SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Putin, en la cima de su influencia y poder

Vladimir Putin está ensanchando los intereses geopolíticos de Rusia más allá de lo que la Unión Soviética pudo alcanzar en el cénit de su expansionismo. No sólo conserva los viejos aliados de la URSS (India y Vietnam), sino que está estableciendo lazos de intereses comunes con Corea del Sur y Japón, firmemente anclados en su día en la estrategia antisoviética de los Estados Unidos. A ello se añade la vuelta de Rusia a Oriente Medio vía Siria, y la satelización de la mayoría de los países de Asia Central que pertenecieron a la antigua URSS.

De los territorios europeos del antiguo estado soviético, sólo Estonia, Letonia, Lituania, Moldavia, Georgia y Azerbayán, pueden considerarse fuera de la órbita rusa, pero todos son estados pequeños. Bielorrusia salió de la URSS pero no de la esfera rusa. Armenia y Ucrania, que desde sus jóvenes independencia se inclinaban a la Unión Europea, en las últimas semanas han vuelto al redil pastoreado por Moscú.

También las relaciones rusas con China, caracterizadas en tiempos soviéticos por los recelos y miedos mutuos, se están dirigiendo hacia una mayor cooperación, basada en las necesidades energéticas de la gran potencia asiática, y en las complementariedades entre un espacio inmenso vacío en Siberia y la demografía desbordante de China. Rusia ha pedido recientemente a Pekín el envío de millares de agricultores que colonicen parte de los inmensos territorios inexplotados de Siberia.

El nuevo expansionismo ruso no es sólo cosa de desnudos intereses económicos o la ocasional torcedura del brazo de quien quiera apartarse de Moscú. También opera una sutil diplomacia que, por ejemplo, ha hecho que los Estados Unidos del presidente Obama jueguen en Siria el juego diseñado por Putin en Moscú, con gran alarma de los aliados de los americanos en el mundo árabe.

Atraída y frenada por Europa

Europa constituye, a pesar de la reciente pérdida de Ucrania y Armenia, un valladar al rediseño por Moscú del mapa geopolítico del Hemisferio Norte. Dos factores ayudan a la Unión Europea a no temer a Rusia. Más bien podría ser al contrario. Rusia teme el tirón que sobre su propia población tienen los ideales abrazados por las sociedades occidentales, de estado de derecho, democracia y derechos del individuo, además de una fortaleza económica que hace de Rusia, en comparación, un país «emergente» relativamente atrasado.

Sin embargo, en un nivel de análisis subgrupal, encontramos que la UE sigue siendo una estructura de estados independientes, y que no todos cuentan para Rusia con el mismo grado de prioridad. El factor geopolítico nuclear que en Europa condiciona el comportamiento de Rusia es Alemania. Es así desde el siglo XVIII. La potencia territorial y demográfica rusa encontró, desde entonces, el único contrapeso y freno en la potencia industrial y comercial de Alemania. Por eso, el interlocutor decisivo de la UE con Rusia no puede ser otro que la canciller Ángela Merkel. Francia y Reino interesan a Rusia, pero no le preocupan. Volveré a esto unos párrafos más abajo.

Conexiones terrestres con Corea del Sur, gas licuado para Japón

Pero antes de mirar a ese punto cardinal situado en Berlín, haremos un breve recorrido por las áreas del mundo que componen el nuevo mapa geopolítico de la Rusia de Putin.

Dos son los instrumentos al servicio de los intereses actuales de Moscú: la polivalencia geopolítica de que le dota su geografía y su posesión de los recursos energéticos más grandes del mundo.

Rusia también es un país asiático, con proyección sobre el Pacífico (4.500 km de costa sobre este océano) y contigüidad territorial con dos de los actores principales del Pacífico nor-occidental: China (4.200 km. de frontera común) y Corea del Norte (unos pocos km), además de la contigüidad de sus aguas territoriales con las de Japón.

Rusia desea las inversiones y tecnología de Japón y Corea del Sur, y ofrece a cambio incrementar sus suministros energéticos. Se trata de la tercera y la decimoquinta economías del mundo. En 2012 Rusia vendió energía a Corea del Sur por valor de $14.000 millones.

Putin visitó Seul en noviembre de 2013, y firmó 25 acuerdos bilaterales de cooperación y negocios. Uno de ellos es para la construcción por Corea del Sur de 13 transportes de gas licuado, que incrementarán el ya elevado suministro de energía rusa a ese país.

Seul participa en la ampliación y modernización de los puertos rusos sobre el Pacífico, apuntando a una creciente complementación económica de los dos países. Otro de los acuerdos eliminaba la exigencia de visados para ciertos tipos de actividad. Putin también discutió el proyecto de un gasoducto desde Siberia a Corea del Sur, así como un enlace ferroviario hasta Seul del ferrocarril que ya llega desde Rusia a Corea del Norte, enlazando esta parte de Asia con el histórico Transiberiano. Seul y Moscú han creado un fondo de $500 millones para desarrollos tecnológicos comunes.

