Con la segunda aparición en directo de Jose Luis Rodríguez Zapatero, el programa de Televisión Española se consolida como el único espacio público en el que algunos ciudadanos pueden dirigirse al presidente. Reconocida ya la importancia que ha cobrado este formato, Zapatero acudió con un elegante discurso preparado, pero sin respuestas concretas a las preguntas.
Cien ersonas tenían la oportunidad de plantear sus preguntas anoche, en apenas 120 minutos de riguroso directo. El presidente acudía con un pequeño ejército de asesores de Moncloa a los Estudios Buñuel. Conscientes de la importancia que ha adquirido este programa de televisión, Zapatero y sus asesores habían querido corregir errores y no dejar ningún cabo sin atar. Lo que resultó fue un programa en el que el presidente manifestó una clara inseguridad en el debate con el ciudadano, aunque una oratoria admirable para el discurso. Un instalador electricista, un trabajador autónomo de la construcción, dos personas en paro, centraron desde el primer minuto el debate sobre las consecuencias de la crisis, manifiestas en su ejemplo personal. En este territorio Zapatero se veía incapaz de dar respuestas concretas, y repetía el discurso de paciencia y confianza, que ha caracterizado los últimos meses. El presidente estaba a apenas cuatro metros de sus interlocutores de “a pie”, pero parecía que se encontraban a años luz. "Si yo me quedo sin trabajo, ¿me lo va a dar usted?", así se dirigía un joven autónomo, mientras, un jubilado pedía explicaciones por “regalar dinero a los bancos”. Zapatero era incapaz de responder a algunas preguntas en forma de reproche. Se dedicaba a repetir sus propuestas de buena voluntad. Quizá el caso más comentado vaya a ser el de Izaskun, la joven dependienta con síndrome de Down, que intentó entregarle su currículum, para que cumplieran el 5% obligatorio de empleados discapacitados en Moncloa. Así pues, en el ámbito informativo, el verdadero peso del programa le fue otorgado por los ciudadanos, con sus testimonios reales, que se dirigían con valentía al presidente para pedirle explicaciones. Zapatero renunció a la televisión, y al debate con los ciudadanos que tenía delante, prefirió utilizar esos minutos de audiencia para reforzar su discurso de fe.