Hillary Clinton aboga por una "diplomacia inteligente"

Poder blando, poder duro. Un matrimonio de conveniencia

¿En qué consiste la «diplomacia inteligente» que la inminente secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha prometido en su comparecencia ante el Senado norteamericano? Haciendo un chiste fácil, podrí­amos decir que Obama ha elegido para dirigir la nueva polí­tica exterior de EEUU a alguien experto en restablecer relaciones rotas y mantener matrimonios de conveniencia. En eso se centró la intervención de Hillary Clinton al anunciar una polí­tica que combine los principios con el pragmatismo, el poder blando de la diplomacia con el poder duro de la fuerza militar, la seguridad de Israel con el sufrimiento de los palestinos.

Según la nueva secretaria de Estado, en los últimos años “el oder de EEUU ha dejo mucho que desear, pero al mismo tiempo sigue siendo deseado”. Por eso, el objetivo de Obama será, según anuncio Clinton, “construir un mundo con más aliados que enemigos, con más socios y menos adversarios”. En torno a esta idea central parece articularse la nueva política exterior de EEUU. Una política que, en contraste con la doctrina Bush de hegemonía exclusiva (quien no está conmigo está contra mi y exigir a los socios actuar como vasallos), rescata la guía estratégica que rigió la política norteamericana en los años 90, tras la caída del Muro de Berlín y la implosión de la URSS, su gran rival por la hegemonía mundial. Una hegemonía consensuada entre EEUU y las principales potencias mundiales, en la que Washington actúa como el “primus inter pares” (el primero entre los iguales) y dónde, en lo principal, la arquitectura internacional se elabora a través de un proceso de negociaciones, consensos y concesiones mutuas. Sólo que, 10 años después, el marco internacional y las condiciones en que deberá desarrollarse esta política han cambiado sensiblemente. Y de forma desfavorable para la superpotencia americana. En los años 90, EEUU se enfrentaba a la emergencia de dos polos hegemonistas regionales encabezados por sus dos principales socios, Alemania y Japón, –lo que no resultó excesivamente complicado resolver dada la condición de “enanos políticos y gusanos militares” de ambas potencias– y al reto de buscar un lugar en el mundo a la Rusia post-soviética, mientras le arrebataba posiciones y áreas de influencia en su antiguo glacis.La realidad del tablero mundial de nuestros días es, sin embargo, sensiblemente diferente a la de entonces. A la emergencia de China como potencia de alcance global, se suma el rápido ascenso de otras potencias emergentes (India, Brasil,…) que han diseñado proyectos propios de acuerdo a sus intereses estratégicos en sus respectivas áreas regionales de influencia. A la desnortada Rusia de los años 90 con Yeltsin le ha sucedido la reactivada Rusia de Putin, utilizando su condición de gran potencia energética y los remanentes de su poderosa fuerza militar como bazas con las que volver a ser un jugador activo. La crisis económica, por su parte, va a poner a prueba la renovada alianza trasatlántica con las grandes potencias europeas (Alemania y Francia), retomada con fuerza tras las victorias electorales de Sarkozy y Merkel ante la amenaza común que representan los países emergentes. Las tendencias proteccionistas de cada oligarquía financiera para proteger y salvaguardar sus intereses frente a las rivales veremos hasta que punto tienen o no la capacidad de agrietar lo que hoy parecen sólidas relaciones de alianza.A nivel regional, los desafíos a los que se enfrenta la hegemonía yanqui tampoco tienen punto de comparación con los años 90. En Iberoamérica, la formación y la consolidación de un sólido frente antihegemonista –encabezado por Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, pero al que de una u otra forma se suman o participan parcialmente otros países de la región– pone en cuestión de forma cada vez más audaz y consistente el histórico dominio norteamericano. En Oriente Medio, la transformación de Irán en una de las grandes potencias regionales añade una pieza de difícil encaje en el ya de por sí complejo y espinoso puzzle del Oriente Medio. La emergencia de China y su papel cada vez más activo en el terreno económico, político y diplomático está provocando que África haya dejado de ser un coto exclusivo de las potencias occidentales. Y en Asia –la región más dinámica y emergente del mundo– el peso de los nuevos actores (China e India, pero también Corea del Sur) hace cada vez más dificultosa la penetración de la influencia norteamericana en el continente. Vistas de conjunto, las condiciones en las que la nueva política exterior norteamericana va a reeditar la línea de hegemonía consensuada, parecen indicar que las negociaciones y, sobre todo, las concesiones a las que se va a tener que someter Washington van a ser considerablemente mayores que en el período anterior.Algo de lo que también ellos son conscientes. Y por lo que Hillary Clinton quiso dejar claro ante sus colegas del senado que, aunque la diplomacia vaya a ser la vanguardia de su nueva política exterior, “sabemos que el uso de la fuerza será necesario en ocasiones”.

Deja una respuesta