«A principios de junio, Islandia inició un juicio contra el ex primer ministro conservador Geeir H. Haarde por su decidida contribución a la tarea de transformar una isla envidiada por el resto del mundo en un país en el que el Gobierno pretendía que cada familia pagara 50.000 euros para saldar la deuda de sus bancos quebrados. «Todo esto no ha pasado solo en Islandia. En EEUU y en Europa también ha habido ladrones que nos han estafado», dice este activista de 65 años, impulsor de las protestas que acabaron con la élite que había mandado en Islandia durante años.»
Los banqueros no son los únicos destinatarios del monumental enfado de Torfason. Los olíticos entran en el mismo saco. Cuando se le pregunta si el exprimer ministro debe ser encarcelado, no duda ni un instante. "Por supuesto. Él sabía lo que iba a pasar ocho meses antes de que llegara el crash y no hizo nada para impedirlo. Pero no es el único que debe ir a la cárcel. Todos los que participaron en esto, todos los banqueros deben pagar. No se trata de venganza, sino de justicia". (EL PAÍS) LA VANGUARDIA.- La indignación generalizada y global es expresión de un malestar, ya insoportable, frente a las desigualdades. Pero muchos han empezado a actuar fuera de lo previsto dentro de los cauces establecidos, como si se tratara de una impugnación radical: por ahí está, tal vez, la novedad. No son nihilistas ni tampoco salvajes, como cierta prensa inglesa ha generalizado con un adjetivo infame, feral. "El problema –como ha escrito David Harvey– es que vivimos en una sociedad donde el capitalismo se ha convertido en desenfrenadamente salvaje". Y Franco Berardi reconocía: "La generación precaria ha sido expropiada de todo, también de su futuro". Esto es lo que hay. Se les puede echar encima toda la policía del mundo. Pero eso, y más vale que se sepa cuanto antes, no sirve de nada. EL MUNDO.- «Si ese chaval sigue imprimiendo dinero entre ahora y las elecciones, no sé cómo le trataríais en Iowa, pero en Texas le pasaría algo feo. Imprimir más dinero para hacer política en este momento de la Historia de EEUU es casi traición, o traición, en mi opinión». Con esa sutileza se ha referido a Bernanke uno de los principales candidatos republicanos a la presidencia en 2012, el gobernador de Texas, Rick Perry. Como referencia legal, cabe reseñar que en EEUU la pena por traición oscila entre cinco años y ejecución. Como referencia histórica, que Kennedy desoyó la advertencia de que no fuera a Texas en noviembre de 1963 porque «le iba a pasar algo feo», y regresó de ese Estado con dos balazos en el cuerpo. Entrevista. El País Políticos y banqueros, a la cárcel Luis Doncel Hördur Torfason sonríe cuando le hablan de la admiración que despierta su país, el único que ha decidido que los responsables de esta larguísima crisis purguen sus pecados. Y que lo hagan en la cárcel. A principios de junio, Islandia inició un juicio contra el ex primer ministro conservador Geeir H. Haarde por su decidida contribución a la tarea de transformar una isla envidiada por el resto del mundo en un país en el que el Gobierno pretendía que cada familia pagara 50.000 euros para saldar la deuda de sus bancos quebrados. "Todo esto no ha pasado solo en Islandia. En EEUU y en Europa también ha habido ladrones que nos han estafado", dice este activista de 65 años, impulsor de las protestas que acabaron con la élite que había mandado en Islandia durante años. "Cada sábado, varios miles de personas nos manifestábamos frente al Parlamento. Antes de irnos a casa, preguntaba a la gente si quería volver la semana siguiente. Siempre respondían que sí. Así lo hicimos", recuerda Torfason en Madrid. Ha viajado aquí invitado por los jóvenes indignados del 15-M, que escuchan boquiabiertos su relato. Las protestas pedían algo muy ambicioso: que se fueran todos los que mandaban. Gobierno, responsables del banco central y del supervisor financiero… Sorprendentemente, lo consiguieron. El actor reconvertido en líder social cuenta que su biografía tiene mucho que ver con lo que hizo durante esos meses tumultuosos en Reikiavik. "Cuando tenía 20 años me ofrecieron un buen puesto en una empresa. Lo pensé una semana y llegué a la conclusión de que un trabajo