Todo parece indicar que esta será -aún más que la anterior- una legislatura marcada por la bronca política permanente. Así lo vaticina también uno de los más avezados analistas de la vida política española, Enric Juliana. «Cada semana, un Vietnam. Esta es la perspectiva de los próximos meses. Hay francotiradores apostados en todas las esquinas y, pasadas las fiestas, en la cuesta de enero puede pasar de todo».
La sesión de investidura ha presentado un botón de muestra del tono que usará la bancada de la derecha, en especial un Pablo Casado que -aunque parecía haber virado a cierta moderación en la campaña del 10N- ha vuelto a una retórica extremadamente dura, sobreactuada y por momentos demagógica.
Pero además de la derecha y la ultraderecha, las élites más reaccionarias y aventureras del procés -aquellos que como Puigdemont o Torra, necesitan del enfrentamiento, el victimismo y el choque de trenes permanente con el «Estado español»- también cumplirán un papel protagonista en los intentos por llenar de barro y crispación la vida política española.
Puigdemont y Casado, Torra y Abascal, son las dos caras de una misma moneda reaccionaria y excluyente. Ambos se complementan y sirven a los que buscan en la permanente degradación de la vida política un río revuelto para hacer avanzar sus planes de recortes y ataques a las condiciones de vida de la mayoría.
Debemos estar preparados para la bronca, y responderles con una contundente movilización de la mayoría social, que exige progreso, derechos, libertades… y unidad.
Luis Ratia dice:
Sería muy conveniente que el nuevo Gobierno fuera capaz de poner en marcha un «alud» de iniciativas legislativas y que el Congreso las aprobara, lo que llevaría poco a poco a la ciudadanía a modificar su percepción de que las instituciones no funcionan y los políticos no sirven para nada. Esta sería la mejor medicina antibronca posible. Ayudará también la contínua erosión que los independentistas seguirán sufriendo por las decisiones judiciales que, lenta pero implacablemente, sitúan claros límites al delirio paranoide del «pruses», del cual por cierto ya nadie habla. Y si, como todo parece indicar finalmente, las perspectivas económicas en la zona euro no son ni mucho menos lo catastrofistas que algunos vienen rugiendo desde hace tiempo, las posibilidades de invertir las políticas de recortes de la última década se incrementarán notablemente.
Nada de lo anterior es fácil ni mucho menos gratis pero lo considero perfectamente viable. Además la situación política de las fuerzas reaccionarias en nuestro país tampoco es que sea muy boyante, más allá de las declaraciones altisonantes, los aullidos mediáticos o las proclamas «henchidas de fervor patrio». Toda esa bagatela retórica tiene un recorrido limitado y los responsables políticos de la derechona lo saben perfectamente.