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¿Por quién doblan las campanas?

El concurso de firmas como Fagor contrasta con la euforia oficial y de algunos banqueros.

Prepárense para la rebaja de impuestos. Con la mitad de la legislatura vencida y las elecciones europeas y municipales a la vista, los políticos van a a tirar del recorte de tributos para ganar votos. Tampoco les queda otro remedio. No hay dinero para construir puentes, carreteras u hospitales y, si lo hubiera, probablemente estaría mal vista su inauguración, después de tanto despilfarro como hemos conocido.

El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, y la alcaldesa de la capital de España, Ana Botella, fueron los dos primeros en anunciar un recorte de los tributos. Los dos tienen las encuestas en contra y pueden quedar descabalgados en los próximos comicios. Les han seguido los presidentes de Extremadura, José Antonio Monago, y de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. Ambos están dispuestos a rebajar el tramo autonómico del Impuesto sobre la Renta, al igual que Ignacio González.

Esta semana, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, aprovechó el foro de la patronal del automóvil Anfac para prorrogar el plan PIVE y ayer, el director general de Tributos, Diego Martín Abril, dejó la puerta abierta a un reducción nada menos que del Impuesto de Sociedades. Una vieja aspiración de los empresarios, que representa un giro copernicano frente a las declaraciones y políticas aplicadas hasta ahora.

Un extraterrestre probablemente pensaría que alguien en el Gobierno se ha vuelto loco. Pero no es así. La euforia se está apoderando de los miembros del Gabinete de Rajoy, al ver como la economía comienza a sonreír. El pasado fin de semana tuve la ocasión de hablar con varios ministros sobre este asunto, así como con la vicepresidente, Soraya Sáenz de Santamaría, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Todos están encantados de haberse conocido. Todos reciben felicitaciones sobre la marcha de la economía española en sus viajes al extranjero.

¿Por quién doblan las campanas?inSharemenéameAmador G. Ayora (director de elEconomista)9:00 – 19/10/2013 Actualizado: 09:58 – 19/10/137 comentariosPuntúa la noticia :Nota de los usuarios: – (0votos)tagsMás noticias sobre:montoro-pensativo.jpgCristóbal MontoroEnlaces relacionadosMás en OpiniónkioscoEcoTablet – ¡Gratis en App Store!ecoTablet

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El concurso de firmas como Fagor contrasta con la euforia oficial y de algunos banqueros.

Prepárense para la rebaja de impuestos. Con la mitad de la legislatura vencida y las elecciones europeas y municipales a la vista, los políticos van a a tirar del recorte de tributos para ganar votos. Tampoco les queda otro remedio. No hay dinero para construir puentes, carreteras u hospitales y, si lo hubiera, probablemente estaría mal vista su inauguración, después de tanto despilfarro como hemos conocido.

El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, y la alcaldesa de la capital de España, Ana Botella, fueron los dos primeros en anunciar un recorte de los tributos. Los dos tienen las encuestas en contra y pueden quedar descabalgados en los próximos comicios. Les han seguido los presidentes de Extremadura, José Antonio Monago, y de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. Ambos están dispuestos a rebajar el tramo autonómico del Impuesto sobre la Renta, al igual que Ignacio González.

Esta semana, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, aprovechó el foro de la patronal del automóvil Anfac para prorrogar el plan PIVE y ayer, el director general de Tributos, Diego Martín Abril, dejó la puerta abierta a un reducción nada menos que del Impuesto de Sociedades. Una vieja aspiración de los empresarios, que representa un giro copernicano frente a las declaraciones y políticas aplicadas hasta ahora.

Un extraterrestre probablemente pensaría que alguien en el Gobierno se ha vuelto loco. Pero no es así. La euforia se está apoderando de los miembros del Gabinete de Rajoy, al ver como la economía comienza a sonreír. El pasado fin de semana tuve la ocasión de hablar con varios ministros sobre este asunto, así como con la vicepresidente, Soraya Sáenz de Santamaría, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Todos están encantados de haberse conocido. Todos reciben felicitaciones sobre la marcha de la economía española en sus viajes al extranjero.

Montoro se presenta a sí mismo como el Harry Potter de la economía, que logró la fórmula mágica para sacar a España de la depresión más profunda de su historia en democracia.

Si a ello se suman las palabras del presidente del Santander, Emilio Botín, («España está en un momento fantástico. Llega dinero de todas partes») la hemorragia de felicidad del mundo político financiero parece desbordante.

Convendría, sin embargo, moderar estas manifestaciones, porque con excepción de la bolsa, que bate semana tras semanas niveles récord, no existen síntomas económicos apreciables. La morosidad alcanza ya el 12 por ciento y los concursos de acreedores en las empresas están en el orden del día.

Si hace unas semanas Panrico solicitó el concurso de acreedores, esta le tocó el turno a Fagor. Dos marcas históricas, víctimas del gigantismo y de la ausencia de un consumo interno que las sustente.

El concurso de Panrico destapó una estructura directiva elefantiásica, con docena y media de coches para directivos y sueldos casi un 50 por ciento superiores al mercado. La cúpula de la sociedad, pese a los suculentos emolumentos, estaba cegada de soberbia y fue incapaz de comprender el daño que representaba la marca blanca.

El caso de Fagor es distinto. Ni sueldos de directivos disparados ni del personal laboral. La cooperativa de electrodomésticos del grupo cooperativo vasco se embarcó en una expansión internacional por Francia, China y América Latina, imposible de financiar con una caída permanente de ventas. Sobre todo, teniendo en cuenta que más del 60 por ciento van al mercado nacional. Ambos grupos están al borde de la liquidación si no resuelven pronto sus problemas.

El problema más extremo es el de Fagor, que acumula un pasivo de 1.110 millones, imposible de pagar en la coyuntura actual. Su caída supone un duro varapalo para el modelo empresarial desplegado en buena parte del País Vasco y admirado en el resto del planeta. Pero ya nadie se lleva las manos a la cabeza. Será un nombre más de una larga lista de sociedades de reconocido prestigio como Pescanova, Orizonia, La Seda, Sniace, Caramelo, Blanco o Victorio&Lucchino. Todas ellas son ya despojos por culpa del endeudamiento y la ausencia de proyecto.

Las mayores provisiones a la banca para la refinanciación de sociedades dudosas, exigidas por la troika a cambio de conceder 40.000 millones a las antiguas cajas, va a dar la puntilla a una parte del tejido industrial en horas bajas. Sería más prudente que banqueros y políticos no lanzaran aún las campanas al vuelo. Más bien, al contrario. El ciudadano piensa, como en la conocida novela de Ernest Hemingway, que es mejor que «nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: (quizá) doblan por ti». El desempleo sigue elevado y nadie conoce el ritmo al que se producirá la recuperación, ni si el efecto de la bajada de impuestos llegará a tiempo para salvar de la quema al Gobierno.

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