así me obligaría a hacer muchas cosas que no quería. Eran los años sesenta, y probablemente habría tenido que casarme con una mujer que hiciera de coartada en la oficina", recuerda Torfason, que más tarde se involucró en el movimiento de liberación gay. La locura colectiva se apoderó de los islandeses durante los años de bonanza. Un país con 310.000 personas se convirtió en el segundo comprador mundial de la marca de lujo Bang & Olufsen, tan solo por detrás de Rusia, con casi 140 millones de habitantes. "Mi marido y yo queríamos cambiarnos de casa y entonces fui a pedir información al banco. Antes de abrir la boca, el empleado me dijo que podía irme de la oficina con una cantidad indecente de dinero en mi bolsillo. Los bancos hicieron todo lo posible para que la gente se endeudara por la mayor cantidad posible. Te ofrecían una soga para ponértela alrededor del cuello", asegura. Tras el sueño de la abundancia, el país se dio de bruces con la dura realidad: la inflación y el paro se desbocaron; al contrario que la corona y el PIB, que se desplomaron. Una inmensa oleada de furia y frustración inundó la isla de orgullosos vikingos. Pero, ¿no cree que también tienen su parte de responsabilidad los ciudadanos que veían como héroes nacionales a los tiburones de las finanzas y querían cada vez más casas, más iPhones y más de todo? "No me gusta verlo de esa forma. Nos convencieron de que vivíamos en el país más feliz del mundo. Parecía que nada malo nos podía ocurrir. Nos engañaron de forma sistemática", responde. Los banqueros no son los únicos destinatarios del monumental enfado de Torfason. Los políticos entran en el mismo saco. Cuando se le pregunta si el exprimer ministro debe ser encarcelado, no duda ni un instante. "Por supuesto. Él sabía lo que iba a pasar ocho meses antes de que llegara el crash y no hizo nada para impedirlo. Pero no es el único que debe ir a la cárcel. Todos los que participaron en esto, todos los banqueros deben pagar. No se trata de venganza, sino de justicia". Torfason asegura que sería capaz de perdonar si todo este caos se hubiera debido a un error. Pero no fue así. "Lo hicieron a sabiendas del daño que podían causar. Vamos a demostrarlo en el juicio". ¿Y cómo se puede probar eso? "Estamos trabajando en ello". EL PAÍS. 22-8-2011 Opinión. La Vanguardia Alguna cosa está pasando Xavier Antich El dinero no es respetado en ninguna parte, ni por los que lo tienen ni por los que carecen de él". Lo decía el comité invisible, un colectivo que firmó en el 2007 un texto importante, publicado en París, al que conviene volver ahora si se quiere entender alguna cosa de los recientes disturbios en Inglaterra. Su título traducido: La insurrección que llega (Melusina). El libro apareció tras el incendio social en las banlieues en otoño del 2005, y anunciaba el tono de lo de ahora: en Grecia, Egipto, España, Israel, Reino Unido… No se trata en absoluto de reducir a un denominador común realidades complejas que tienen su particularidad propia. Pero algo nuevo está pasando por ahí. El tono del libro podía concentrarse en estas líneas: "Estamos hartos de la economía. Tras generaciones en las que se nos ha disciplinado, se nos ha pacificado, en que se había hecho de nosotros los sujetos naturalmente productivos, satisfechos de consumir. Y he aquí que se revela aquello que estábamos tratando de olvidar: que la economía es una política. Y que esta política, hoy, es una política de selección en el seno de una humanidad convertida, masivamente, en superflua". De ahí a la indignación de los focos de conflicto actuales se traza una línea continua que permite algunas claves. Pues de lo que se trata es de comprender lo que pasa. No basta la condena moralista de ciertas actitudes. En ausencia de sintomatología, no hay diagnóstico posible. Y en la búsqueda del diagnóstico, dos datos parecen relevantes. Primero. Las voces más lúcidas del análisis social están alertando, en los últimos años, sobre un hervidero peligroso provocado por las crecientes desigualdades económicas a escala global y en el interior de ciertas sociedades. Nos referimos, por ejemplo, al sociólogo Marc Hatzfeld, autor de La cultura de los suburbios (Laertes), quizás el estudio más