Muere Philip Roth

Philip Roth y algunas verdades de perogrullo

Roth es no sólo unos de los más grandes escritores, sino también uno de los más prolí­ficos. Pero Roth no es sólo un narrador extraordinario, sino también una conciencia viva de la literatura y un escritor preocupado por «salvar» a la literatura del desastre que se avecina.

La revista «Qué leer», publicaba una entrevista con el escritor norteamericano que nos deje algunas verdades de perogrullo que merece la pena retener.La entrevista, como corresponde al tono general de una revista «ecléctica», en la que a continuación de Philip Roth se habla de Stephanie Meyer (la autora de la saga vampiresca «Crepúsculo») como si se tratara de dos escritores de similar talla literaria, y no de dos personas que, desde el punto de vista literario, viven no ya en mundos, sino en dos galaxias distintas e incompatibles, combina preguntas de auténtico calado con meras formalidades o asuntos más propios de una informal comparecencia televisiva que de una sesuda revista de literatura. Pero, por suerte, Roth siempre da la talla, es muy capaz de saltar por encima de la inconsistencia y la indigencia de las preguntas, e hincar el diente a cuestiones de verdadera enjundia.

Podemos empezar por un tema que podríamos designar pomposamente como «vida y literatura» o acerca de cómo nace la verdadera experiencia literaria. Roth lo «caza» al vuelo cuando le hacen una inocua pregunta acerca de por qué, aun habiendo sido profesor de literatura en varias universidades, nunca ha dirigido un taller de escritura: «Nunca aceptaría llenarles la cabeza de cuentos a mis alumnos -comienza respondiendo Roth-.Estos talleres se han convertido en una enorme industria en Estados Unidos. Europa hace bien en evitar importarlos. Son una pérdida de tiempo absoluta, una mera forma de que las universidades les soplen a los estudiantes entre 40 y 45.000 dólares al año. No funcionan porque para empezar los asistentes son demasiado jóvenes, apenas cuentan con su infancia y adolescencia, pero todavía están demasiado cerca de ellas. No se le puede enseñar nada a aquel que carece de la experiencia de la vida». Tras esta categórica respuesta, llena de miga, el periodista concluye: «Así que su consejo es: a vivir y a esperar…». Roth no se deja llevar por la memez y prosigue: «Si yo fuera profesor de uno de estos cursos les diría a mis alumnos: el primer año vais a contraer una enfermedad que casi os mata y os vais a pasar un año entero en el hospital. Tan pronto os reincorporéis a la vida normal haréis que os suelten en paracaídas y sin un céntimo en el bolsillo en medio de un país extraño del que no conozcáis la lengua. En él transcurrirá vuestro segundo año. Durante el tercero y último trabajaréis en una mina de carbón. A los que superaran todo esto les extendería un certificado de aptitud para comenzar a escribir». A otra pregunta acerca de sus personajes y de su dificultad para «encajar» bien en su entorno y de si, por tanto, su literatura es prioritariamente una forma de disentir, Roth contesta: «La literatura presenta un punto de vista alternativo al dominante, ofrece a los lectores una manera específica de entender el mundo». Como el periodista, desgraciadamente, no se agarra a este formidable «hueso» para roer hasta el fondo en esta temática esencial, Roth continúa diciendo: «De forma que supongo que estás disintiendo, pero de lo que se trata más bien es de corregir. Te percibes como alguien que intenta con todas sus fuerzas expresar las cosas y extraerle sentido a acontecimientos de una forma distinta a como lo hacen los periódicos o la televisión. Ni mejor ni peor, la propia». Pero la capacidad de Roth para sacar partido a preguntas inocuas llega a su cénit cuando el entrevistador le interroga sobre cómo le gustaría que le leyeran las generaciones futuras. Roth salta como movido por un resorte: «Dudo que las generaciones futuras vayan a leer. ¿Quién va a leer en un Kindle? Los lectores constituirán una especie de culto, como los actuales lectores de poesía. Más concretamante, como los actuales lectores de poesía en latín. ¿Cuántos deben de quedar hoy en el mundo? ¿Unos quince?». La respuesta deja anodadado al entrevistador que reacciona con un convencional: «Se le nota apocalíptico». Pero Roth no encalla y eleva aún más el tono de su respuesta: «Todos los periódicos de aquí están cerrando sus secciones de libros, sospecho que en cinco años no quedarán suplementos literarios, apenas se publicará una crítica de un libro de tanto en tanto. Nos acercamos al fin de la cultura literaria escrita. Es parte de la evolución humana y es también una tragedia. Hay tantísima comprensión, belleza, arte, placer y artesanía en las conexiones que establecemos con Faulkner o Tólstoi al leerlos… No existen analogías posibles».

One thought on “Philip Roth y algunas verdades de perogrullo”

  • Pues menuda mierda de futuro!. Siempre con la esperanza de llegar a navegar en la literatura desde lo q dice Roth y ahora va y me la roban en nombre del futuro de la humanidad!. Pues no me da la gana!.

Deja una respuesta