En medio de lo peor de la pandemia -el país encabeza el ránking mundial de contagios y muertes por millón de habitantes, según la Universidad de Oxford- los portugueses han acudido a su cita con las urnas en las elecciones presidenciales, y han reelegido por una abrumadora mayoría (62%) al actual presidente de la República, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, al que muchos llaman «el político más de izquierdas de la derecha portuguesa». Una figura que encarna el espíritu de cooperación y entendimiento entre partidos e instituciones -tan distinto, por desgracia, de lo que ocurre en España- que desde hace años reina en el país vecino.
Votar en las elecciones presidenciales del 24 de enero no era una cuestión sencilla. A pesar de todas las medidas de seguridad que el gobierno ha adoptado para promover un voto seguro -se ha facilitado al máximo el voto por correo, llegando a recoger los sufragios casa por casa en las áreas o barrios confinados; se ha multiplicado el número de mesas electorales ampliando la distancia entre ciudadanos y urnas; o se ha promovido que todo el mundo llevara el voto y el bolígrafo de casa- las cifras de nuevos casos, hospitalizaciones y muertes son de espanto: Portugal es, según Oxford, ahora mismo el país con más contagios y decesos por millón de habitantes del planeta. ¿Por qué, entonces, no se aplazaron los comicios? Porque era precisa una reforma constitucional, innegociable legalmente durante la permanencia del estado de alarma.
Pero votar al presidente de la República no es una cuestión baladí en Portugal. No es un cargo decorativo: además de ser el jefe del Ejército, puede disolver el Parlamento y nombrar al Primer Ministro, vetar leyes o declarar o derogar el Estado de Alarma como en el caso de la actual pandemia. Un presidente de Portugal puede colaborar u hostigar al ejecutivo de turno. Por eso, y a pesar de que la participación ha bajado 10 puntos por la covid, el 40% de los portugueses han acudido a su cita electoral.
Al que han reelegido los portugueses es al actual jefe del Estado, Marcelo Rebelo de Sousa, militante y fundador del Partido Socialdemócrata (PSD, centroderecha). El partido que es la oposición al del actual gobierno portugués, del socialista Antonio Costa. ¿Significa entonces que los ciudadanos del país vecino han votado por un cambio de ciclo político, por un presidente de la República que ponga en aprietos al gobierno progresista de Costa?.
Para alguien que quiera ver la política portuguesa con los parámetros y coordenadas de la política española, ésta sería una conclusión obvia. Pero nada más alejado de la realidad. Porque Marcelo Rebelo de Sousa, pese a ser el presidente que más leyes ha vetado en la historia (22), tiene una entente cordiale con el que fue su antiguo alumno en la facultad de Derecho de la Universidad de Lisboa y actual primer ministro António Costa, en el gobierno desde 2015.
De hecho y paradójicamente, los socialistas del Ejecutivo no han podido ocultar su preferencia por que saliera reelegido Rebelo da Sousa, frente a la que ha quedado segunda, Ana Gomes (13% de los votos), que aunque es diputada socialista, comparecía con el apoyo de otros dos partidos, Pueblo-Animales-Naturaleza (PAN) y Livre. El tercer puesto ha sido para el ultraderechista André Ventura con un 11,9% de los votos.
Rebelo de Sousa -Marcelo, como lo llaman todos en Portugal- es una figura política realmente atípica, investido con un aura de genuina campechanía. Este verano se vio al presidente de la República bajar al super, en bañador, a hacer la compra. Y poco después este anciano de 71 años se metía en el agua para ayudar a rescatar a dos bañistas en peligro en una playa del Algarve, al sur del país. Ahora todos lo han visto ponerse la vacuna con el torso desnudo. Su carisma se forjó durante sus 15 años de tertuliano en la televisión, donde llegó a entrevistar a Cristiano Ronaldo.
Pero Rebelo da Sousa, la figura más progresista del conservadurismo luso, hace y dice cosas que provocarían un aneurisma a cualquier político de la derecha española. Como cuando en abril de este año, a principio de la pandemia y la crisis, dijo que «en 2020 los bancos deberían tener cero beneficios», porque era el momento de que las entidades bancarias lusas devolvieran el rescate financiero que el pueblo portugués les prestó en la anterior crisis.
El presidente portugués encarna el espíritu de colaboración política que llevó al líder de la oposición portuguesa, Rui Rio (del PSD, el mismo partido que da Sousa) a decirle al socialista Costa, durante el Estado de Alarma: «Señor primer ministro, cuente con nuestra colaboración. Todo lo que nosotros podamos, ayudaremos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su suerte es nuestra suerte». ¿Se imaginan cuánto bien haría eso en España?
Este espíritu de unidad y cooperación en medio de la tempestad, es el que han premiado los portugueses en estas elecciones.