Argentina y Rusia estafaron a sus acreedores, pero sin duda nadie esperaría eso de Estados Unidos, Japón o Gran Bretaña. Bueno, todavía es algo de un alcance muy, muy lejano, pero ya no es del todo inimaginable. Los gobiernos de los países ricos se han endeudado tanto que es concebible que un día el doble supuesto subyacente de su deuda creciente (que los prestamistas seguirán prestando y que los gobiernos seguirán pagando) pudiera colapsar. ¿Qué sucedería entonces?
A esar de los enormes déficit, las tasas de interés en 10 años de los bonos del Tesoro han oscilado alrededor de 3,5%. En tiempos de crisis financiera, los inversionistas han buscado el santuario aparente de los bonos del gobierno. Pero la conclusión correcta que hay que dibujar, no es que los gobiernos más importantes (como Japón y los Estados Unidos) fácilmente puede pedir prestado tanto como quieran. Sino que pueden pedir prestado fácilmente tanto como quiera hasta que la confianza en que puedan hacerlo se evapore, y no sabemos cuándo, cómo o siquiera si puede suceder. Las sociedades ricas se enfrentan en todas partes a un dilema similar. La deuda sigue elevándose desde unos niveles ya altos. THE WALL STREET JOURNAL.- En noviembre, tras una visita planeada a China, el presidente estadounidense Barack Obama será el anfitrión de una visita a EE.UU. del premier indio Singh, un encuentro que busca resaltar lo que la Casa Blanca llama una "sociedad estratégica creciente". Los lazos comerciales y militares entre los dos países se han fortalecido. El año pasado, EE.UU. flexibilizó las restricciones para permitirle a India que compre tecnología sensible y equipos nucleares para uso civil. Soldados de ambos países participaron recientemente de un ejercicio de defensa conjunto. Expertos en defensa indios afirman que India necesita lazos más cercanos con EE.UU. para protegerse de potenciales hostilidades con China. EEUU. The Washington Post ¿Podría EEUU ir a la quiebra? Paul Samuelson La idea de que el gobierno de un país desarrollado importante dejara de pagar su deuda -es decir, que los prestamistas crean que no va a devolver todo lo que se les debe- era, hasta hace poco, una proposición absurda. Argentina y Rusia estafaron a sus acreedores, pero sin duda nadie esperaría eso de Estados Unidos, Japón o Gran Bretaña. Bueno, todavía es algo de un alcance muy, muy lejano, pero ya no es del todo inimaginable. Los gobiernos de los países ricos se han endeudado tanto que es concebible que un día el doble supuesto subyacente de su deuda creciente (que los prestamistas seguirán prestando y que los gobiernos seguirán pagando) pudiera colapsar. ¿Qué sucedería entonces? La cuestión es tan desconocido que el pasado ofrece algunas pistas para el futuro. La sicología es fundamental. Para tomar un ejemplo paralelo: el dólar. El temor es que los extranjeros (y los estadounidenses también) pierdan la confianza en su valor y lo cambien por yenes, euros, oro o petróleo. Si demasiados inversores hacen eso al mismo tiempo, una estampida auto-cumplida podría desencadenar el hundimiento de las acciones y los bonos de EEUU. Hay gente que ha pronosticado una crisis así desde hace décadas. No ha ocurrido todavía. La caída de la moneda ha sido ordenada, ya que el dólar mantiene un fundamento basado en la confianza en la estabilidad política de los Estados Unidos, su apertura, su riqueza y su baja inflación. Sin embargo, hay algo que podría destruir la confianza, mañana mismo o dentro de 10 años a partir de mañana. La misma lógica se puede aplicar a la explosión de la deuda pública. Hemos entrado en un territorio desconocido y somos prisioneros de la sicología. Considere las posibilidades de Japón. En 2009, el déficit presupuestario -la diferencia entre el gasto y los impuestos- ascenderá al 10% o más del Producto Interior Bruto (PIB). La deuda total del gobierno -el endeudamiento para cubrir todos sus déficits- se está acercando al 200% del PIB. Eso es dos veces el tamaño de su economía. La montaña de deuda refleja años de crecimiento económico lento, muchos planes de "estímulo", una sociedad que envejece y el impacto de la recesión mundial. En 2019, la deuda respecto al PIB podría alcanzar el 300%, según un informe de JPMorgan Chase. Nadie sabe cómo interpretar estas cifras. Si alguien hubiera vaticinado hace 20 años que la deuda de Japón aumentaría de manera tan espectacular, el pronóstico, sin duda, habría hecho saltar esta alarma: Japón pagará un alto rendimiento en sus tasas de interés para compensar el riesgo de sus prestamistas y el temor de que el gobierno podría entrar en quiebra o inflacionar la deuda. Sin embargo, ha ocurrido lo contrario. Los inversores japoneses -familias, bancos, compañías de seguros- han absorbido el 94% de la