El 26 de abril de 1937 los aviones nazis de la Legión Cóndor descargaron una lluvia de fuego y muerte sobre el pueblo de Guernika, dando lugar al primer bombardeo masivo de la historia de una población civil, cuyo horror inmortalizó luego Picasso.
El 9 de marzo de 2022, en medio de una invasión rusa de Ucrania que ya cuenta por miles los muertos y por millones los refugiados, el Kremlin decidió elevar el listón de su iniquidad y perpetrar su particular y obsceno «Guernica», ejecutando un ataque aéreo contra un hospital materno-infantil en la asediada ciudad portuaria de Mariúpol.
Se trata de un inequívoco crimen de guerra, pero no es el primero ni será el último. Ya se han producido al menos 18 ataques rusos contra instalaciones o personal sanitario desde que empezó la guerra. Es una muestra más de hasta dónde está dispuesta a llegar la Rusia imperialista en su brutal agresión contra el pueblo ucraniano.
Desde hace dos semanas, la estratégica ciudad portuaria de Mariúpol, a orillas del Mar de Azov, es una mortal ratonera para los más de 300.000 habitantes que resisten allí. Asediada por todos lados por las tropas rusas, no hay electricidad, ni agua potable, ni suministros, ni calefacción que ayude a soportar las temperaturas bajo cero. Sus vecinos hace días que saquearon los comercios para poder comer, y tienen que derretir la nieve de los tejados para poder beber y comer. Las calles están salpicadas de cadáveres, que han de ser enterrados en fosas comunes. La muerte ronda en forma de hipotermia, de hambre… pero sobre todo en forma de proyectil.
Por si este horror no fuera suficientemente insoportable, el ejército ruso decidió elevar su atroz apuesta bombardeando el hospital materno-infantil de Mariúpol. Causando tres víctimas mortales -entre ellas una niña-, y 17 heridos, entre ellos sanitarios y pacientes, incluidas mujeres embarazadas o que estaban dando a luz. Multitud de imágenes de agencias como Reuters o Associated Press dan cuenta de la brutalidad del ataque, con mujeres heridas en avanzado estado de gestación que voluntarios y trabajadores de emergencias ayudan a salir del centro sanitario. Gran parte del edificio ha quedado destrozado, así como las consultas médicas y varias salas de operaciones.
El ataque a una maternidad y a un hospital infantil, que en sí mismo viola los más elementales preceptos de las leyes de la guerra, se produjo además durante el alto el fuego pactado por Kiev y Moscú para que miles de personas atrapadas en la urbe, en una situación crítica, pudieran salir a través de los corredores humanitarios.
«Mariúpol ya era una ciudad en la que el sistema sanitario está al borde del colapso», dice Kate White, responsable de emergencias de Médicos Sin Fronteras. «Privar a la gente de la tan necesaria asistencia sanitaria es una violación de las leyes de la guerra. Los habitantes de Mariúpol llevan días bajo el asedio en condiciones agónicas, y cada nuevo ataque a las infraestructuras civiles aumenta su desesperación».
El ataque a una maternidad y a un hospital infantil, que en sí mismo viola los más elementales preceptos de las leyes de la guerra, se produjo además durante el alto el fuego pactado por Kiev y Moscú
El crimen de guerra de Mariúpol no es por desgracia una excepción. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha informado de que ha verificado hasta ahora 18 ataques contra instalaciones sanitarias, trabajadores de la salud y ambulancias en Ucrania, que incluyen 10 muertos (uno de ellos personal sanitario) y 16 heridos. Y se cuentan por miles los ataques y bombardeos contra áreas residenciales, edificios e instalaciones civiles o plazas públicas que distan mucho de poder ser considerados «objetivos militares».
