Selección de prensa nacional

Problemas bancarios ocultos

¿Qué está pasando? Los ciudadanos tienen derecho a saber lo que ocurre y el Partido Popular no debe ocultar, y menos en ví­speras electorales, todos los datos que tiene sobre los problemas del sistema financiero español con el argumento de un presunto pacto de silencio con el Gobierno y el PSOE. Y mucho menos cuando en estas elecciones están en juego muchas cosas

ESTRELLA DIGITAL.- El líder del Partido Poular, Mariano Rajoy, ha dicho públicamente que en los próximos días habrá noticias, es decir, malas noticias, para el sistema financiero español, una vez que la alta dirección del PP ha conocido nuevos casos sobre serias dificultades financieras de bancos y cajas de ahorro sobre los que al parecer se esperan inminentes decisiones del Banco de España. Lo que no descarta otras intervenciones como la aún reciente de la Caja Castilla La Mancha, y puede que también forzadas fusiones entre entidades en dificultad. Lo que está siendo ocultado por el Gobierno para que esta nueva crisis de las finanzas españolas no entre de lleno en la recta final de la campaña electoral. EXPANSIÓN.- Estonia, Letonia y Lituania atraviesan la peor crisis financiera desde la caída de la Unión Soviética. "Sus problemas importan más allá de sus fronteras: podrían forzar una nueva era de trastornos financieros en Europa con consecuencias políticas peligrosas". EL PAÍS.- En cuanto han surgido los primeros brotes verdes que indicarían que la crisis económica ha tocado fondo, bien o malintencionadamente han empezado a multiplicarse las declaraciones de que "hay que volver a la senda de la prosperidad de la que hemos salido". Es un poco prematura tal reflexión porque los brotes verdes, si fueran inequívocos y menos volátiles, señalarían sólo que se ha tocado fondo y que a partir de ahora el deterioro será menos rápido, pero no que se ha iniciado la recuperación Opinión. Estrella Digital ZAPATERO OCULTA PROBLEMAS BANCARIOS Pablo Sebastián El líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, ha dicho públicamente que en los próximos días habrá noticias, es decir, malas noticias, para el sistema financiero español, una vez que la alta dirección del PP ha conocido nuevos casos sobre serias dificultades financieras de bancos y cajas de ahorro sobre los que al parecer se esperan inminentes decisiones del Banco de España. Lo que no descarta otras intervenciones como la aún reciente de la Caja Castilla La Mancha, y puede que también forzadas fusiones entre entidades en dificultad. Lo que está siendo ocultado por el Gobierno para que esta nueva crisis de las finanzas españolas no entre de lleno en la recta final de la campaña electoral. ¿Qué está pasando? Los ciudadanos tienen derecho a saber lo que ocurre y el Partido Popular no debe ocultar, y menos en vísperas electorales, todos los datos que tiene sobre los problemas del sistema financiero español con el argumento de un presunto pacto de silencio con el Gobierno y el PSOE. Y mucho menos cuando en estas elecciones están en juego muchas cosas, entre otras el liderazgo político de Zapatero y Rajoy, y cuando el Gobierno no ha escatimado el juego sucio en la campaña con la esperanza de abrir una crisis política en el seno del PP, con la ayuda de sectores integristas de este partido que juegan a la estrategia suicida de, cuanto peor para el PP y para Rajoy, mejor para ellos. Además, Zapatero ha pedido ayer a los electores un "voto de confianza" para él y su Gobierno con el fin de poder abordar la crisis económica con una importante base social, lo que constituye un auténtico llamamiento del jefe del Ejecutivo para que electorado acuda a votar en su socorro, lo que por otra parte constituye un cambio significativo de la estrategia que hasta ahora había seguido el Gobierno y el PSOE en esta campaña, criticando la táctica del PP que habla de elecciones primarias y comienzo del cambio político en este país. Ahora Zapatero reconoce que hay mucho en juego y hace un dramático llamamiento al electorado como quien pide una segunda oportunidad y un salvoconducto para un Gobierno que apenas tiene unas semanas de vida y que, en muchos de sus departamentos, se encuentra con serias crisis de capacidad por la escasa experiencia e incapacidad política de varios de los ministros, algunos de ellos recién llegados al cargo. La situación política -como lo hemos apreciado