Las relaciones con Japón están, para Moscú, en un orden distinto de prioridad debido a las disputas territoriales sobre islas históricamente japonesas ocupadas por Rusia, y la existencia del estado de guerra entre los dos países (sólo en un sentido «técnico», claro, ya que Tokio y Moscú no han firmado el tratado de paz tras la victoria soviética en la II GM). Japón ya recibe de Rusia el 10% del gas natural que importa. El paro de las centrales nucleares japonesas ofrece una fabulosa oportunidad para que Rusia ocupe una posición privilegiada entre los insumos de la economía nipona. Las japonesas Mitsui y Mitsubishi participan en la expansión de las instalaciones de gas licuado rusas de la península de Sajalín.

Rusia está ansiosa por reducir su dependencia financiera respecto de las ventas de gas a Europa, adonde va el 70 de sus exportaciones de esta energía. Las conversaciones de Moscú con Tokio tienen como ‘quid pro quo’ las exportaciones de gas y la posibilidad de negociar un arreglo sobre los territorios ocupados.

Las relaciones de Rusia con India gozan de interés especial desde la independencia de la gran nación asiática. India fue aliada natural de la URSS durante la guerra fría, debido al antagonismo de las dos naciones con China y Pakistán. Desde entonces, India dependió de la industria militar rusa para sus fuerzas armadas, y sólo en los últimos años ha empezado a diversificar sus suministros. Putin tiene un interés personal por India. En 2000 firmó con Nueva Delhi un acuerdo estratégico, y ha visitado el país cuatro veces más. En noviembre de este año Rusia entregó el primer portaaeronaves indio, y los dos países realizan maniobras conjuntas periódicamente.

El interés de Rusia por suministrar el mercado indio de energía se encuentra con limitaciones geopolíticas, ya que cualquier transporte continental debería pasar por territorio no particularmente amistoso o seguro, esto es, por Afganistán, Pakistán o China. La Agencia Internacional de la Energía calcula que India, que ya es el cuarto consumidor de este factor económico, se convertirá en pocos años en el tercero. Por eso Rusia tiene necesidad urgente de hacerse con una gran flota de buques de GL que le permitan atender esa demanda potencial. De ahí la urgencia de construir terminales gasísticas en su Extremo Oriente, y hacerse con una flota de metaneros.

Parecidas directrices geopolíticas condicionan las relaciones de Rusia con Vietnam. Moscú y Hanoi buscan, por un lado, contener a China en el Pacífico occidental, y por otro establecer una relación vendedor-cliente confiable y constante. Rusia ha vendido submarinos a Hanoi, y mantiene unos astilleros en Cam Ran. Y la India explota, en asociación con Vietnam, siete bloques de extracción submarina en aguas jurisdiccionales vietnamitas, en el mar del Sur de China.

Todo pasa por Berlín

Volvamos a Alemania. Berlín se ve obligado a tratar con Moscú, sin dejarse influir demasiado por las ansiedades y reticencias que otros países del antiguo bloque soviético sienten respecto del antiguo ‘hegemon’ ruso (Polonia en primer lugar, después los bálticos, luego Bulgaria, y también Rumania y Moldavia).

Alemania tiene una fuerte dependencia respecto de la energía rusa, y aunque quiere someter el gas y su red europea de distribución a las reglas de la competencia, no puede salir a combatir a Rusia en todos los foros. Lo prueba su relativa desinhibición respecto de la crisis de Ucrania, país que, en la opinión de Berlín, no está aún en condiciones de asociarse a la Unión, y por lo tanto no merece en estos momentos que se gaste en su defensa un cuantioso capital político. Al poner en libertad al magnate Jodoskovsky, a las chicas de Pussy Riot y a otros disidentes, Moscú calma la buena conciencia de Occidente, y le hace concebir confianza en que con él se puede tratar de todo.

Así que el nuevo gobierno de Alemania prefiere en estos momentos una política de esperar y ver, en consulta con Moscú. El programa de gobierno acordado entre los cristiano- y social-demócratas propone expresamente crear un foro de negociaciones entre Alemania, Polonia y Rusia. Moscú tiene mucho que perder en la revisión, por la Comisión Europea, de los contratos que Gazprom tiene con Europa, por alegadas prácticas contra el libre comercio.

En el orden militar, Alemania y Polonia rechazan firmemente el despliegue de misiles Iskander en el enclave ruso de Kaliningrad, la antigua provincia prusiana de Königsberg, y es posible que Moscú ofrezca a Europa Occidental su retirada a cambio de que Europa Occidental suscriba la tesis rusa de que los Estados Unidos no deberían desplegar su escudo antimisiles en Europa, pensado para contrarrestar las posibles armas estratégicas de Irán, una vez que Teherán renuncie al arma nuclear mediante las negociaciones en curso con el sexteto de las llamadas grandes potencias.

Resumiendo: Putin está asentado en la cresta de la ola de los cambios estratégicos globales, de un modo dinámico y expansivo, al tiempo que los Estados Unidos se retraen de Oriente Medio, empiezan a comprometerse con África, conservan el ‘status quo’con Europa y tratan de definir lo que se ha dado en llamar su ‘pivot’ en dirección a Asia, en coincidencia con el propio ‘pivot’ de Putin hacia esa región del mundo.

Y en cuanto a Europa, no hay que llamarse a engaño: entre Bruselas y Moscú, todo pasa por Berlín.

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