deuda, según los informes de JPMorgan. Las tasas de interés en 10 años de los bonos japoneses han bajado desde el 7,1% en 1990 al 1,4% de ahora. Superficialmente, es posible explicar esto. Japón tiene un amplio ahorro privado para comprar bonos; una modesta deflación -la caída de precios- hace que los bajos tipos de interés sean aceptables, y los inversores siguen confiando en que los nuevos vencimientos de la deuda serán refinanciados. La situación de América es similar. A pesar de los enormes déficit, las tasas de interés en 10 años de los bonos del Tesoro han oscilado alrededor de 3,5%. En tiempos de crisis financiera, los inversionistas han buscado el santuario aparente de los bonos del gobierno. Pero la conclusión correcta que hay que dibujar, no es que los gobiernos más importantes (como Japón y los Estados Unidos) fácilmente puede pedir prestado tanto como quieran. Sino que pueden pedir prestado fácilmente tanto como quiera hasta que la confianza en que puedan hacerlo se evapore, y no sabemos cuándo, cómo o siquiera si puede suceder. Las sociedades ricas se enfrentan en todas partes a un dilema similar. La deuda sigue elevándose desde unos niveles ya altos. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) reconoce que los presupuestos previstos por la administración Obama aumentarán la deuda-PIB desde el 41% en 2008 al 82% en 2019. Tasas de interés más altas, agravarían la carga de la deuda. Anticipándose a tasas más altas, la CBO estima los pagos de intereses anuales sobre la deuda federal en 799.000 millones de dólares en 2019, frente a 170 mil millones en 2009. Incluso el tamaño de la deuda es confusa, ya que añadiendo las deudas de Fannie Mae y Freddie Mac (efectivamente garantizada por el gobierno) a los bonos del Tesoro elevaría el total considerablemente. Pero el pago de esta deuda con recortes de gastos o aumentos de impuestos implicaría medidas dolorosas e impopulares que podrían, perversamente, debilitar la economía y empeorar el déficit. En Japón, el actual Impuesto del Valor Añadido (impuesto nacional de ventas) del 5% tendría que ir al 12%, dice JP Morgan, junto con profundos recortes en los gastos. En contra de estas opciones, algunos países avanzados podrían decidir que un incumplimiento parcial o total, aunque grave, sería menos perjudicial económica y políticamente que las alternativas. Privados de crédito internacional o nacional, los países en impago en el pasado han sufrido profundas crisis económicas, la hiperinflación, o ambas cosas. Las probabilidades de que una sociedad rica tiente ese destino pueden ser mínimas, pero incluso su remota posibilidad pone de manifiesto la precariedad y la novedad de la situación actual. Los argumentos sobre si necesitamos más "estímulo" (y deuda) oscurece la realidad más amplia que la deuda constriñe cada vez más los últimos recursos de los gobiernos para maniobrar económicamente. THE WASHINGTON POST. 2-11-2009 EEUU. The Wall Street Journal En las fronteras de China e India crece la inestabilidad Peter Wonacott En la discordia cada vez mayor entre dos países gigantes y ambiciosos, hasta una pradera remota en el Himalaya puede causar una disputa. Unas dos decenas de soldados chinos se congregaron este año en torno a una familia de nómadas que no quería abandonar tierras de pastoreo de invierno que, según los locales, los pastores indios han utilizado durante generaciones. China afirma que la zona de pastoreo es parte del Tíbet, no del norte de India. Los soldados rompieron la carpa de la familia e intentaron echarla hacia la ciudad fronteriza de Demchok, afirman las autoridades indias. Chering Doriay, el presidente del Consejo de Desarrollo de la Pradera Autónoma de Ladakh, de India, afirma que llegó al lugar con una carpa nueva y funcionarios de inteligencia indios e instó a los pastores a quedarse donde estaban. "Los chinos, aparentemente, están tomando nuestro territorio de forma gradual", asegura. "Nos sentiremos muy inseguros a no ser que India fortalezca sus defensas". Los reclamos territoriales enfrentados a lo largo de esta frontera montañosa fuertemente militarizada, junto con tensiones económicas entre los dos países, suscitan una rivalidad del siglo XXI. La desconfianza amistosa creó un dilema para Estados Unidos y otros socios comerciales sobre cómo cortejar a un país sin molestar al otro. China e India cooperan de forma ocasional. Pero en los últimos años, compitieron a codo por atraer inversiones comerciales y energéticas; incluso desataron una carrera para llevar un hombre a la luna. Algunos indios quieren que su país se acerque más a EE.UU. a modo de protección contra una China en ascenso, un cambio estratégico que probablemente complique los lazos entre los tres países. "China intenta convertirse