Selección de prensa nacional

Plutocracia y fútbol

Ya es sorprendente que el fichaje de un jugador de fútbol acapare portadas, editoriales y columnas hasta de los periódicos considerados como más serios del paí­s. Pero más sorprende todaví­a que el hecho de no desate en ninguno de ellos la reflexión o el cuestionamiento de la realidad económica de nuestro fútbol ante la visión de tan enorme despilfarro.

ABC y El Mundo, aunque desde diferentes erspectivas y distintos argumentos, coinciden sin embargo en una misma valoración de fondo: el problema no es cuánto se gasta en un fichaje, sino cuánto produce para el club ese jugador. Pero esos no son los términos del problema, la pregunta correcta es, ¿quién paga ese derroche? Ahora todo son complacencias para recordar la pasada etapa de Florentino Pérez al frente del Real Madrid, pero pocos dicen que su brillante gestión deportiva tuvo como base económica dos de los pelotazos urbanísticos más descarados que se recuerdan en la capital de España (lo que ya es decir): la recalificación de los terrenos de la ciudad deportiva por la que se embolsó 300 millones de euros el club y el permiso de comercialización de las esquinas del Bernabeu. ¿Pero no habíamos quedado que la especulación urbanística y el monocultivo del ladrillo son dos de los grandes males que han conducido a nuestro país a vivir la crisis más grave de su historia? Pues en esto, los clubs de fútbol, y no sólo el Real Madrid, tienen mucho que ver también. Y si no que se le pregunten a los seguidores del Valencia, un club auténticamente en la ruina por la megalomanía y las depredadoras ansias especulativas de su anterior presidente, Juan Soler. Y ello a pesar de que tanto ayuntamiento como comunidad subvencionaron generosamente al club con dinero de todos los valencianos. El Real Madrid puede permitirse, en apariencia, el lujo de gastar 94 millones de euros en un jugador. Pero, ¿que pasa con los cientos de millones de euros que los clubes de primera división deben a Hacienda o al Seguridad Social? Porque si usted es un pequeño o mediano empresario o un particular que debe una modesta suma a Hacienda, no tenga la más mínima duda que la Agencia Tributaria le perseguirá con saña, le acosará, le demandará, le bloqueará sus cuentas, le embargará, no le dejará vivir tranquilo hasta que haya liquidado su deuda. Pero si usted es presidente de un club de fútbol, puede pasarse décadas negociando tranquilamente con Hacienda hasta que la deuda prescriba o se produzca una amnistía fiscal sólo para clubs de fútbol por parte del gobierno de turno. En los últimos años, no ha habido prácticamente un sólo club de primera o incluso de segunda división que no se jactara de tener como presidente y en su junta directiva a algunos de los más importantes constructores locales. El sostén económico de la llamada “la mejor liga del mundo” ha llegado a ser tan indisociable del frenesí especulador de la industria del ladrillo de la última década que llegó un momento en que era difícil distinguir dónde terminaba una y empezaba lo otro. Presidentes y dirigentes futboleros que no son sino el contrapunto ideal –en el terreno del deporte de masas– de nuestra clase política. Los mismos principios depredadores, la misma naturaleza despilfarradora del dinero ajeno, los mismos delirios de grandeza, la misma endogamia de casta intocable, la misma corrupción institucionalizada Opinión. ABC PLUTOCRACIA Y FÚTBOL Ignacio Camacho NINGÚN espíritu biempensante se llama a escándalo cuando los grandes plutócratas pagan en Bolsa cifras siderales por paquetes de acciones que generan enormes plusvalías sin otro impulso que el especulativo, siendo así que este gigantesco baile de economía virtual ha provocado un desequilibrio financiero que constituye el origen de la actual recesión. Sin embargo, los fichajes de Cristiano Ronaldo y Kaká han desencadenado un terremoto de críticas por la desmesurada apariencia de su cuantía monetaria, sin que prácticamente nadie reflexione sobre su lógica productiva. A simple vista 93 millones de euros se antojan una cantidad desorbitada, inmoral, por los servicios de un futbolista, pero antes de proclamar la descocada obscenidad de una operación semejante quizá conviniera saber si se trata de una inversión recuperable, en cuyo caso dejaría de resultar una burbuja caprichosa para convertirse, simplemente, en un buen negocio. De Florentino Pérez se pueden proclamar muchos defectos, entre ellos la soberbia con que acostumbra a conducirse, pero desde luego no parece un hombre con propensión a malgastar el dinero ni con mala puntería para los tratos de la alta empresa. Si ha decidido descerrajar la caja de caudales del Real Madrid y dinamitar el «statu quo» del fútbol es porque espera obtener beneficios de su audacia, o como mínimo empatar el desembolso con