Las fricciones entre Varsovia y Bruselas han sido una constante en los últimos años, pero nunca habían llegado tan lejos. La sentencia del Tribunal Constitucional polaco -que da la razón a un requerimiento del partido gobernante, los ultraconservadores Ley y Justicia (PiS)- dictamina que varios artículos de los tratados de la UE son inconstitucionales en Polonia. Al hacerlo, lanza un misil contra uno de los pilares fundamentales de la UE: la primacía del derecho comunitario sobre el nacional. Esta declaración de guerra jurídica pone al país cerca del «Polexit», la eventual salida de la UE.
El Tribunal Supremo de Polonia ha cruzado el Rubicón. Todo empezó cuando en marzo pasado, el primer ministro Mateusz Morawiecki de la ultracatólica Ley y Justicia solicitó a la máxima autoridad judicial de su país que se pronunciara sobre la compatibilidad de varios reglamentos comunitarios con el orden constitucional polaco y la obligación de los tribunales nacionales de acatar las sentencias del Tribunal de Justicia europeo. La respuesta, dando la razón a Varsovia, aboca al choque de trenes jurídico y político, pues desafía abiertamente un pilar de la arquitectura de poder de la UE, del que dependen cuestiones tales como la existencia de un mercado interior (sometido a las mismas leyes), la cooperación judicial entre los Estados miembros y, sobre todo, la aplicación de las normativas y directrices comunitarias en todo el territorio de los 27.
La rebelión del Supremo polaco tiene un primer trasfondo. El gobierno ultraconservador lleva años maniobrando para controlar férreamente al poder judicial: imponiendo una «sala disciplinaria» en el Supremo polaco para meter en cintura a los jueces díscolos con el gobierno, o imponiendo traslados forzosos de los mismos. Todo ello en un contexto donde el gobierno ultra de Morawiecki está recortando gravemente las libertades y derechos civiles de amplias capas de la población, atacando el derecho al aborto de las mujeres o al colectivo LGTBI.
La existencia de amplios sectores de la clase dominante y de la opinión pública polaca partidarios de la permanencia en la UE hacen que el curso más probable de los acontecimientos no pase por una marcha real hacia el «Polexit»
Trasfondo geopolítico
Pero aún más importante para comprender esta batalla es el trasfondo geopolítico. Polonia forma parte, junto con Hungría, República Checa y Eslovaquia, del llamado «Grupo de Visegrado». Cuatro países con gobiernos ultraconservadores que en el último lustro -con el indisimulado apoyo y patrocinio de la administración Trump en EEUU- han protagonizado numerosos choques con la Comisión Europea, pero sobre todo con las potencias dominantes en la UE: Alemania y Francia.
Ahora Varsovia y el resto de sus compañeras de Visegrado no tienen en la Casa Blanca un gobierno que promueva activamente el deshilachado de las costuras de la Unión Europea, pero continúan sosteniendo su pulso contra Bruselas, Berlín y París. Otra prueba de que hay ‘trumpismo’ más allá de Trump.
Pero también es posible que, en esta pugna, Polonia trate de hacer valer ante los centros de poder hegemonistas su valor como frontera oriental de la OTAN. Por razones históricas, este país es uno de los bastiones más firmemente anti-rusos con los que Washington cuenta en Europa del Este.
En unos momentos en los que -debido a la crisis energética y a que el suministro de gas a la UE pasa por Rusia- Alemania o Francia se muestran reticentes a seguir a pies juntillas a Biden en su cada vez mayor hostilidad contra China y Rusia, países como Polonia se muestran partidarios de un encuadramiento sin fisuras en la estrategia de Washington. Polonia es la base desde la que operan los opositores al gobierno bielorruso de Lukashenko, vasallo del Kremlin.
Bruselas saca sus “instrumentos de tortura” financieros
Bruselas -y detrás de ella el poderoso «eje francoalemán»- está desplegando todo su instrumental de presión política, diplomática… y financiera contra el díscolo Estado polaco. Las multas para obligar al gobierno a acatar la sentencia europea que declara ilegal el régimen disciplinario de la magistratura polaca van a multiplicarse. Pero sobre todo Bruselas cuenta con la enorme palanca de bloquear los cuantiosos Fondos Next Generation UE que corresponden a Polonia: 36.000 millones de euros que Varsovia necesita para reactivar una economía tocada tras la pandemia.
La existencia de amplios sectores de la clase dominante y de la opinión pública polaca partidarios de la permanencia en la UE (y la ausencia de un centro de poder hegemonista que aliente esta fractura, como ocurrió en el Brexit) hacen que el curso más probable de los acontecimientos no pase por una marcha real hacia el «Polexit», pero es cierto que esa posibilidad se ha puesto encima de la mesa.