Grozni: la doctrina del terror
Con el ignominioso asedio de Mariúpol, el Kremlin está anunciando cuál va a ser su táctica en la invasión de Ucrania, y lanza una terrible amenaza para otras ciudades asediadas, como Kiev, Járkov o Chernihiv. La práctica de bombardeos masivos, abrumadores e indiscriminados contra ciudades densamente pobladas, causando la devastación total y un altísimo número de víctimas civiles, no es nueva para Rusia. Putin ya ordenó actuar así en Alepo (Siria), y sobre todo en su intervención a sangre y fuego sobre la capital chechena, Grozni, en 1999.
La «doctrina Grozni» es la versión rusa, sofisticada y aumentada, del «bombardeo de saturación o de alfombra», la atrocidad cometida por los nazis sobre Guernika. Se trata de una estrategia militar extrema que concentra toda la potencia de fuego posible sobre una ciudad o núcleo de población, buscando causar todo el daño posible a todas las infraestructuras. No sólo busca causar el máximo número de bajas y heridos posibles, sino aterrorizar y desmoralizar. Los edificios e infraestructuras civiles, y la propia población, se convierten en objetivos militares.
Se buscan las escenas de horror: niños, ancianos, mujeres y hombres heridos, padres desolados con cadáveres en sus brazos, cuerpos amontonados en bolsas ensangrentadas, escombros y desolación por doquier. Tras el terror, fuerzan generalmente la creación de un canal humanitario y, sin la población civil en la ciudad, es más fácil combatir a las tropas enemigas y recuperar o tomar los territorios. Tras la ofensiva de bombardeos en la capital chechena, miles de personas lograron escapar de la ciudad y otro número indeterminado quedó enterrado bajo los escombros de la capital, que fue calificada por la ONU como «la mayor ciudad en ruinas del planeta».
La «doctrina Grozni» es la versión rusa, sofisticada y aumentada, del «bombardeo de saturación o de alfombra», la atrocidad cometida por los nazis sobre Guernika.
La de Grozni es una doctrina militar terrorista, en el más exacto sentido de la palabra. Busca la rendición de una ciudad por la pura desesperación, perpetrando impunemente crímenes de guerra. Esto es lo que Rusia está reeditando en Mariúpol, Járkov, Kiev, y otras ciudades ucranianas.
Las justificaciones del Kremlin
Mientras las imágenes del ataque sobre el hospital materno-infantil de Mariúpol, con mujeres embarazadas, cubiertas de polvo y sangre, saliendo del edificio en ruinas, estremecían a la opinión pública mundial, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, desestimaba la preocupación por las víctimas civiles como «chillidos patéticos» de los enemigos de Rusia.
Lavrov afirmó, sin aportar prueba alguna, que el hospital de Mariúpol había sido tomado por combatientes radicales de extrema derecha que lo utilizaban como base, concretamente por el neo-nazi Batallón Azov, y que en el edificio atacado no había pacientes ni personal médico. Basta con comprobar la cifra de muertos y heridos para saber quién miente.
No es la primera versión del Kremlin ante el ataque. Primero dijeron «Rusia no hace eso», «no me consta» o «no tenemos datos, lo investigaremos». Y luego lanzaron una campaña en redes para tratar de sembrar la ponzoñosa idea de que las mujeres embarazadas heridas eran actrices o figurantes, o que se trataba de un «autoataque ucraniano». Las típicas tácticas de «guerra informativa» de la KGB -de nuevo, aprendidas de Goebbles- para intoxicar a la opinión pública mundial
Primero dijeron «Rusia no hace eso», «no me consta» o «no tenemos datos, lo investigaremos». Y luego lanzaron una campaña en redes para tratar de sembrar la ponzoñosa idea de todo era un montaje
Los hechos son los hechos. Tras dos semanas de guerra, tenemos miles de muertos entre la población civil, ciudades bombardeadas -hospitales y barrios residenciales incluidos-, casi tres millones de refugiados huyendo desesperados… Nada, absolutamente nada, puede justificar la criminal invasión imperialista de Ucrania, ni mucho menos la larga lista de crímenes de guerra que Putin y sus tropas ya han cometido en este país. Cualquier idea que las justifique o que dé cancha a sus ponzoñosas mentiras está colaborando con los invasores.