¡Hispanos!

Por fin… Balonmano

La Selección ha conseguido una victoria que marcará un hito en la historia de este deporte. Una oportunidad para el cambio

El segundo mayor éxito para el balonmano español, consiguiendo el segundo oro en un Mundial, tras el histórico de Túnez 2005. Ocho años después, los jugadores españoles se han ganado a pulso la segunda estrella en la camiseta de la Selección. Nadie puede negar que los “Hispanos” han firmado, en la final del Mundial, uno de los mejores partidos en la historia de este deporte.

La selección española desplegó un juego arrollador, pasando como una apisonadora sobre su rival, marcando una distancia sideral respecto a éste y cualquier otro oponente. Todos los aspectos del juego fueron llevados a una máxima expresión durante el encuentro, actuando como un cuerpo compacto y organizado, con inteligencia propia y colectiva.

La defensa neutralizaba, los contragolpes arrasaban. Los nórdicos se mostraron incapaces de reaccionar a partir del minuto 20 de juego.

Y lo mejor es que ninguno de los Hispanos sobresalió sobre el resto, el esfuerzo fue colectivo y totalmente sincronizado, anticipándose a su rival, midiendo a la agresividad, sabiendo presionar hasta la asfixia…

En ningún momento se sintieron cómodos en la victoria. El ímpetu de los españoles espoleaba su juego reinventando la misma táctica una y otra vez. Un muro de contención infranqueable dirigido por el portero, Sterbik que cada vez se agrandaba ante los daneses, por mucho que estuviera enfrente uno de los mejores jugadores del mundo.«Rápidamente se ha apagado la llama de una victoria imborrable «

Sin duda el público contribuyó formando parte del equipo con un jugador más que infundía energía sin descanso, retroalimentando cada gol que los Hispanos amartillaban en la portería danesa. Jugar en casa ayudó, pero sobretodo multiplicó el efecto de un juego armónico y tremendamente efectivo, en el que cada una de sus partes hacia lo que tenía que hacer.

Nadie imaginaba una final tan contundente, un partido perfecto de los españoles. Pero muchos son los que deseaban otra oportunidad para decir “ahora, ahora, el balonmano, ahora”.

Y lo cierto es que rápidamente se ha apagado la llama de una victoria que debe ser imborrable en la historia del balonmano. Parece evidente que en España la lucha directa con el fútbol por compartir algo de protagonismo es una pelea perdida, pero no parece justo que en tan poco tiempo el oro en el Mundial quede relegado casi al ostracismo por mucho clásico de fútbol que venga.

Una de las prioridades en este campeonato, el primero celebrado en España, era que el balonmano pudiera subirse a una ola de revitalización, por sí mismo y por los tiempos de crisis que vivimos. Pero parece ser que un oro conseguido de tal manera no es suficiente para hacer despegar un deporte en el que los Hispanos han demostrado ser capaces de ilusionar, crear espectáculo y ser ejemplo de juego a nivel mundial, tal y como ocurre en el fútbol.

Es necesario un trabajo por la base, una inversión que pueda enganchar y fidelizar a los más pequeños para que apuesten por esta disciplina en los colegios o en la escuelas deportivas.

Aunque todavía todo es posible, y estamos a tiempo de asistir a un incremento de las fichas federativas, sin la existencia de una política deportiva integrada ningún deporte puede hacerle sombra, o cuanto mínimo compartir protagonismo.

Con una nueva y creciente cantera, la afición crecería, el público se fidelizaría llenando los pabellones, y los clubes afrontarían la difícil situación que viven de otra manera. No solo por el efecto llamada para los patrocinadores, sino por las múltiples posibilidades que proporciona el seguimiento y apoyo popular de un deporte. Oportunidad, por otra parte, para buscar fórmulas diferentes de gestión y financiación, y para cuestionar el modelo deportivo basado en el hiperdesarrollo futbolístico y la televisión como centro de gravedad. Consideremos pues esto, dos aspectos paralelos, aunque independientes. Evidentemente, el balonmano aplaudiría una mínima transferencia de la atención mediática e inversionista de la que disfruta el fútbol, y al mismo tiempo, no padecer los males que aprisionan al fútbol, y que también sufre, aunque multiplicados, el balonmano. Una competición plagada de quiebras y colapsos de cantidad de equipos, y en el caso del fútbol, bicéfala a golpe de talón.

Escribía recientemente Jorge Dargel: “A día de hoy, pocos clubes, por no decir ninguno, pueden sobrevivir de la aportación de los socios. Por este motivo, las entidades también necesitan buscar fórmulas para atraer no sólo la atención del aficionado, sino también al no seguidor de este deporte. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pues bien, no hay peor espejo que un pabellón semivacío. ¿Qué sponsor o qué medios se van a hacer eco de una disciplina que no lleva gente a las pistas? Aquí también entran en escena los dirigentes de las propias entidades y del balonmano, que parecen más preocupados por sus propios intereses que por el bien común”. «No se puede dejar pasar esta oportunidad para el deporte español»

Observando las audiencias en televisión, como por ejemplo los de la final (casi 3,5 millones de espectadores de media) los datos son claros. El balonmano interesa si se le da la oportunidad. Sea en parte por el apoyo a una selección nacional, o en parte por la importancia de la final, lo cierto es que tan apasionante con el fútbol, puede presentarse la liga ASOBAL. Como seguía diciendo Dargel: “si tú acostumbras al televidente a ver un deporte espectacular, termina gustándole, ¿o es que la Fórmula 1, por poner un ejemplo, estaba de moda en la década de los 90?”

No se puede dejar pasar esta oportunidad para el balonmano, ni para el deporte español en general. Porque si el balonmano, un deporte minusvalorado y relegado en las pantallas, consigue abrirse paso, mostrar un juego líder a nivel mundial, y hacerlo en base a principios paralelos, cuando no idénticos, a los de la selección de fútbol, ¿por qué no hacerlo en muchas otras disciplinas?

Algunos dirán, y con razón, que el deporte está como está el país, y tienen razón, porque los de arriba y los de abajo van paralelos en todos los aspectos del desarrollo de nuestro país. Una inagotable energía y capacidad de superación colectiva, frente a un bloque de cemento armado sobre nuestras cabezas que impide el desarrollo, o todo el desarrollo del que somos capaces.

No estamos solo ante la oportunidad de revitalizar el balonmano, sino de empezar a tomas conciencia de las posibilidades de transformar el modelo de gestión deportiva, para convertir a España en una potencia en muchos otros deportes. Si no que se lo digan a nuestros olímpicos, que tras las Olimpiadas se convirtieron en ecos de una desatención, en ocasiones, insufrible.

El deporte no puede estar guiado por el máximo beneficio, ni ser utilizado para otros “menesteres” que no sean los estrictamente deportivos. Aprovechemos la relación inversamente proporcional que existe entre el empeño de nuestros deportistas y la calidad de la gestión deportiva, para abrir un profundo debate sobre qué tenemos, y por qué, y qué queremos… por las mismas razones.

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