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Podemos: Botí­n y USA

James Costos, vegetariano, amigo de los Obama, embajador de EEUU en España izó -con un par- la bandera del arco iris al lado de las del desembarco de Normandía. Fue en mayo, con motivo del orgullo gay, contra la homofobia. Costos y su pareja han caído muy bien en la ciudad de la liberación gay, antes de cancos, cuando los maricas, según Lorca, al que tanto admira Costos, eran carne para fusta. El diplomático se ha dado un garbeo por Andalucía porque se oye el rugir de sus aviones. Esta vez apoyan una guerra justa contra ratas y virus. La bandera de las estrellas, la de OTAN no, llegará a la primera línea del ébola.

O sea, que no eran los yanquis tan rufianes como pensábamos. Prometió Costos que los aviones que aterricen en nuestras bases no llevarán personal sanitario y garantizó seguridad. Pero de esta historia lo que más me sorprende es que el embajador de USA se entrevistó con el vicepresidente de Andalucía y no se interesó por el ébola, ni por Gibraltar, ni por las bases, sino que le preguntó a Valderas a bocajarro: «¿Van a llegar a un acuerdo con Podemos o no?».

Valderas le diría que Podemos se presentará en ocho ciudades para las alcaldías y en algunas localidades irá mezclada con otras siglas, entre ellas las de IU, pero se quedó pasmado cuando descubrió que otra vez los embajadores del imperio vuelven a preocuparse por los rojos, no sólo por los moros (como cuando la otra transición que en paz descanse). Botín murió intranquilo por Podemos y a los americanos también les sorprende el fenómeno. «Queremos ser Gobierno -me dice un dirigente-, buscamos la centralidad y el diálogo. Nos entrevistaremos con el embajador americano o con Patricia Botín para explicarle lo que no pudimos explicar a su padre».

Lo que han cambiado han sido los filósofos. Vuelve el marxismo después de la conspiración de silencio; me explican que no han surgido otras ideas iluminadoras para cambiar el mundo. Los nuevos rojos desprecian tanto como a la casta a los posmodernos del pensamiento débil -Giddens, Vattimo, Philip Pettit…-, y detestan a los nuevos filósofos, ahora puretas, que se desaguaron como pirañas por el bidé de Carla Bruni en el Elíseo.

Marx sólo admiraba a dos filósofos, a Aristóteles, y a Hegel, al que llamó el Aristóteles alemán. El griego habló así: «El mando de muchos no es bueno; basta con un solo jefe». «No conocía -me dice- la recomendación de Aristóteles, pero es verdad que no queremos que esto sea el ejército de Pancho Villa. El debate no es personalismo o bases. Si Pablo gana en la semana que duraran las votaciones, habrá asambleas y liderazgo para ganar. Haremos equipo con los miles de líderes cívicos diseminados por todo el territorio nacional y muy presentes en la emigración del talento».

Cuidado con el asambleísmo y con el embajador del imperio, diría Aristóteles, después de comerse un bocadillo.

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