los ingresos por marketing y derivados. De momento ha logrado revolucionar la opinión pública, que es un modo de tomar ventaja en el mercado; con sólo dos -aunque carísimos- golpes mediáticos ha dado la vuelta a la mortecina imagen perdedora que se había generado en torno al club y ha relanzado hacia la estratosfera ese intangible contemporáneo que es el perfil de liderazgo de una marca. Para saber si se ha equivocado habrá que esperar a que los jugadores se marchen y analizar la amortización de sus contratos; sólo entonces dirá la contabilidad si han salido más caros que, por ejemplo, Huntelaar o Drenthe. A día de hoy estamos ante un golpe de riesgo inherente a toda operación comercial. El aire indiscutiblemente jactancioso de la maniobra pertenece a la intención propagandística del mensaje. El mundo del fútbol, como el del cine, se ha transformado en una descomunal maquinaria de la moderna industria del ocio. Deglute cantidades fabulosas, pero también a menudo las multiplica. Forma parte del mercado del espectáculo, que tiene una cotización universal, a priori más clara y previsible que la de ciertas compraventas de valores bursátiles inflados artificialmente mediante técnicas de ingeniería financiera. Florentino conoce bien ese mundo por su faceta de tiburón de empresa; viniendo de donde viene es probable que el alboroto del fichaje futbolero le haga sonreír pensando en todo lo que al respecto ha visto… y lo que le queda. ABC. 12-6-2009 Editorial. El Mundo EL FÚTBOL, LA ÉTICA Y LA LÓGICA ECONÓMICA HAY UN DICHO popular que afirma que, cuando una persona es muy valiosa, se puede pagar su peso en oro. Es sabido que el fútbol es un espectáculo que mueve grandes cantidades de dinero, pero muchos ciudadanos se quedarán sorprendidos al enterarse de que el Real Madrid va a desembolsar 94 millones de euros por Cristiano Ronaldo, lo que supone 57 veces su peso en oro. El jugador del Manchester United se convertirá en el ser humano por el que se ha pagado más en el mundo. Florentino Pérez, el nuevo presidente del club blanco, anunció también el pasado lunes el fichaje del centrocampista brasileño Kaká, que supondrá una inversión de 65 millones de euros. En total, el Madrid va a desembolsar unos 160 millones por el traspaso de estos dos deportistas, lo que representa casi la mitad de los ingresos obtenidos la pasada temporada. Esa cifra es lo que suma el presupuesto anual del Museo del Prado, el Reina Sofía y la Biblioteca Nacional o lo que cuesta la construcción de un hospital con varios centenares de camas o el 12% de lo que gasta el Estado cada año en becas educativas. ¿Está justificada una inversión de tal calibre? ¿Es aceptable que Ronaldo vaya a recibir una remuneración anual de nueve millones de euros, inferior incluso a los ingresos de otros deportistas? Hay un importante sector de la sociedad que piensa que las cifras que se manejan en el deporte profesional son tan desproporcionadas como injustificables en unos momentos en los que la crisis económica ha enviado al paro a millones de personas y en los que percibimos a través de los medios de comunicación prioridades sociales que resultan mucho más importantes. Pero el mundo del fútbol, un espectáculo globalizado, se mueve por su propia lógica económica, que reside en fichar iconos como Ronaldo y Kaká para aumentar los ingresos de un club como el Madrid. El equipo blanco ya recauda mucho más dinero por la venta de derechos de televisión y explotación de la marca que por ingresos de taquilla y de las cuotas de sus socios. La apuesta de Florentino Pérez es coherente con su filosofía de hacer del Real Madrid el club de fútbol más poderoso del mundo, lo que pasa por fichar a tres o cuatro grandes estrellas que le permitan volver a ganar la Champions y la Liga, aumentar de forma notable sus ingresos y convertirse a la vez en referencia deportiva internacional. Los socios del Real Madrid han elegido precisamente a Florentino Pérez porque, avalado por sus logros empresariales, creen que es la persona más idónea para recuperar el prestigio perdido y volver a disfrutar de grandes triunfos deportivos. Veremos si su apuesta tiene éxito, ya que, aunque estos fichajes han devuelto la ilusión a muchos aficionados y contribuyen a revalorizar la Liga española, es cierto que un gran equipo no se construye a golpe de talonario. Ni el Real Madrid de Di Stefano, ni el Ajax de Cruyff, ni el Bayern de Beckenbauer, ni el Milan de Van Basten ni el Barcelona de Xavi e Iniesta lograron sus grandes triunfos mediante fichajes multimillonarios. Estos equipos han pasado a la Historia por un estilo de juego y un espíritu colectivo que no se consigue sólo con dinero. El cuerpo técnico del Madrid tendrá que poner el indudable talento de estos dos magos del fútbol al servicio del equipo, cuyas expectativas deportivas son hoy más ambiciosas que nunca. Florentino Pérez ha acreditado que es un buen empresario, pero ahora tendrá que superarse si quiere hacer del Real Madrid el mejor club del mundo, para lo cual hay mucha competencia. EL MUNDO. 