Todo empezó en 2015. Por aquel entonces, un grupo investigador de Pfizer descubrió que uno de los principales medicamentos de la compañía, un antiinflamatorio para la artritis reumatoide llamado Enbrel, podía servir para prevenir y paliar los efectos del Alzheimer.
En concreto, según un informe interno de la compañía, se afirmaba que «Enbrel podría potencialmente prevenir, tratar y retardar la progresión de la enfermedad de Alzheimer de forma segura». Según el informe, el fármaco podría llegar a reducir el riesgo de padecer Alzheimer en un 64%.
No es la primera vez que un medicamento destinado para una enfermedad resulta ser idóneo para tratar otra. La famosa Viagra nació para tratar la hipertensión, pero luego ha acabado sirviendo para combatir la disfunción eréctil.
Sin embargo, para poder certificar de forma segura que el Enbrel sirve para tratar el Alzheimer, el equipo investigador propuso llevar a cabo un ensayo clínico con miles de pacientes que tendría un coste de 80 millones de dólares. Pfizer decidió entonces rechazar llevar a cabo el ensayo, cerrando la vía de investigación para el Enbrel, por el elevado coste que suponía el ensayo.
Para valorar la decisión, hay que recordar que la multinacional norteamericana Pfizer obtuvo en 2018 un total de 11.153 millones de dólares en beneficios netos, según fuentes de la propia empresa. A Pfizer le resultó demasiado costoso dedicar el 0’7% de sus beneficios netos en un año para investigar un medicamento que puede prevenir y paliar los efectos de la enfermedad de demencia más común del planeta.
El Alzheimer es una de las enfermedades más extendidas de la humanidad. Según ADI (Alzheimer’s Disease International), actualmente hay 46 millones de enfermos de Alzheimer en el mundo, el equivalente a la población de toda España. Desde 2015, se descubre un caso cada tres segundos en el planeta. De seguir la tendencia, en 2050 se llegará a los 130 millones de pacientes con Alzheimer.
Pero eso no importa a Pfizer, quien no solo se conformó con no llevar a cabo el ensayo para probar la eficacia del medicamento, sino que además ocultó a todo el mundo la existencia de la investigación que se había llevado a cabo. De tal manera que ninguna otra empresa o gobierno ha podido elegir llevar a cabo la investigación en su lugar.
La razón es simple: aunque Enbrel es propiedad de la compañía, no está protegida con una patente exclusiva. De tal forma que si alguna otra empresa lograse probar que efectivamente funciona para tratar el Alzheimer, tendrían la capacidad de “robarles” el invento y comercializar el medicamento antes que ellos.
Esa es también la razón por la que no se investiga. Al no tener la patente exclusiva, aunque la prueba diese positiva, las ganancias no serían muy altas ya que al no haber patente, se puede generalizar enseguida el producto y reducir inmediatamente su coste a causa de la competencia.
Y es que en el capitalismo, si algo no da ganancia, no se produce. Da igual lo mucho que lo necesite la sociedad; para las farmacéuticas, y para todos los monopolios en general, los negocios siempre van primero.