en esta sucia y pintoresca campaña electoral-, económica y social es grave, y si a ello se añaden los nuevos problemas de la banca española que el Gobierno oculta y el PP no quiere desvelar -una vez que Rajoy avisó, está obligado a desvelarlos-, los ciudadanos tienen que reaccionar propiciando un cambio político y dando un severo castigo a quienes tienen la responsabilidad de gobernar. Aunque entre los ciudadanos también existe la impresión de que el PP y sus líderes tampoco están en la mejor situación para ofrecer confianza y estabilidad, ni ha puesto ante el conjunto de los españoles un audaz plan contra la crisis, ni una lista del que sería su posible Gobierno, algo que oculta el PP y que, en unos momentos cruciales como los que vivimos, será una aclaración vital, incluso para los inquietos y descorazonados militantes de su partido. Ya es tarde para todo ello, pero si el PP saliera bien parado de estos comicios, ese equipo de gobierno y su plan de choque contra la crisis lo debería hacer público Rajoy. Si el resultado no es bueno para el PP, entonces asistiríamos a un nuevo terremoto en el seno del Partido Popular, como habrá problemas para Zapatero y el comienzo de una revolución en el PSOE si el domingo el presidente y su Gobierno no aprueban la moción de confianza a la que de una manera sorprendente y un tanto desesperada se sometió él mismo en el día de ayer. En todo caso, lo que no puede hacer el PP en las pocas horas que quedan de campaña electoral es ocultar los datos que tiene en relación con los bancos y cajas que están en dificultad. Los ciudadanos queremos saber la verdad completa del momento económico español, y queremos que se conozcan todos los datos antes de que se abran los colegios electorales para ir a votar. De lo contrario crecerá el maremoto de la abstención que ya está a punto de llegar. ESTRELLA DIGITAL. 5-6-2009 Opinión. Expansión LETONIA AL BORDE DE LA SUSPENSIÓN Covadonga García y Cynthia Alva Estonia, Letonia y Lituania atraviesan la peor crisis financiera desde la caída de la Unión Soviética. "Sus problemas importan más allá de sus fronteras: podrían forzar una nueva era de trastornos financieros en Europa con consecuencias políticas peligrosas", señala ‘Financial Times’. Por su parte el diario alemán ‘Financial Times Deutschland’ abre el editorial de hoy con un análisis sobre la decisión de reestructurar y aplicar el modelo de "Bad-Bank" a 50 bancos regionales en los "Länder". El diario británico se detiene en analizar la situación de Letonia que ha batido todos los récords negativos. Con caídas del PIB de hasta el 18% está recibiendo muy poco de la Unión Europea, después de que llegará a reducir el déficit a mínimos y la deuda pública a un 20% del PIB para entrar en la eurozona. La última noticia, el Estado ha fallado en colocar una emisión de bonos de 70 millones de euros. En el momento más crítico de las últimas décadas, Europa no responde. FT se plantea si Letonia debe devaluar el lat. La devaluación es su única salida para aumentar las exportaciones y atajar la caída de la economía. Pero los costes de la devaluación serían mayores que los beneficios. Una vez que la estaca se haya ido, el lat no aguantará la presión. Además, la devaluación del lat letón también conllevaría unos costes para Europa. Estonia y Letonia podrían plantearse lo mismo y los prestamistas en estos, los bancos suizos, sufrirían las consecuencias. Letonia ha recibido 50.000 millones del FMI para proteger la moneda, pero esto no será suficiente para contener los ataques de los especuladores. Sólo hay una manera de frenar este devenir: acelerar el acceso de las repúblicas Bálticas al euro. Sería un beneficio para Europa y justo, ya que hasta la crisis estuvieron aplicando los tratados de Maastrich de una manera más estricta que los propios países del euro (…) La batalla por los bancos regionales alemanes acaba de empezar. Bajo este titular comienza el editorial de ‘Financial Times Deutschland’ con relación a la reciente decisión de los presidentes de gobierno de los "Länder" de reestructurar sus bancos regionales. Finales de 2010 es la fecha límite que estas instituciones bancarias tienen para fusionarse con otros bancos o cajas de ahorro y volverse eficientes. "Una medida que debió llevarse a cabo hace tiempo, pero que no es suficiente", sentencia FTD. Como menciona el diario alemán, ningún otro banco en el mundo necesita más de un "Bad-Bank" como el WestLB o el HSH Nordbank que se han declarado en ruina total. Lo que no significa la solución al problema de los bancos regionales, pero si una medida necesaria para rescatar al sector. Lo cierto es que esta nueva reestructuración va más allá de desprenderse de ciertos negocios, implica además la desaparición de bancos centrales regionales. La pregunta que plantea FTD: ¿Habrá alguna región como Bayern que acepte la desaparición de su banco central? EXPANSIÓN. 