El líder del PSOE, Pedro Sánchez, y el secretario general de Unidas Podemos han acordado un «Gobierno de cooperación», una fórmula inédita a medio camino entre un ‘Gobierno de coalición’, como quería Podemos, y un Gobierno en solitario, como inicialmente pretendía en Ferraz. Las negociaciones, complejas y discretas, continuarán entre las direcciones socialista y morada para dar forma definitiva al Ejecutivo de Moncloa. Queda abierta la posibilidad de que el nuevo gobierno de Sánchez incorpore a ministros de Podemos o personalidades independientes propuestas por ellos.
No queda conjurada del todo -aunque ahora parece muy improbable- la posibilidad de que el PSOE recurra a unas nuevas elecciones generales para desbloquear la situación de la investidura. Porque lo cierto es que este nuevo acuerdo entre PSOE y Unidas Podemos necesita seguir sumando apoyos para pasar la prueba de la investidura, un proceso que todo parece indicar que aún durará bastantes semanas o meses.
PSOE y Unidas Podemos han acordado ponerse a trabajar en elaborar un programa de gobierno «fundamentado en la la justicia social», partiendo de los puntos de coincidencia programática entre ambas formaciones. Por ejemplo, de la necesidad de reformar o derogar partes de la reforma laboral, o de una política fiscal más progresiva.
Son buenas noticias. Sea cual sea la forma que al final adopte y la arquitectura parlamentaria en la que se apoye, este gobierno salido de las urnas del 28A va a estar bajo una innegable influencia del viento popular, de la mayoría social progresista que quiere políticas de redistribución de la riqueza y de elevación general de las condiciones de vida y de trabajo.
Los progresistas de toda España han acogido con satisfacción este apretón de manos por un «Gobierno de cooperación». Pero es necesario apremiar a sus impulsores a seguir sumando, a seguir ganando apoyos en otras fuerzas políticas. Entre las que -como Compromís o el Partido Regionalista de Cantabria- están situadas a la izquierda o en el progresismo, o entre las fuerzas del nacionalismo moderado.
Pero desde estas páginas insistimos en la necesidad de no empujar a Ciudadanos más a la derecha de lo que las decisiones de la dirección naranja ya le han llevado, alimentando una política de frentes que sólo puede beneficiar a Génova y a los que buscan crear el máximo de dificultades al gobierno de Sánchez. Es preciso recordarles de forma perseverante de que son una fuerza que apuesta por la regeneración democrática, algo que difícilmente va a venir de la mano de un PP que lleva la corrupción como un estigma indeleble. Y alentarles a que apoyen -si no todas, sí en parte- alguna de las políticas del nuevo gobierno.
Es necesario seguir sumando, seguir trabajando por unir todo lo unible -aunque sea ganando apoyos momentáneos, inestables y circunstanciales- y aislando a los verdaderos adversarios políticos. Los que representan el gobierno que desearía la oligarquía y los centros de poder mundial para España.