Dos acontecimientos están centrando estos días la actualidad informativa: el desarrollo de la crisis económica y el estallido, en pleno corazón del territorio chino, de la violenta rebelión de los miembros de la etnia uigur. Aparentemente, entre ambos episodios no existe punto de conexión alguno… ¿pero es esto así, o existe un hilo que los hermana dentro del mismo proceso? Pretenden colocarnos una venda sobre las profundas consecuencias del crack. No quieren que seamos conscientes de los cambios en las jerarquías del poder mundial que acompañan inevitablemente a las crisis capitalistas, y las inevitables disputas y convulsiones que los alumbran. Difundiendo la falsa ilusión de que las «negociaciones multilaterales» en foros como el G-20 serán capaces de reconducir los antagonismos y evitar que «la sangre llegue al río». ¿Qué nos espera en los próximos años, un reacomodo suave de la distribución del poder mundial, avalado por la «mano izquierda» de la administración Obama? ¿O un periodo de convulsión y caos imperialista, donde la cada vez más aguda disputa entre las grandes potencias provocará dolorosos desgarros? La Escuela de Marxismo que se celebrará en agosto, dentro del ciclo general de escuelas contra la crisis iniciado hace ya casi dos años, se ha planteado el reto de dar respuesta a este interrogante, que determinará el curso de los acontecimientos a nivel global, y con ello tanto el desarrollo de la crisis como la vida de cada uno de nosotros.
Los inevitables cambios en la cadena imerialistaEn octubre de 2007, hace ya casi dos años, y cuando algunos se empecinaban en negar la misma existencia de la recesión, iniciamos un ciclo de Escuelas de Marxismo sobre las crisis capitalistas.Entonces aventuramos ya el carácter sistémico que para el capitalismo suponía la crisis en ciernes. Y pocos meses más tarde, predecimos las catastróficas consecuencias que para España supondría el crack.Pudimos hacerlo, no porque dispongamos, lógicamente, de una bola de cristal, sino por el grado de conciencia y comprensión que el marxismo nos proporciona, al desentrañar las leyes que originan las crisis.Por esta misma razón, ahora, cuando ya todos hablan de la crisis económica, nosotros nos negamos a seguir esta corriente.Porque no es posible seguir hablando de la crisis en términos estrictamente económicos sin caer en el más absoluto descerebramiento.Sabemos que a las crisis capitalistas les acompaña inevitablemente un severo reajuste en la cadena imperialista, en la red de alianzas y dependencias que, sustentadas sobre el reparto del mundo entre un ínfimo puñado de potencias, unen entre sí al conjunto de Estados.El desarrollo de la crisis tiende inevitablemente a trasladarse al plano político, agudizando todas las contradicciones, especialmente entre las principales potencias.Así ha ocurrido en anteriores crisis. El crack del 29 dio origen a los fascismos y a la IIª Guerra Mundial, transformando radicalmente la distribución del poder global al alumbrar el nacimiento de EEUU como única superpotencia.Hoy en día, la crisis ya ha acelerado el desarrollo de las principales tendencias de la lucha de clases mundial, como la emergencia de nuevos gigantes en el seno del Tercer Mundo o la profundización del declive norteamericano.¿Suave reacomodo o dentelladas entre tiburones?Es inevitable que también esta crisis de lugar a un reajuste de la cadena imperialista, que a su vez determinará la salida de la recesión. ¿Pero cómo va a suceder esta vez? ¿Qué formas adoptará? ¿Qué grado de virulencia adoptará la batalla?El mundo parece haber pasado del “unilateralismo” de Bush al “multilateralismo” de Obama de la imposición de la fuerza al pacto y la negociación.Zbigniew Brzezinski es asesor de Obama en política exterior y, más allá, uno de los principales estrategas de la superpotencia norteamericana durante las últimas décadas.En “El Gran Tablero Mundial” –un libro que sintetiza los principales retos a los que debe hacer frente la hegemonía norteamericana-, Brzezinski admite, como le ocurrió a anteriores imperios, la inevitabilidad del declive de la hegemonía estadounidense. Pero aspira a controlarla, evitando las convulsiones y conflictos, a través de una “hegemonía consensuada” donde Washington ejercería de “primus inter pares”.La presidencia de Obama parece estar dirigida por esta línea. Ahora, hay quien piensa que el desarrollo de la crisis puede controlarse a través de negociaciones, de regulaciones globales o pactos en foros como el G-20.