Televisión

Prisa… esa gran ONG

«Periodismo de inmersión», así­ calificaban los responsables de la cadena al tipo de reportajes que la joven Samanta Villar realiza en el programa «21 Dí­as». Sin embargo, contemplando el programa de anoche, dedicado a un campamento de inmigrantes subsaharianos sin papeles, comprobamos como más que una «inmersión» en la realidad, lo de Villar se nos antoja una especie de campamento de verano, en el que una niña mimada decide convivir unos dí­as con los «simpáticos negritos». La única reivindicación de la periodista eran más servicios sociales para mantener vivo el campamento: pan para hoy y hambre para mañana. Nada de hablar de garantí­as laborales, de inmigrantes que pertenecen a la clase obrera o de la responsabilidad del Gobierno en la situación de los sin papeles. ¿Querrán hacernos ver que el gigante Prisa se ha convertido ahora en una ONG?

Es una verdadera lástima que un formato de telerrealidad que rometía tanto al principio –desde esta misma sección prestamos especial interés a su estreno-, se haya convertido en la impostura que es ahora. Una especie de turismo solidario, propio de un documental de National Geographic, acompañado de la siempre adecuada banda sonora de Manu Chao, para que quede más “progre”, que se dedica a banalizar sangrantes realidades que conviven con nosotros. Nada que ver con el auténtico periodismo de inmersión que realizan valientes como Antonio Salas, que se juegan el pellejo para ejercer el lado más arriesgado de su profesión.Las preocupaciones de Samanta en el campamento eran básicamente horrorizarse al descubrir que tenía que ducharse con agua fría, lanzar repelentes gritos al encontrar una cucaracha en la tienda de campaña o quejarse amargamente del plato de pasta que Cruz Roja le proporcionaba. Precisamente hacia estos servicios sociales apuntaban estas críticas, en un análisis tan superficial como retorcido, demandando más atención por su parte, para que los víveres llegaran con más regularidad.El numerito de irse a vivir con los inmigrantes, y aprender a transportar troncos con la cabeza, entre ingenuas risitas, no oculta el grado de distanciamiento que la periodista guardaba con esa realidad. “¿Tu eres feliz así?” –le pregunta a uno de los chicos- “¿Feliz? ¿Y eso que es?”-responde él, sorprendido por la estúpida pregunta. Y eso teniendo en cuenta la subversión de la realidad que supone el irrumpir en ella con una cámara de televisión y unos cuantos euros para agradecer a los inmigrantes su colaboración, la caridad cristiana de Cuatro.En un reportaje de 80 minutos, no se habló ni por un momento de trabajo. Ni de cómo conseguirlo, ni en que trabajaban antes de llegar a España, ni que responsabilidad tenían las autoridades en la situación de esta clase obrera migratoria condenada a vivir en condiciones deplorables. Su intención era mostrárnoslos poco menos que como desgraciados que merecen nuestra caridad, y hacia ahí apuntaba claramente la periodista demandando un aumento de los servicios sociales. Sólo le faltó exigir que instalaran agua caliente mientras ella viviera en el campamento.La patochada solidaria de Prisa no cuela. Porque su tratamiento informativo partidista y aliado del gobierno les hace cómplices de estas realidades que ellos pretenden endulzarnos, enviando a una jovencita acomodada a vivir entre inmigrantes, a dormir entre cartones o, el colmo del esperpento, haciéndola fumar porros durante tres semanas.

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