gobierno de EEUU. De lo que no existen datos es de la cantidad de incursiones norteamericanas en términos de “seguridad” en la red. Aquí solo podemos ilustrar algunos ejemplos: Cuando Karen Hughes, ex periodista con más de dos décadas asesorando a los Bush, se hizo cargo de la subsecretaría de Diplomacia Pública impulsó un programa de propaganda cibernética orientado a contrarrestar los climas de opinión hostiles en Internet contra EEUU. Su actividad se concentró principalmente en Oriente Medio, creando el Equipo de Acercamiento Digital – DOT, en inglés -, encargado de detectar blogs y sitios de debate político en idioma árabe e involucrarse en la discusión.Esto podría incluirse entre los medios legítimos de “propaganda” si los agentes cibernéticos se identificaran en todas sus incursiones. Pero lo que no entra, ni con forceps, son los hechos detallados por el memorando de la NSA que hizo público el dominical británico "The Observer" , en el que se solicitaba el espionaje de las comunicaciones – pinchar teléfonos, control de la conexión a Internet y correo electrónico… – de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. El objeto de las escuchas era conocer con antelación sus decisiones para anticiparse. Es de suponer que la ONU se convierte así en uno de los principales interesados en la existencia de un Tribunal Cibernético Internacional. De momento en esto se aplican las mismas reglas que en otros terrenos en los que interviene la superpotencia: “que nadie lo haga, para solo hacerlo yo” Pero para que seguir si basta con mirar a Echelon. En el 2001 EEUU puso en órbita un satélite desde su base de Menwith Hill, en Northumbria, Inglaterra, con el objetivo de espiar a miembros de la banda terrorista ETA. Por aquel entonces las relaciones de Aznar eran casi mejores con Bush que las que mantiene actualmente Zapatero con Obama, pero es difícil creer que EEUU ponga un satélite al servicio exclusivo del espionaje de ETA. Lo que no sorprende son las declaraciones de William Burroughs, director del programa de Ciencia y Medio Ambiente de la Universidad de Nueva York y especialista en vigilancia espacial en esos días: “En términos prácticos son capaces de mirar a través de la ventana de una pequeña calle de Bilbao o pueden escuchar una conversación en el interior de un coche que viaja por carretera hacia Santander” Menwith Hill alberga la infraestructura de Echelon cuyo desarrollo costó 20.000 millones de pesetas y que comporta unos gastos de otros 3.000 millones anuales en concepto de mantenimiento. Dirige 20 satélites Intelsat, 95 radares gestionados 2.000 empleados, más otros 42.000 que forman la plantilla de la red. En aquellos momentos la noticia se ilustraba con eficacia: “Desde el momento en que se introduce una identificación en los ordenadores sólo se tardan unos segundos en establecer un rastreo para que los sistemas nos digan dónde se encuentra la persona o personas que estamos siguiendo. Esa información puede estar en Madrid en cuestión de minutos y transmitirse a la policía en el País Vasco o cualquier otro lugar en que se encuentren los terroristas en tan sólo algunos minutos más”.

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