Gordon fue uno de los encargados de diseñar la futura política exterior de una posible administración demócrata con Kerry y ha sido uno de los asesores principales en la definición de la política exterior de Obama.
La Casa Blanca anunció hoy el nombramiento de Phili Gordon como nuevo secretario de Estado adjunto para Asuntos Europeos y Eurasiáticos, en sustitución de Matt Bryza, un área en la que posee una amplia experiencia.Gordon es un asociado del Departamento de Asuntos Exteriores de la prestigiosa Institución Brookings de Washington, donde ha trabajado desde el 2000.Con anterioridad, fue director de Asuntos Europeos del Consejo de Seguridad Nacional en el Gobierno del ex presidente Bill Clinton.También ocupó puestos académicos y de investigación en el Instituto Internacional para Estudios Estratégicos en Londres; en el Departamento de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins en Washington; en INSEAD, en Francia y Singapur; y en la Sociedad Alemana para Asuntos Exteriores en Bonn (Alemania).Gordon fue uno de los encargados de diseñar la futura política exterior de una posible administración demócrata con Kerry y ha sido uno de los asesores principales en la definición de la política exterior de Obama. Sus conclusiones sobre la situación de Irak y la política exterior de EE UU la podemos vislumbrar en un libro publicado en 2006 titulado el» fin de la revolución de Bush»:» La «revolucionaria» retórica de la política exterior de la administración Bush no ha sufrido cambios, pero su política real sí: después de socavar la legitimidad de Estados Unidos, quebrar la banca nacional y empantanar al país en una guerra fallida, la doctrina Bush ha chocado contra la realidad y se ha vuelto insostenible. La contrarrevolución podría ser bienvenida y, de ser posible, atesorada».»Si los aliados europeos de Washington, o alguien más, para tal caso, aceptaron la lógica del gobierno fue algo que se pensó poco probable. De acuerdo con el gobierno, un éxito en Irak, del que pocos altos funcionarios dudaron, tendría un gran efecto positivo en Medio Oriente y, en ese punto, los aliados de Estados Unidos comenzarían a subirse a bordo. El liderazgo estadounidense, se pensó, consistía no en una consulta interminable a sus pesimistas aliados para ver qué decían, sino en establecer un curso claro, persistir en él y ganar aliados a través de la victoria más que de la persuasión».»El curso más probable es que la realidad global y los apremios presupuestales continúen forzando a la administración hacia el pragmatismo, la modestia y la cooperación con los aliados».»Las consecuencias de la guerra en Irak — y de otras políticas estadounidenses en temas que van desde Medio Oriente hasta el cambio climático, el trato a prisioneros y la Corte Penal Internacional (CPI) — han hecho estragos en la popularidad de Estados Unidos en el mundo y, por lo tanto, en su capacidad de conseguir el apoyo de los aliados. Lejos de producir la esperada «subida al carro», el ejercicio unilateral del poder por parte de Estados Unidos ha conducido a una hostilidad generalizada hacia la administración Bush y, en muchos casos, al propio Estados Unidos».En una entrevista concedida a El País justo antes de las elecciones presidenciales, siendo asesor de la futura política exterior de Kerry. Definía cuales iban a ser las líneas principales de la política exterior demócrata y sus actores principales que coinciden con los de Obama, Richard Holbrooke y Joseph Biden eran los candidatos a la Secretaria de Estado.Preguntado por la futura política de EE UU hacia Irán el mismo la definía como algo parecido al palo y la zanahoria, situación que curiosamente coincide con la actual política de Obama hacia Irán.»Kerry ha propuesto una especie de «gran trato» para Irán que incluiría asistencia técnica para un programa de uso pacífico de la energía nuclear, a cambio de obtener pruebas de que el país no está fabricando armas nucleares. Mantendría una posición firme respecto a Teherán y pediría el respaldo europeo para aplicar sanciones si se negase a cooperar, pero su método emplearía zanahorias considerables, además de palos más grandes».Un Gobierno de Kerry seguiría apoyando enérgicamente a Israel, adoptando una actitud firme respecto al programa nuclear iraní y negándose a ratificar el tratado de Kioto sobre el cambio climático, y, por supuesto, no podría «desinvadir» Irak. Ahora bien, decir que la única diferencia entre Kerry y Bush consiste en el «estilo» diplomático es no valorar lo suficiente los cambios que se producirían si ganase Kerry.»Las diferencias entre Bush y Kerry son diferencias de raíz entre sus formas de concebir la política exterior. Es verdad que también los demócratas han mostrado tendencias unilateralistas y que los dos candidatos de Kerry a la Secretaría de Estado, el senador Joseph Biden y el ex embajador ante Naciones Unidas Richard Holbrooke, han irritado a los europeos en el pasado. Pero el equipo de Kerry llegaría al poder con mucha más conciencia de la necesidad de colaborar con otros países que la gente de Bush, que sigue negándose a aceptar que un Estados Unidos poderoso necesite hacer concesiones».Un firme defensor de lo que Brezynsly y Joseph S. Nye postularon. Estados Unidos incrementa el poder blando cuando sus políticas parecen legítimas a los demás. El poder duro siempre será crucial en un mundo de estados-nación que protegen su independencia, pero el poder blando se hará cada vez más importante a la hora de enfrentarse a problemas transnacionales para cuya solución es necesaria la cooperación multilateral.Dada las suspicacias iraníes con respecto a Estados Unidos, habría que realizar una sutil diplomacia para convencer a Europa y Rusia de que lanzaran la propuesta, y luego Washington podría sumarse a ella. Dada la escasez de cuestiones sobre las cuales existe estrecho acuerdo entre Estados Unidos, Rusia, Europa y las Naciones Unidas, semejante propuesta ofrece una rara ocasión de alcanzar una solución multilateral sobre un asunto vital.»Con el gran déficit presupuestario, el Ejército empantanado en Irak y la mayoría del mundo en su contra, incluso un Estados Unidos muy poderoso empezaría a sentir las limitaciones de la realidad».