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Podemos, el bonapartismo

La derecha está sin candidato, los de Podemos no se presentarán, sólo Antonio Miguel Carmona ataca desde Malasaña. El PSOE sufre mucho desgaste, pero Carmona lleva en su bolsillo la piedra para arrojarla en Sol, la pedrada que mueve ondas concéntricas. Se ha empeñado en ser alcalde y lo puede ser. Patea la ciudad como un misionero y luego visita los platós con el búho de Minerva y los apuntes. Le pregunto cuál va a ser la guerra de posiciones de Podemos en la batalla de Madrid: «No sé, no los entiendo. Han pasado del asambleísmo al bonapartismo. Están en caída libre, sin organización».

Cree que van a intentar colarse en Ganemos, pero como estos no tragan, piensan en Somos. Lo de la Comunidad lo tienen más encaminado con Jesús Montero, pero lo de la Alcaldía los altera y divide. Se sabe, desde que se peleaban los seguidores de Atón, el Dios comunista egipcio, que en cuanto hay tres rojos juntos, hay tres fracciones, aunque ese miedo no perturba a Podemos, porque las encuestas les miman; en algunas ciudades los sondeos indican que la gente les va a votar y ni siquiera tienen candidato.

Carmona sigue pedaleando solo y pensando que en una insurrección, como en una novela policíaca, lo difícil es idear un final. No sabe si Juan Carlos Monedero, va a entrar en el sprint. El ideólogo sigue con su discurso esencial en el que relata que la Transición fue un farsa. El otro día, en el debate con Gregorio Morán, reconoció que aunque algunas de las alumnas leyeron el Manifiesto comunista, y que la Red pudo servir para lograr que se tambaleara el sistema, para un periodo constituyente hace falta algo más que un tuit, porque el poder aún está en el papel.

Afirmó que ellos nacieron en la calle y no caminan ni hacia el populismo de Grillo ni al de Berlusconi, y cuando los comparan con Felipe González y Alfonso Guerra del 82, Monedero contesta: «No me jodas, que a mí me tocaría ser Guerra».

Carmona les espera en mayo y ahora hay que pasar de las musas a las urnas. También los de IU esperan que expliquen por qué no hay convergencia entre las izquierdas. Nadie dice nada. De las municipales lo único que se sabe es que PP y PSOE van a perder muchos votos y que Podemos está descubriendo su propia identidad entre las dudas. Un dirigente de IU comenta: «En el supermercado electoral ofrecen un cóctel de Gramsci y Maquiavelo, con unas gotas de peronismo. Frente a la vanguardia, la ciudadanía. Quieren ocupar la centralidad para cambiar el sistema y hacen guiños hasta al centro-derecha».

Al entrar en el césped político, los airados han descubierto que las movilizaciones les pueden quitar votos. Ocultarán su radicalidad, pero no se puede tirar un sistema mirando las encuestas. Carmona sigue su escapada en solitario y mira de reojo a ver si atacan los pequeños napoleones a los que ve como a aquellos populistas del Dieciocho Brumario, cuando el rayo cayó de un cielo sereno, y los jefes de la Asamblea fueron cayendo víctimas de los tribunales.

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