¿Este es el horizonte que podemos esperar durante los próximos años? ¿O, como reza el adagio, “los árboles quisieran estar quietos, pero el viento no se lo permite”?Un episodio que llena portadas y titulares nos proporciona la pista adecuada.Hoy estamos asistiendo a un violento levantamiento de los miembros de la etnia uigur, de origen turcomano y religión musulmana, en la región china de Xinjiang. Estallido que ha provocado casi 200 muertos y miles de heridos.No se trata de una rebelión en el Tibet, donde el levantamiento fracasó el pasado año, a las puestas de las olimpiadas, a pesar del predicamento de esta causa en el mundo occidental.Ahora el estallido se produce en el mismo territorio chino, en la mayor región del país –constituyendo un sexto de su territorio y un 25% de sus fronteras-, que forma parte integrante de China desde hace mil años, y es rica en petróleo y gas.A nadie se le escapa la capacidad de desestabilización de este conflicto para el desarrollo del gigante chino.¿Se trata de una rebelión espontánea, fruto exclusivamente de las contradicciones internas entre las diferentes etnias chinas?¿O es imposible desligar el conflicto interno en China, de la disputa en el tablero mundial, agudizada en plena crisis?Las autoridades chinas se han encargado de deslizar que los organizadores de la revuelta, los líderes del Congreso Mundial Uigur, residen en EEUU. Sabemos que Washington ha hurgado en los “problemas nacionales” chinos, en el Tibet o en Taiwan, para desestabilizar al gigante asiático. Pero, al mismo tiempo, China ha sido, en la guerra fría como parte del frente antisoviético, y en los últimos años como sostén del dólar, un factor de estabilidad.¿Quién se atreve a jugar con fuego en pleno territorio del gigante emergente? Cómo Kennedy en Bahía Cochinos, ¿Obama ha sido forzado por los sectores más agresivos de la burguesía norteamericana, espoleados por la agudización de la disputa entre los centros de poder mundiales, a tomar un camino que no es el suyo?Podemos aventurar diferentes hipótesis, todas ellas con fundamentos en la realidad. Lo que no es posible es no ver e conflicto uigur como una expresión de la agudización de la disputa mundial provocada por la crisis.Más allá de las suaves y educadas negociaciones en los foros internacionales, de las buenas palabras alumbradas en el G-20, Xinjinag nos recuerda el grado de virulencia de la batalla.Que está empezando a trasladarse, no ya a golpes de diverso grado y forma en provincias imperiales, como Honduras, sino a intentar dar bocados en el mismo territorio del enemigo.Esta es la contradicción principal a la que es necesario dar respuesta, y que va a determinar el mundo de los próximos años: ¿vamos a asistir a un periodo de “reacomodo suave” conducido a través de negociaciones, o a una etapa de profundas convulsiones donde las grandes potencias pugnen por darse bocados entre ellas, conduciendo al planeta a una época de desgarros y convulsiones?Esta es la pregunta clave a la que la Escuela de Agosto pretende dar respuesta. La resolución de esta contradicción determinará en desarrollo de la crisis.Así como el curso de los acontecimientos en España. No ya sólo porque suframos con mayor intensidad los rigores de la crisis económica, sino también, y sobre todo, porque como eslabón débil de la cadena imperialista –vinculada a las grandes potencias por lazos de dependencia cada vez más férreos- estamos condenados a padecer con especial virulencia las consecuencias de las convulsiones en el tablero mundial.