SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Por qué esta polí­tica económica conduce al fracaso

(…) La contracción crediticia actúa, en este sentido, a favor de obra, pero en lugar de convertir el ICO en un auténtico agente financiero del Gobierno, se ha optado por dotarle de escasos fondos y mantenerlo como un ente burocrático que está muy lejos de ser un canal de financiación para las pymes. Un auténtico banco público destinado, por ejemplo, a financiar hipotecas, recuperando la esencia del viejo -y benéfico- Banco Hipotecario, podría ser la solución. Y las entidades nacionalizadas que hoy están en el Frob podrían cumplir ese papel con su red de sucursales.El disparate llega al extremo en el caso del ‘banco malo’. El Gobierno pone en marcha un mecanismo, sin duda apropiado, para sacar el ladrillo del balance de los bancos, pero la fórmula está condenada al fracaso si, al mismo tiempo, las entidades financieras no prestan dinero para comprar viviendas. Lo que ocurrirá, sin duda, es que grandes fondos inmobiliarios -con las consiguientes ayudas fiscales- se harán con ese patrimonio, pero los nuevos hogares no podrán adquirir viviendas -o las alquilarán con un coste astronómico- por la existencia de precios desorbitados. Algún día, cuando mejore la actividad económica, sacarán los pisos al mercado, pero con precios notablemente más elevados. Negocio redondo.Existe un ránking muy ilustrativo de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que muestra como España ocupa la decimoctava posición mundial en cuanto a volumen de exportación de mercancías, pero, por el contrario, ocupa la decimoquinta en relación a las importaciones. Esta posición es, sin embargo, un espejismo derivado de la recesión, toda vez que en los últimos quince años España ha estado en el puesto diez u once. Esto significa que España ha creado muchos puestos de trabajo en el extranjero por no contar con una industria nacional competitiva capaz de atender la demanda interna. Ojo que no se trata en muchos casos de importaciones de alto valor añadido, sino de bienes de consumo que bien hubieran podido producirse en España.Es por lo tanto, un error llevarse por delante un tejido industrial -que bueno o malo es el único que tiene el país- sólo para lograr cumplir con el objetivo de déficit. Es como si el Gobierno se hubiera preparado para el combate del desequilibrio fiscal, pero hubiera olvidado que para combatir de forma eficaz en las trincheras del déficit es necesaria una intendencia que garantice el suministro. Sin logística -sin empleo- la guerra está perdida.Como han recordado algunos historiadores económicos al principio de la Gran Depresión los parados de larga duración buscaban empleo con entusiasmo y diligencia. Pero pasados unos meses sin lograrlo, tendían a desalentarse. Tras un año sin empleo algunos los seguían buscando, pero ya con desgana y sin mucha fe. Y después de dos años de paro, ya habían perdido toda esperanza. En realidad, habían quedado al margen del mercado de trabajo. Un riesgo cierto que existe en España -donde nada menos que el 30,2% de los parados lleva más de dos años buscando empleo- si en paralelo a los necesarios ajustes presupuestarios el país no pone manos a las obra sobre cómo generar actividad económica más allá de los recortes. Y no basta con una ley de emprendedores. Sin duda, necesaria.No parece, sin embargo, que ese sea el caso. La estrafalaria presentación de la enésima reforma educativa refleja la naturaleza del problema. Se presenta el proyecto de ley sin documentación técnica que avale los principios que la inspiran. Y el absurdo llega al cénit cuando el debate publico se centra en las relaciones entre el catalán y el castellano y si debe haber o no clases de religión en lugar de educación cívica. Es como si la futura ley de educación no tuviera nada que ver con el sistema productivo, lo cual pone de relieve el fango en que se ha metido este país, incapaz de centrar el debate en cómo crear puestos de trabajo en lugar de discutir sobre cómo destruirlos.

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