¿Posible “efecto Trump” en Cataluña?

EEUU no está interesado en trocear España. Pero si le puede interesar abrir la herida catalana para golpear la estabilidad de la UE y presionar a España

La presidencia de Donald Trump va a provocar un inesperado reordenamiento en el tablero mundial. Algunas potencias, como Rusia, pueden encontrar viento a favor. Otras áreas, como la UE, hasta ahora baluartes sólidos, contemplan la amenaza del caos y la disgregación.

El procés soberanista en Cataluña, lejos de considerarse exclusivamente un “asunto interno” español, no va a estar al margen de estas sacudidas internacionales.

¿Puede producirse un “efecto Trump” en Cataluña? ¿Hay potencias a las que puede interesar utilizar el conflicto catalán como un ariete para intervenir en el tablero internacional?

Tras conocerse la victoria de Donald Trump en las presidenciales catalanas, Artur Mas publicó un vídeo en las redes sociales donde la utilizó para dar ánimos al independentismo. Enarbolándolo, con indisimulado entusiasmo, como un ejemplo de que en política “lo que parece imposible” se convierte en “posible”. Y reclamando que se aplique esta máxima al proceso independentista catalán.

En su felicitación a Trump por twitter, Carles Puigdemont le reclamó que “al margen de sus ideas se mantenga firme con la defensa que hizo [al celebrar el triunfo del Brexit] de la autodeterminación de los pueblos”. Señalando que “Cataluña está apelando al derecho a la autodeterminación y espero que el día que Cataluña democráticamente tome esta decisión un tercer país, como es Estados Unidos, lo respete”.

¿Mas y Puigdemont utilizando a Trump, quizá el personaje más odiado en Cataluña, como activo a favor del independentismo?

No es una locura. En un reciente artículo titulado “La tentación de Moscú”, Enric Juliana, uno de los periodistas catalanes más lúcidos, nos da algunas claves para comprenderlo.

Afirmando que “la agenda internacional y Cataluña” son “dos frentes que pueden acabar conectados”. Puesto que “en la nueva dinámica que se está abriendo paso en el mundo, el independentismo catalán podría llegar a ser utilizado como ariete contra la Unión Europea”.

Por un lado, Trump parece buscar la liquidación y jibarización de la UE, sembrando en su seno el caos y la disgregación. Por otro, en palabras de Enric Juliana, “Rusia ha pasado a mirar con simpatía los movimientos secesionistas, que pueden ayudarle a reivindicar la identidad política de las minorías rusas en el Báltico, en el Este de Europa y en Asia Central”.

La posible alianza Washington-Moscú podría encontrar en la agudización del conflicto catalán un cartucho rentable.

EEUU no está interesado en trocear España. Pero si le puede interesar abrir la herida catalana para golpear la estabilidad de la UE, y para presionar a España obligándole a aceptar las nuevas exigencias, como el draconiano incremento del gasto militar.

Entre los dirigentes de la ex-Convergencia hay una corriente -cuidadosamente ocultada a la opinión pública- proclive a aprovechar las oportunidades de la nueva “era Trump”.

Agustí Colomines (exdirector de la poderosa fundación convergente CatDem, centro del escándalo de corrupción del 3%, y colaborador de Puigdemont) ha publicado un artículo en el que concluye que, con la victoria de Trump, «para el soberanismo catalán se ha abierto una ventana de oportunidad que el president Carles Puigdemont tendría que explorar».

Mientras que Victor Terradellas (responsable de relaciones internacionales de la ex Convergencia) afirmó en una conferencia presentada por Artur Mas, que para conquistar su independencia Cataluña debía colocarse en «las grietas estratégicas internacionales». Ofreciéndose -dentro de los cambios que va a suponer la era Trump- como » muro de contención occidental en el sur de Europa, codo a codo con Israel, el país que más en serio sigue el proceso catalán». Es decir, aspirando a colocarse como fuerza de choque de la estrategia de Trump en Europa.

Las cabezas de la independencia saben que la ruptura con España solo será posible si reciben el apoyo de una gran potencia. Valorando incluso ofrecerse al servicio de estrategias tan odiosas como las que representa Trump.

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