Las elecciones vascas, una oportunidad para la libertad

Progresivo retroceso nacionalista en Euskadi

La convocatoria de las elecciones autonómicas vascas, que sorpresivamente ha anunciado Ibarreche, para el 1 de marzo, coincidiendo con las gallegas, se deben valorar desde la perspectiva del progresivo retroceso nacionalista en las sucesivas elecciones, autonómicas y generales, desarrolladas en estos últimos años.

En las elecciones autonómicas celebradas en abril de 2005, la coalición PNV-EA, erdió unos 140.000 votos, pasando del 44,72 por ciento y los 604.222 votos obtenidos en las elecciones autonómicas de 2001, al 38,6 por ciento y 463.199 votos que obtuvo en 2005. Estas elecciones se desarrollaron en el contexto político de una ofensiva nacionalista, mediante el llamado Plan Ibarretxe, y, por tanto, de radicalización. En las elecciones generales de marzo del año pasado el PNV se convirtió en la segunda fuerza más votada, es decir, perdió su primacía. Sólo reunió 302.000 sufragios, lo que supone 118.000 menos que en la cita de de las elecciones generales de 2004. Y un descenso de más de 161.000 votos si los comparamos con los obtenidos en las autonómicas de 2005. Este progresivo retroceso evidencia que no es un hecho coyuntural sino una tendencia de descenso electoral. Y expresa el aumento del rechazo en la población vasca al proceso de radicalización del nacionalismo étnico, que se unifica y se estructura orgánicamente de forma pública con la firma, entre todas las corrientes nacionalistas, del Pacto de Lizarra en 1998, acuerdo dirigido por el PNV y encabezado por Arzallus y que, obviamente, incluyó a los representantes políticos de ETA. Como Arzallus manifestó hace cuatro meses "no se arrepiente" de haber firmado aquel acuerdo y que fue "la época más bonita que ha vivido", "en que los abertzales andábamos juntos en los ayuntamientos y en otros muchos sitios. Entonces se encendieron todas las alertas rojas y comenzaron a tomar medidas para sacar a los extremistas del Parlamento y evitar que los abertzales tuvieran mayoría absoluta. Esa fue la razón de la Ley de Partidos, no el terrorismo". Y aunque el PNV tuvo que meter a Arzallus en el armario ante el rechazo generalizado, la radicalización continuó con los dos intentos del Plan Ibarretxe. E incluso, ahora, Arzallus ha salido para apoyar a sus “camisas pardas”. Sólo echando al nacionalismo fascista del poder autonómico que actualmente controla se podrá cambiar drásticamente la correlación de fuerzas a favor de los constitucionalistas.

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