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Planeta sucumbe a la censura en plena crisis

Un titular donde se asocia a un gran grupo de editorial con la palabra censura no es una buena noticia para dicha empresa. Y si el libro purgado es uno de los más esperados del año, como era el caso de El cura y los mandarines de Gregorio Morán, ya ni hablamos. La editorial Crítica, del grupo Planeta, salió al paso de la información adelantada ayer por este periódico: “No es censura. El libro es espléndido, pero impublicable. Nos hubieran cosido a demandas”, explica Carmen Esteban, editora de Crítica. Una razón temerosa, aunque sea uno de los grandes gigantes mundiales de la edición que, eso sí, como el resto de editoriales en este país, no pasa por su mejor momento.

Con el diccionario en la mano resulta difícil llamar de otra forma a lo ocurrido con El cura y los mandarines: los editores le dijeron a Morán que o retiraba el capítulo en el que criticaba a Víctor García de la Concha, antiguo director de la RAE, o el libro no se publicaba. Es decir, censura. El libro se había anunciado, había caminado en su proceso editorial y ha sido en el último momento cuando han decidido retirarlo y levantar la polvareda.

En Critica aseguran haberse quedado estupefactos con el tono beligerante del libro del tal Morán, como si no supieran que habían contratado a uno de los periodistas críticos menos dado a la complacencia y a las medias tintas de este país. O todavía peor: como si desconocieran que Planeta había publicado anteriormente libros más explosivos de Morán.

Pero parece que la censura directa no se acaba de ir nunca (porque la indirecta, esa que va de lo comercial a la autocensura, ya sabemos que siempre estuvo aquí). Y parece también que Planeta ya no es lo que era. O bien el grupo editorial no se ve suficientemente fuerte económicamente como para afrontar las presuntas demandas que generaría El cura y los mandarines (versión oficial). O bien la editorial no se ve suficientemente fuerte como para tener follones con la RAE (la otra versión de lo sucedido). Como si en época de descenso de ventas cundiera la histeria en cuando alguien echara la más mínima sombra de duda sobre uno de los pocos negocios editoriales millonarios que aún quedan: la venta de los diccionarios de la Real Academia Española. Pero el miedo es mal consejero editorial: los temores están sin duda detrás de la decisión de censurar a Morán.

Todos conocen a Morán

En efecto, aunque Morán haya asegurado a la revista Leer que El cura y los mandarines es su libro “más duro y más brutal de todos los que ha escrito”, había motivos más poderosos para haber censurado otros libros suyos en lugar de este. ¿O acaso el Víctor García de la Concha de 2014 es más poderoso que el Adolfo Suárez de 1978? En efecto, Planeta resistió todas las presiones presidenciales para que la biografía crítica sobre la escalada política de Suárez, escrita por un joven Morán bajo el título Historia de una ambición, llegara a las librerías en 1979. Y eso que era un momento político crítico en el que se estaba formando la nueva relación de fuerzas democráticas. El mismísimo Santiago Carrillo, secretario general del PCE, calificó el libro de Morán de “pornografía política”. Pero Planeta publicó el ensayo, que se convirtió en un best-seller con cifras de ventas astronómicas de cientos de miles de ejemplares.

Planeta editaría luego otros textos controvertidos de Morán, como su ensayo sobre Euskadi Los españoles que dejaron de serlo (1981). Y es que, desde los últimos años del tardofranquismo y al calor de la politización de la sociedad, la editorial descubrió un filón en los temas políticos de alto voltaje y en los autores de izquierdas. Los miembros de la familia Lara no eran precisamente progresistas, pero tampoco tontos, de ahí que el Premio Planeta fuera a parar a manos de Manuel Vázquez Montalbán, Juan Marsé y Federico Semprún a finales de los setenta. Galardones que coincidieron en el tiempo con la domesticación cultural y política del comunismo antifranquista.

Rafael Borràs, antiguo editor de la casa, lo explicó así en su libro de memorias. La guerra de los planetas (Ediciones B, 2005): “Lara (padre) presumía de que en los tres últimos años había premiado a tres comunistas –lo cual era incierto, pues Semprún era un ex militante del PCE, y Marsé, un libertario sin carnet–, y a quienes se lo reprochaban les argüía: ‘Al hacerse millonarios, se borran de comunistas’”.

Borràs, que durante dos décadas dirigió el sello ensayístico más prestigioso de Planeta, Espejo de España, añadía lo siguiente: “Nadie podía pensar en 1973 –ni Lara ni José Manuel, que habían patrocinado el proyecto, ni yo mismo, que me lo había sacado de la manga–, que algún día la colección acogería textos del rojerío en pleno –desde Dolores Ibárruri a Santiago Carrillo, pasando por Ramón Tamames, cuando todavía militaba en el PC, o Manuel Vázquez Montalbán, que se mantuvo inasequible al desaliento hasta su muerte–. Y supongo que nadie podía imaginar tampoco que, bajo un gobierno del PSOE, se publicarían obras del precursor de los fascismos españoles –Ernesto Jiménez Caballero… Porque desde el comienzo tuve claro que el día que este país se normalizase no se podría sustituir una censura por otra de signo contrario”.

Nervios en Celtiberia

Y si ya puestos queremos hacer una interpretación política de lo ocurrido, ahí va una: la casta cultural salida de los pactos del 77, como la casta política, va a morir matando.

Guillermo López García, profesor de Periodismo de la Universidad de Valencia, ve la censura a Morán como un espejo en el que se refleja el actual nerviosismo el establishment:

“En general, me parece un síntoma más de lo nerviosos que están los tradicionales representantes del poder en España, que se filtra a casi todo lo que hacen. Por ejemplo, esa coronación tan desabrida que vivimos, o las retiradas sucesivas del gobierno con la ley del aborto y la reforma municipal, por poner dos ejemplos. Creo que están muy preocupados con la situación política y eso les lleva a reaccionar de forma desmesurada. Salvando las distancias, la cosa recuerda bastante a los últimos años del franquismo, cuando el régimen se tambaleaba ante cualquier manifestación, huelga o encierro de estudiantes. Se manifestaban cien y los jerarcas del franquismo creían que la revolución ya estaba a la vuelta de la esquina. Ahora también están muy nerviosos, y la gente que está nerviosa hace tonterías”.

Guillermo García, por último, cree que a la censura le va a salir el tiro por la culata:

“La desmesura puede ser en muchas direcciones, y en este caso han tirado por la vía de la censura, lo cual me parece un error clamoroso. Lo único que van a lograr es poner más el foco sobre el libro de Morán y que sus contenidos adquieran mucha más repercusión, y con un enfoque, además, mucho más negativo para sus intereses. Es un «efecto Streisand» en toda regla; o, si nos fijamos en España, un «efecto El Jueves». Y eso por no hablar de sus efectos sobre la imagen de Planeta, claro. Puede que no sean muchos los que se enteren de esta noticia, pero Morán tiene muchos lectores fieles que, sin duda, estarán siguiendo esto con interés”.

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