solvente de las microsociedades surgidas en el entorno de las periferias metropolitanas de hormigón creadas para alojar a la inmigración, las clases trabajadoras y el actual subproletariado. O a Loïc Wacquant, profesor en la Universidad de California en Berkeley y autor de diversos trabajos de referencia: Las dos caras de un gueto: Ensayos sobre marginalización y penalización; Los condenados de la ciudad: Gueto, periferias y Estado (ambos en Siglo XXI); Parias urbanos: Marginalidad en la ciudad (Manantial). Y, por supuesto, a la economista Esther Duflo, profesora en el MIT y coautora de un texto reciente imprescindible: Poor economics: A radical rethinking or the way to fight global poverty (PublicAffairs). Son sólo algunas voces, de gran cualificación, que alertan sobre los peligros de la extensión de la pobreza y del aumento de la desigualdad, al tiempo que sugieren ciertas líneas maestras de las únicas políticas posibles que pueden evitar la generalización de un conflicto a todas luces inminente. Segundo. Es difícil acometer el análisis objetivo de las revueltas actuales si no es con una cierta distancia temporal que permita, con todos los matices diferenciales y geopolíticos que sean necesarios, ubicarlas en el contexto de un nuevo ciclo de protestas globales. Y, para ello, no está de más recordar el ciclo que precedió a los conflictos actuales: el que va de Seattle a Génova. Se inauguró en otoño de 1999 en Seattle, contra la Organización Mundial del Comercio, y empezó a extinguirse en el 2001 en Génova (con la muerte por tiros de la policía del activista Carlo Giuliani) y Barcelona (con la cancelación de la cumbre del Banco Mundial). El ciclo de la alterglobalización estuvo marcado por una cierta ambición utopista y por la reapertura de ciertos horizontes de transformación social. Su lema, "Otro mundo es posible", podría resumir bien el espíritu crítico de hace una década: pensar la alternativa a un sistema manifiestamente injusto. Algunas de sus propuestas siguen todavía en saco roto: la tasa Tobin para transacciones financieras globales; la supeditación de las estrategias económicas multinacionales al control político democrático; el establecimiento del índice de desarrollo humano (IDH) frente al PIB como indicador del estado de una colectividad… El fracaso de aquel ciclo ha dado lugar, una década después, a este otro. Más violento en ocasiones y sin duda menos dialogal; más, podría decirse, de acción directa, debido a la desconfianza en las alternativas generadas por el sistema. O dicho con brocha gorda, y disculpen: más modelo intifada que Woodstock. Pues la indignación generalizada y global es expresión de un malestar, ya insoportable, frente a las desigualdades. Pero muchos han empezado a actuar fuera de lo previsto dentro de los cauces establecidos, como si se tratara de una impugnación radical: por ahí está, tal vez, la novedad. No son nihilistas ni tampoco salvajes, como cierta prensa inglesa ha generalizado con un adjetivo infame, feral. "El problema –como ha escrito David Harvey– es que vivimos en una sociedad donde el capitalismo se ha convertido en desenfrenadamente salvaje". Y añadía: "Esta es la nueva normalidad en la que vivimos. Esto es lo que la siguiente gran comisión de investigación debería abordar". Y Franco Berardi reconocía: "La generación precaria ha sido expropiada de todo, también de su futuro". Esto es lo que hay. Se les puede echar encima toda la policía del mundo. Pero eso, y más vale que se sepa cuanto antes, no sirve de nada. LA VANGUARDIA. 22-8-2011 Crisis. El Mundo La división política atenaza a EEUU Pablo Pardo Los republicanos radicalizan su oposición a que la Reserva Federal lance otro plan de estímulo para evitar la recesión. Desde febrero, las acciones del gigante de los cristales Corning Glass han caído un 38%, debido a la menor demanda de televisiones de pantallas de plasma. Pero la semana pasada, el director financiero de la empresa, James Flaws, puso 700.000 dólares de su bolsillo y compró 75.000 acciones a 13,50 dólares (9,37 euros) cada una. La tesis de Flaws es que Corning va a subir. Muchos otros directivos opinan lo mismo de sus empresas y están aprovechando la crisis para comprar. No les