Juan Carlos Torres

Polifemo fonético

El compositor y poeta Juan Carlos Torres, miembro fundador de los Ateneos21, estrena una obra en el Festival internacional de música contemporánea de Madrid COMA’23

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«En arte, detrás del supuesto elitismo, siempre hay un poder que quiere limitar el conocimiento y la libertad»

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Has estrenado recientemente una obra para guitarra en el Festival de música contemporánea de Madrid. ¿Cómo surgió el proyecto?

Yo hice la carrera de guitarra, pero aún no había compuesto ninguna obra de creación para el instrumento, salvo música incidental para algunas obras de teatro. El año pasado estaba impartiendo un seminario para profesores sobre música contemporánea, y un guitarrista estupendo que asistía, José Antonio García Fuertes, habitual intérprete del festival, me lanzó el guante y me puse manos a la obra.

La obra tiene un título muy sugerente, “Polifemo fonético”. Háblanos un poco de ella.

Aunque ahora no estoy en activo como guitarrista, sí conozco bien el instrumento, y de entrada la idea era buscar otra guitarra que aún no conocía, una poética sonora alejada de los convencionalismos adquiridos y de mi propia experiencia como intérprete. Se trataba de encontrar otro vocabulario sonoro (tirando de esa idea de la guitarra como orquesta en miniatura) lo que implicaba también, necesariamente, otra técnica de ejecución instrumental, lo que ha significado un reto para el músico.

Y el título, ¿a qué hace referencia?

Pues surge de una metáfora bellísima de Lorca (que está en unos versos de “El poema del cante jondo”), y que transforma la guitarra en un “Polifemo de oro”. De pronto la boca del instrumento es un gran ojo, las cuerdas doncellas abrazadas por Polifemo… Esta referencia nos conecta con el mito y también con una tradición guitarrística, porque es una imagen muy conocida en el mundo del instrumento. Pero el giro se produce en “fonético”. Ahí yo imagino otro contexto, donde Polifemo es una criatura que ha sido expulsada de la leyenda, que vaga por nuestra ciudad contemporánea (como un personaje de Beckett), y que busca su abecedario, su vocalidad fonética. Y es esta idea la que inspira, en un sentido poético, la exploración sonora de la obra.

Debe ser complicado traducir en sonidos eso que cuentas…

Bueno, las ideas poéticas son solo estímulos, que de alguna forma te predisponen a buscar en una u otra dirección. Pero el trabajo netamente compositivo tiene sus propias leyes. Como en cualquier trabajo creativo hay que arremangarse, y trabajar con la materia del sonido una y otra vez, hasta que encuentras eso que no habías pensado, y tienes esa sensación increíble de que te estaba esperando. Luego hay que estructurar los diferentes elementos en el discurso general, y ajustarlos para que sean realizables por las manos del intérprete, no vaya a ser que te mande a paseo (risas)…

Háblanos un poco del festival. Al menos a nivel de medios de comunicación no parece muy conocido…

Pues este año era ya la 25º edición. El festival, pese a recortes de presupuesto, pandemias y demás, ha resistido como una de las propuestas más estables de Madrid, que permite a muchos compositores y compositoras actuales mostrar y difundir su música.

Respecto a su difusión mediática, estamos siempre en lo mismo. Toda la cultura que se sale de los cauces comerciales, o de los más que limitados criterios de los grandes medios, tiene necesariamente un eco reducido, pero no por razones intrínsecas, sino porque carece de una infraestructura de desarrollo.

Pero de todas formas, este mundo de la música contemporánea y experimental sigue siendo un poco selectivo, ¿no?

Tan selectivo como pueda ser acercarse al surrealismo de Poeta en Nueva York, que es un poemario muy difícil si uno lo lee por primera vez, o escuchar la novena de Beethoven completa. ¿Cuántas veces hay que leer esos poemas, o escuchar esa sinfonía, para entrar realmente en su mundo?

En cualquier caso, en la llamada “música clásica contemporánea” el problema se multiplica porque, insisto, la inversión y la difusión están bajo mínimos. El viejo cuento de que es selectiva o elitista lo arrastramos desde las vanguardias de entreguerras. Pero lo cierto es que siempre que ha habido inversión, medios y calidad el público ha respondido y ha crecido. Hay muchos ejemplos de esto en nuestro país y en todo el mundo.

La curiosidad, el riesgo y las ganas de conocer cosas nuevas forman parte de lo humano. En arte, detrás del supuesto elitismo, siempre está un poder que quiere limitar el conocimiento y la libertad de la gente.

Entiendo tu razonamiento, pero también es cierto que cuando la gente escucha ese tipo de música, sea por desconocimiento o falta de costumbre, puede echarse para atrás…

Te voy a contar una experiencia personal de la que he aprendido mucho. En mi trabajo como profesor imparto desde hace muchos años un taller práctico de música contemporánea. Los alumnos vienen con curiosidad, pero también con el escepticismo de si ellos podrán entender o tocar músicas de vanguardia del siglo XX. El proceso siempre se repite: del extrañamiento inicial, pasan poco a poco a familiarizarse y finalmente aprecian y disfrutan de ello, no solo porque han ampliado su visión de la historia de la música, sino porque han desarrollado nuevas formas de expresión musical y personal.

Cuando en los conciertos de fin de curso vienen sus familias y amigos, que desconocen este tipo de repertorio, son muchos los que dicen “no pensaba que esto me iba a gustar”.

En fin, para que el arte pueda transformar nuestra percepción, nuestra conciencia, ya sea arte contemporáneo o más clásico, hace falta formación, continuidad, también esfuerzo, sin duda una forma atractiva de presentarlo al público, pero sobre todo, ganas de dejarse sorprender.

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