5-6-2009 Opinión. El País HACIA UN NEW DEAL GLOBAL Joaquín Estefanía En cuanto han surgido los primeros brotes verdes que indicarían que la crisis económica ha tocado fondo, bien o malintencionadamente han empezado a multiplicarse las declaraciones de que "hay que volver a la senda de la prosperidad de la que hemos salido". Es un poco prematura tal reflexión porque los brotes verdes, si fueran inequívocos y menos volátiles, señalarían sólo que se ha tocado fondo y que a partir de ahora el deterioro será menos rápido, pero no que se ha iniciado la recuperación. La nostálgica voluntad de volver a la prosperidad perdida anuncia que no hemos aprendido la lección, que la voluntad reformadora de lo que ha funcionado mal era fingida, sobrevenida y forzada, y que no se comparte que aquella senda es la que nos ha conducido a estos resultados. Ante una crisis de la profundidad y velocidad que soportamos hay que cambiar el modelo y las reglas a nivel global. No se puede volver a este funcionamiento de casino financiero sin semáforos. Los dioses del pasado han resultado ser falsos y hay quien pretende regresar al delirio de su adoración. Un pacto entre las principales fuerzas políticas que recoja los estímulos necesarios para salir de la Gran Recesión y que introduzca una mayor regulación de la arquitectura financiera constituye la prioridad para superar esta crisis global que tiene el potencial de ser la más destructiva desde la Gran Depresión de la década de los treinta del siglo pasado. Ese pacto sería el equivalente, en el marco de la globalización, de los acuerdos que tras la Segunda Guerra Mundial concluyeron los socialdemócratas y los democristianos europeos y que condujeron a la llamada edad dorada del capitalismo y a la creación de los modernos Estados de bienestar. Con ese pacto se trataría de evitar que una vez que la inicial crisis financiera ha devenido en una crisis de la economía real (recesión, y tal vez una depresión aguda y duradera en algunas partes del planeta), el resultado acabe siendo una crisis política, como ha sucedido en otros momentos de la historia. Ese pacto fue calificado por Gordon Brown, en la primera visita que un líder europeo hizo al nuevo presidente de EE UU, Barack Obama, como una especie de New Deal global. El New Deal fue la política económica aplicada por el presidente Franklin Delano Roosevelt a partir del año 1933 para sacar a EE UU de la Gran Depresión que había comenzado con el crash bursátil de 1929. Cuentan los historiadores que en un principio nadie tenía mucha idea de lo que significaba new deal; uno de los asesores del presidente demócrata escribió ese difuso concepto en el discurso de aceptación que Roosevelt había de pronunciar en Chicago a mediados de 1932, sin pensar mucho en su significación profunda. Pero el nuevo paradigma prendió y ha llegado con mucha fuerza hasta nuestros días. El New Deal consistió, en líneas generales, en una serie de medidas de salvamento del sector financiero y de estímulo a la agricultura y a la industria, pasando por la conservación de la naturaleza y por la devolución de cierta influencia a unos sindicatos por entonces demediados. Por ello, una parte de la derecha americana detestó y temió a Roosevelt y sus reformas: estimaban que con las inversiones públicas destinadas a poner fin al paro, con las reformas destinadas a aumentar el bienestar social, con sus ataques a los centros más tradicionales de los poderes fácticos y sus apoyos a los sindicatos, estaba conduciendo a EE UU a "las malolientes aguas del socialismo". Seguramente esa derecha no conocía el estupendo ensayo del sociólogo alemán Werner Sombart, titulado expresivamente ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos? (recientemente reeditado en España, Capitán Swing Libros). Sin embargo, con la distancia que da el tiempo, los analistas más ponderados han concluido que con el New