sanidad

polémica sobre la vacuna del papiloma

Este evento está poniendo el peso en la prevención del cáncer de cérvix mediante una campaña de información sobre el virus del Papiloma Humano, VPH, y la necesidad de los cribados. Pero este año, además de la información se pone el peso en la vacunación. No en vano, este es un evento apoyado por los laboratorios Glaxo GlaxoSmithKline, el fabricante británico de la vacuna Cervarix. Sin embargo no todos están de acuerdo que la vacunación sea en nuestro paí­s necesaria.

En Esaña, la incidencia del cáncer es de 7,6 por cada 100.000 mujeres, más baja que en cualquier otro otros países del entorno. Cada año se dan 500.000 casos de lesiones de bajo grado que necesitan seguimiento y 16.000 casos de lesiones precursoras del cáncer que tienen que ser operadas. El cáncer invasivo es dianosticado a 2.000 mujeres anualmente, y 900 mueren por su causa. Estamos hablando en definitiva de que el cribado y seguimiento que se hace en España permite que una de cada 1030 mujeres a la que se le diagnostica una lesión muera. Una cifra que hay que reducir mucho más. Efectivamente, en un estudio hecho sobre casi seis mil mujeres españolas, poco más del 9% conocían la existencia del virus y sus enfermedades asociadas. Hay que incrementar la labor informativa y prevención. Pero, ¿y de vacunación? Recientemente ha aparecido un manifiesto en la página de la asociación CAPS (http://www.caps.pangea.org) pidiendo una moratoria en la aplicación de la vacuna del virus del papiloma humano en España. Según la declaración firmada por 7300 personas entre los que constan catedráticos de Salud Pública o Medicina preventiva, investigadores, médicos, otros profesionales sanitarios y de diferentes ámbitos y particulares la decisión del ministerio de Sanidad “se ha tomado a pesar del alto precio de las dosis y de las dudas más que razonables sobre su eventual capacidad y eficiencia para prevenir un número sanitariamente relevante de muertes por cáncer de cérvix en mujeres españolas, comparado con las actuales prácticas preventivas.” Los motivos principales que se aducen es que prevenir una sola muerte por cáncer de cérvix, entonces, habrá costado al SNS 8 millones de euros dentro de 30 años que es cuando se verán los efectos de las vacunas aplicadas en la actualidad. De hecho, los firmantes afirman que no hay evidencia científica de que la vacuna tiene efecto alguno sobre la prevención del cáncer puesto que esto tarda en comprobarse un tiempo superior al de los ensayos puestos en marcha. “El ensayo que más tiempo de seguimiento ha tenido hasta ahora ha sido de 6 años (y es un ensayo de fase II) y el ensayo en fase III con mayor seguimiento hasta ahora tiene tan sólo 3 años. Dado que el cáncer que se pretende prevenir tarda 30, 50 o más años en desarrollarse, la brevedad de los ensayos es obvia. Por tanto, hará falta aún bastante tiempo para ver si las personas vacunadas en los ensayos clínicos desarrollan o no menos cánceres que las no vacunadas.” Si bien la eficacia económica se debe tener en cuenta no puede ser el factor principal. Es desproporcionado ocho millones de euros para salvar una vida, pero esa vida hay que salvarla. Partiendo de ahí el texto pone de manifiesto dos contradicciones ante los que sí hay que tomar conciencia y que hacen de esta denuncia una alerta que no hay que desoir y por la que exigir medidas. Una es que hace falta evaluar en qué medida la mejora de los sistemas actuales de prevención y detección precoz de las lesiones (que por cierto no se anulan por el hecho de estar vacunada) pueden jugar en una enfermedad tal como esta (de un curso muy lento) y en un país como el nuestro en el que la incidencia es de las más bajas) para conseguir los efectos esperados de la vacuna. La segunda es que la industria farmacéutica lleva años practicando el llamado “disease mongering -invención o exageración de enfermedades para introducir luego un producto farmacéutico han sido criticadas duramente y con toda razón desde la deontología publicitaria por el abuso de la buena fe y de la aspiración a no sufrir enfermedades que naturalmente tienen la población y los políticos, a menudo legos en cuestiones sanitarias. Casos anteriores, como el reciente escándalo de la terapia hormonal sustitutoria ante la menopausia y la evidencia de que la industria escondió a la opinión pública durante 30 años graves efectos secundarios del tratamiento de lo que consideran una “enfermedad previamente inventada”. Por estas dos razones, y por las expectativas creadas entorno a la vacuna, es necesario responder a las críticas o aceptar la moratoria por el bien de la salud general.

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