en el número 1", afirma Brajesh Mishra, un ex asesor de seguridad nacional de India. "Esta es la semilla del conflicto entre China, India y EE.UU." Recientemente, los primeros ministros de India y China se reunieron durante una cumbre de líderes asiáticos en Tailandia, tras varias semanas en las que sus países intercambiaron agresiones relacionadas a disputas comerciales y territoriales. En la reunión, el líder chino, Wen Jiabao, y su par indio, Manmohan Singh, acordaron intentar limitar sus diferencias sobre una frontera compartida, con la meta de alcanzar un acuerdo aceptable sobre territorio disputado, informó la agencia estatal china Xinhua News. El primer ministro indio, Singh, también destacó la necesidad de mejorar "el entendimiento y la confianza" entre los dos países e instó a que sus diferencias no los dividieran, declaró la cancillería india tras la reunión. En noviembre, tras una visita planeada a China, el presidente estadounidense Barack Obama será el anfitrión de una visita a EE.UU. del premier indio Singh, un encuentro que busca resaltar lo que la Casa Blanca llama una "sociedad estratégica creciente". Los lazos comerciales y militares entre los dos países se han fortalecido. El año pasado, EE.UU. flexibilizó las restricciones para permitirle a India que compre tecnología sensible y equipos nucleares para uso civil. Soldados de ambos países participaron recientemente de un ejercicio de defensa conjunto. Expertos en defensa indios afirman que India necesita lazos más cercanos con EE.UU. para protegerse de potenciales hostilidades con China. "Si el ascenso de China es pacífico y si se integra en la economía global, todo debería estar bien", afirma el general de brigada retirado indio Gurmeet Kanwal, director del Centro de Estudios sobre Tierras Disputadas, un centro de estudios de la armada. "Si China hace implosión, es mejor tener un amigo como EE.UU." Además de las preocupaciones en el área de defensa, la animosidad comercial crece entre los dos países. Pero actualmente, la mayor amenaza para las relaciones entre India y China podría ser sus disputas por franjas de territorio a lo largo de su frontera. En los últimos años, China cerró disputas fronterizas con varios países, entre ellos Rusia, como parte de lo que llama "una política del buen vecino". Pero China e India avanzaron poco, a pesar de 13 rondas de reuniones desde 2003. China afirma que el estado de Arunachai Pradesh, al este de India, es históricamente parte del sur del Tíbet. India quiere que China devuelva el territorio que llama Aksai Chin, unas salinas desoladas a gran altura que los residentes de Ladakh reclaman como parte de su antiguo reino budista. En 1962, cuando India descubrió un camino construido por China en la región se desató una guerra. Tanto India como China quieren convertir el rápido crecimiento económico en fortaleza nacional. Cuando sus intereses convergieron, demostraron que eran una combinación poderosa. A mediados de octubre, anunciaron planes para cooperar en las conversaciones sobre cambio climático de diciembre en Copenhague, un pacto por el cual es probable que ambos combatan los límites a las emisiones de dióxido de carbono propuestos por los países industrializados. Durante conversaciones sobre comercio global, ambos resistieron la presión occidental para abrir los mercados agrícolas. "El crecimiento económico y militar de China no es una amenaza para India. E India no debería ser una amenaza para China", dice Cheng Ruisheng, un ex embajador chino en India. "Deberíamos ser una oportunidad el uno para el otro". Sin embargo, muchos chinos se resienten por cualquier comparación con India, que aún es un país en su mayoría pobre y rural, con sólo alrededor de un tercio del ingreso per cápita de China. Y generalmente desconfían de los lazos cada vez más cercanos de India con EE.UU. Los indios, por su parte, se enojan por el aluvión de importaciones chinas y por los lazos cada vez más cercanos de China con los vecinos de India, como Nepal, Sri Lanka y su rival acérrimo Pakistán. En un discurso a fines de 2008 en Nueva Delhi, el ministro de Finanzas indio, Pranab Mukherjee, en ese momento el canciller, identificó al expansionismo de China como uno de los mayores desafíos de India. "Hoy en día China busca imponer sus intereses de forma más agresiva que en el pasado", declaró. Algunos analistas chinos afirman que los desacuerdos entre India y China juegan a favor de lo que llaman un deseo de EE.UU. de contener a China. "Si las tensiones fronterizas entre India y China siguen en aumento, no puedo decir que a EE.UU. le va a disgustar", señala Shi Yinhong, un especialista de lazos sino-estadounidenses de la Universidad Popular en Beijing. THE WALL STREET JOURNAL. 30-10-2009