Deal, Roosevelt salvó al capitalismo americano (transformándolo, regulándolo y humanizándolo) y logró que EE UU acabase por aceptar las responsabilidades que conlleva un poder que en buena parte se ejerce a escala mundial. Brown declaró en la visita citada que se recordará a Obama por su trabajo en la recuperación económica. Obama se ha inspirado sin duda en el New Deal de Roosevelt. ¿En qué ha consistido hasta ahora su trabajo en política económica? Primero, en poner las bases para la recuperación del sistema financiero, afectado por una crisis de solvencia, mediante una serie de medidas heterogéneas, entre las cuales se pueden citar como las más importantes la adquisición de activos de alto riesgo y la capitalización de entidades a través de su nacionalización. Segundo, en instrumentar un plan de estímulo a la economía real con el objetivo prioritario de crear millones de puestos de trabajo. Ese programa aporta un mayor equilibrio entre el mercado y el Estado después de un cuarto de siglo de hegemonía absoluta del primero, sometido a escasas normas de regulación. Durante ese tiempo los partidarios de la revolución conservadora declaraban que el Estado era el problema y el mercado la solución, y que el Estado debía limitarse a administrar lo que le indicase el mercado. Ahora, por el contrario, el Estado tiene que intervenir con inyecciones masivas de gasto público en infraestructuras clásicas, en nuevas fuentes de energía renovable, en sostenibilidad, en las tecnologías de la información y la comunicación avanzadas, en educación y formación, en el rescate de industrias estratégicas como la del automóvil, así como con reducciones de impuestos a las capas más bajas de la población y a la clase media, compensadas por incrementos de los gravámenes a las capas más ricas y a las ganancias de capital. Por último, se espera una reforma profunda en el sistema sanitario público estadounidense, de modo que se incorporen al mismo los más de 50 millones de ciudadanos pobres excluidos hasta ahora de cobertura. El conjunto del plan de estímulo de EE UU multiplicará el endeudamiento público (déficit y deuda) hasta niveles desconocidos, prohibidos hasta ahora por la ortodoxia dominante en este pasado cuarto de siglo. Se prevé que el déficit público de EE UU supere el 12% o el 13%, del PIB, pero también que sea uno de los primeros países en salir de la Gran Recesión, gracias a esta política económica. El juego de ayudas al sector financiero para que no quiebre, y de medidas de apoyo a la demanda para que la economía reaccione y disminuyan los porcentajes de paro, está siendo básicamente aplicado por la mayor parte de los países del mundo, independientemente de la ideología de sus gobiernos. Las diferencias están en la letra pequeña y en si se deben anteponer los esfuerzos reguladores al incremento del gasto público, o viceversa. Pero en la primera década del siglo XXI "todos somos keynesianos", como declaró hace tres décadas el presidente republicano Richard Nixon. Ello supone la ruptura del modelo neoliberal o de "fundamentalismo de mercado" (Stiglitz), predominante desde principios de los ochenta de la anterior centuria, cuya tendencia a la desregulación y a los excesos del mercado ha sido considerado muy mayoritariamente como la principal razón de la crisis económica. Por eso resultan sospechosas las rápidas llamadas "a la vuelta a la senda de prosperidad de la que hemos salido". Incluso si este pacto para un New Deal global existiera y tuviera éxito, no sería suficiente para hacer frente a los problemas específicos que arrastra cada economía. Se trata de una condición necesaria, pero no suficiente. La crisis ha parecido homogeneizar los problemas, pero cada economía presenta unas características particulares que serán determinantes a la hora de definir su futuro una vez superada la fase álgida de la Gran Recesión. En el caso español habrá que reconducir un modelo de crecimiento de baja productividad. Cuando se acaba de cumplir el primer aniversario de las elecciones generales de marzo de 2008, que parecieron poner fin a la época de la crispación, las condiciones políticas para llegar a un pacto nacional no parecen las más adecuadas por la falta de liderazgo y de convencimiento del Gobierno y por la incomparecencia de la oposición. Pero ésta es ya otra historia. EL PAÍS. 5-6-2009

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