SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

¿Por qué nadie se opone a Angela Merkel?

Angela Merkel domina el arte de eliminar a sus adversarios o a sus críticos sin que se note lo más mínimo. Discreta y sonriente siempre, cuece sus venganzas a fuego muy lento. En la Cumbre de finales de junio parecía que había salido perdedora, vencida por el trío Hollande-Monti-Rajoy y por sus pretensiones de combinar austeridad con crecimiento. Incluso llegó a hacernos creer que también ella tenía entre sus prioridades el concepto “Wachstum” (crecimiento).

Tres meses después, y de cara al Consejo Europeo de mañana, la supuesta vencida ha marcado las líneas fronterizas sin consultar con nadie. Nada de hablar de crecimiento, cher François. Nada de Unión Bancaria rápida, querido Mariano… olvídate de que nos vayamos a hacer cargo de las deudas de tus Bankias y compañía… Nada de ver posibilidades teóricas de mutualizar deudas, Mario… Ahora toca -según Merkel- darle otra vuelta de tuerca a la Unión Fiscal, es decir, consolidar aún más si cabe esas reglas de contención del déficit y la deuda públicos, arrancando a los gobiernos de la Eurozona la última libertad a la hora de diseñar sus presupuestos. Que nadie se haga ilusiones de que vamos a aflojar precisamente ahora, se dice nuestra Kanzlerin.

Un insoportable paternalismo

Parece que a Alemania le da lo mismo que las calles en el sur de Europa estén a punto de ebullición, que la pobreza se extienda entre las sociedades europeas, que la economía alemana apenas vaya a crecer un 1% este año y el venidero. Ignora las opiniones de los expertos internacionales que aconsejan llevar adelante por encima de todo la Unión Bancaria para salvar al euro y plantearse nuevas quitas de deuda, no sólo en Grecia, sino tal vez en Portugal , Irlanda e, incluso, España. Se trata de humillar al trío Hollande- Monti- Rajoy dejando claro quién es el que decide de verdad en la Unión y qué forma adopta ésta de cara al futuro.

“No queremos dividir Europa”, afirmaba ayer Merkel en el Día de los Empresarios Alemanes. Pero, al afirmar esto, daba por hecho que el temor está ahí, que está justificado. Europa se divide entre buenos y malos alumnos de Alemania, y eso explica las referencias en estos últimos meses de Merkel en términos insoportablemente paternalistas a los esfuerzos que están realizando España, Portugal y Grecia para acoplarse a las exigencias alemanas. “Las reformas van más lentas de lo que nos habíamos planteado -precisaba la canciller- pero algo está cambiando en la manera de pensar común”.

Y es que Merkel elogia a esos países por cortesía como si fuera insoslayable y evidente que tuvieran que pasar forzosamente la reválida berlinesa, como si fuera la única posible, y con la promesa de que ganarán un premio de competitividad internacional que nadie sabe si será suficiente.

Wolfgang Schäuble, el ministro federal de Hacienda, ha dado nuevos detalles de esos planes destinados a controlar a los más díscolos dentro de la Unión Fiscal que pretende Berlín: el Supercomisario de Ahorro va a tener prerrogativas similares a las del Comisario Europeo de la Competencia, cargo ocupado en estos momentos por Joaquín Almunia, quien decide sobre temas trascendentales sin necesitar el voto o la aprobación del resto de sus colegas de la Comisión. Ese Supercomisario podrá tumbar y vetar los presupuestos generales de los países que han suscrito ese Pacto Fiscal; unos presupuestos que, en este caso, deberían ser corregidos por los respectivos parlamentos o gobiernos. Se propone también que determinadas decisiones que afectan sólo a países de la Eurozona y que tengan que ser refrendadas por la Eurocámara lo sean sólo con los votos de los europarlamentarios de los países que se verán afectados por esa medida. Es decir, ni los británicos ni los euroescépticos de cualquier pelaje frenarán esta Unión Fiscal a la alemana

Y así, poco a poco, sin voces disidentes, con el trío Hollande-Monti- Rajoy castigados de cara a la pared, avanza hacia una cierta integración económica una Europa zombi, dividida, con 25 millones de parados, teledirigida por una Angela Merkel que no puede caminar libremente y sin riesgos por las calles de varias capitales europeas y que el 12 de noviembre, cuando visite Lisboa, podrá comprobar in situ el afecto y la simpatía que despiertan sus medidas para cambiar nuestras vidas. Una Merkel cada vez más ciega frente a lo que es la realidad sufriente de Europa.

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