12-6-2009 Opinión. Cinco Días PREMIO A LOS CAUSANTES M. A. Aguilar Nada mejor que contratar a los pirómanos como bomberos. Ese parece ser el principio aplicado por los electores al acudir a las urnas para el Parlamento Europeo. Se dice que nuestro presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, cree que perdió por la crisis. Además, en el pleno del Senado ha dicho el martes que ahora lo único claro es que el Partido Popular seguirá en la oposición y el miércoles, ante los europarlamentarios electos, ha apelado al sosiego y ha subrayado que en España ningún antieuropeo ha logrado alcanzar un escaño. Estas tres cuestiones merecen ser consideradas. La primera, indicaría una predisposición al síndrome de El Escorial, el mismo que afectó al rey Felipe II cuando fue informado en diferido del desastre naval de la Armada Invencible con la misión de invadir Inglaterra. Su reacción fue decir que no había enviado su escuadra a luchar contra los elementos. Es decir, que el rey prudente prefirió entregarse a la ceguera y refugiarse en el fatalismo más o menos providencialista. Pero esa actitud partía de un supuesto erróneo porque el sol sale sobre justos e injustos y los vientos que encrespan la mar crean las mismas dificultades a todos los navíos de cualquier bandera. Sólo es la pericia de los comandantes y de las tripulaciones la que permite sortear esas adversidades de los elementos desencadenados de manera adversa. Lo mismo puede decirse de la crisis en la que todos estamos inmersos. Todos los países de la Unión Europea están afectados. Pero las urnas han castigado sólo a algunas de las formaciones políticas que se encuentran en el ejercicio de la responsabilidad de gobernar. Por ejemplo, los partidos del francés Nicolás Sarkozy, de la alemana Angela Merkel, del polaco Donald Task o del italiano Silvio Berlusconi han pasado por el escrutinio de los comicios quedando indemnes o al menos preservados sin padecimientos comparables a los infligidos a los socialistas de Zapatero. La segunda cuestión suscitada en el Senado indica un desenfoque grave. Porque en la convocatoria del domingo pasado estaba en juego la elección de los 50 diputados que corresponde enviar al Parlamento Europeo a los censados en la circunscripción que constituye España. Su resultado, cualquiera que hubiese sido, habría mantenido a Zapatero en el Gobierno y a Rajoy en la oposición. Las instituciones de este país ya no son una pluma al viento. Nadie puede imaginar consecuencias desbordantes. Un 14 de abril de 1931 en el que la derrota de los partidos dinásticos en las elecciones municipales derivó en la proclamación de la II República está fuera de todos los alcances. El escaso centenar de entusiastas vociferantes ante el balcón de mecanotubo de Génova pudo quedar afónico coreando la consigna de "¡Zapa/ tero,/ dimisión!", pero de ahí a la Puerta del Sol para reclamar "paso al Gobierno del PP" había un trecho insalvable que ni era posible salvar ni nadie lo ha intentado. La tercera, tampoco nos debe llevar a la autocomplacencia porque los intentos de los antieuropeístas más descarados han sido abundantes aunque se hayan visto frustrados. Pero hay otra debilidad que la ignorancia de la propia fuerza puede inyectar al proyecto de la UE. De ahí que el International Herald Tribune, en el primero de una serie de análisis poselectorales, publicado el miércoles, concluyera certero que la Unión parece ahora ser menos que la suma de sus partes. Una flaqueza que resultaría de la errónea actitud frente a una crisis que debería haber inducido una respuesta compartida en lugar de apostar por el ¡sálvese quien pueda!, generador de pánico agravante. Entre tanto asistimos a un espectáculo inimaginable. La coalición formada por liberal-nihilistas y neocons, después de llevarnos al desastre presente a base de teorías como la de "la hipótesis del mercado eficiente" devenida en dogma a partir de los años setenta e impulsora de la desregulación, la reducción del Estado, el darwinismo social y finalmente facilitadora de los desfalcos que se consumaron con la ayuda impagable de las agencias de rating, se las han arreglado para comparecer ante los electores con el señuelo de poseer las soluciones y ofreciendo el perfil de la solvencia, de modo que han ganado la partida una izquierda sin palabras. Así que las urnas del domingo 7 de junio han premiado a los causantes, han confiado mayoritariamente las tareas contra incendios del cuerpo de bomberos a quienes se habían acreditado como pirómanos. Atentos. CINCO DÍAS. 12-6-2009

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