faltan razones. Google y Apple, tienen unos PER de 12 y 11,4 respectivamente, menos de la mitad de lo habitual. El PER es el número de veces que el precio de la acción contiene el beneficio de la empresa dividido por el número de títulos. Así que los directivos de las empresas confían en ellas. Ahora bien ¿confía el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, en la economía estadounidense? La respuesta la tendremos el viernes, en Jackson Hole, un valle en las Montañas Rocosas en el que veranean, entre otros, el actor Harrison Ford, el ex presidente del Banco Mundial James Wolfensohn, y el ex vicepresidente de EEUU Dick Cheney. Ese día, Bernanke participa en el Simposio de Política Económica que desde 1978 organiza allí la Fed, al que también asistirá el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet. Aunque ambos hablarán de la crisis europea, lo que los mercados quieren saber es si el presidente de la Fed hará como hace un año, cuando anunció en Jackson Hole una relajación cuantitativa, es decir, la creación de dinero por 600.000 millones de dólares (416.000 millones de euros) para estimular la economía. Más dinero para crecer Desde que la relajación cuantitativa acabó el 30 de junio, la renta variable ha destruido 2 billones de euros de valor -aunque todavía está casi 700.000 millones por encima de hace un año- ante el temor de que EEUU y la UE vuelvan a caer en recesión. La semana pasada, el 60% de los gestores de fondos de dinero sondeados por Merrill Lynch -la división de banca de inversión de Bank of America- preveían una nueva relajación cuantitativa. El problema, sin embargo, va más allá de la economía. Al crear dinero virtualmente de la nada y comprar deuda pública con él -que así es como inyecta la Fed liquidez en una estas operaciones- el banco central pone más dólares en el mercado. A más dólares, más crecimiento -en teoría-, pero también más inflación. Y también más posibilidades de que Barack Obama sea reelegido. Y eso es algo que para un Partido Republicano que ha optado por la ultraderecha de cara a 2012 es, literalmente, un crimen. «Si ese chaval sigue imprimiendo dinero entre ahora y las elecciones, no sé cómo le trataríais en Iowa, pero en Texas le pasaría algo feo. Imprimir más dinero para hacer política en este momento de la Historia de EEUU es casi traición, o traición, en mi opinión». Con esa sutileza se ha referido a Bernanke uno de los principales candidatos republicanos a la presidencia en 2012, el gobernador de Texas, Rick Perry. Como referencia legal, cabe reseñar que en EEUU la pena por traición oscila entre cinco años y ejecución. Como referencia histórica, que Kennedy desoyó la advertencia de que no fuera a Texas en noviembre de 1963 porque «le iba a pasar algo feo», y regresó de ese Estado con dos balazos en el cuerpo. Además, hay problemas económicos para Bernanke. La inflación ha pasado este año del 0,8% al 3,6%. Por un lado, la inflación de EEUU es del 3,6%. En esa situación, imprimir más dólares sería como añadir gasolina a un incendio. Pero hay también un argumento opuesto: la crisis de los mercados se alimenta a sí misma, y lo que empezó como un problema financiero se puede convertir en una crisis de la economía real, a medida que las noticias sobre los batacazos de las Bolsas hacen que la gente no consuma y que las empresas no inviertan. De hecho, un estudio del gabinete de psicología Decisión Research revelaba esta semana que nada menos que el 89% de los inversores creen que no tienen ninguna «influencia o control» sobre sus finanzas, mientras el 84% afirmaba que no tiene «ninguna confianza» en sus bancos y brokers. Precisamente ayer, el vicepresidente de EEUU, Joe Biden, pidió a China una mayor confianza en la deuda de la que, recordó, todavía es la «primera» economía mundial y subrayó la solvencia del país. «EEUU nunca ha incumplido ni incumplirá el pago de su deuda», recordó desde la Universidad de Sichuan (Chengdu), informa Reuters. Y añadió: «los estadounidenses somos dueños de un 87% de todos nuestros activos financieros y de un 69% de nuestros bonos del tesoro, mientras que China posee un 1% de nuestros activos financieros y un 8% de nuestros papeles del Tesoro» EL MUNDO. 22-8-2011