Sociedad

Pesadilla nórdica en la Ciudad Condal

Hace poco más de un mes que entró en vigor una prohibición más añadida a la legislación «cí­vica» de la Ciudad Condal, la de pasearse desnudo o en bañador. Según la Guardia Urbana 15 personas ya han sido denunciadas. Es casi estúpido solo el comentario de la noticia salvo que queramos reparar en que la polémica normativa cí­vica barcelonesa raya ya la pesadilla nórdica.

Uno de los comonentes que están presente en la exitosa novela negra nórdica, incluido el best-seller de Larsson, es el ejercicio de cirugía que estos autores hacen de la sociedad sueca. Las entrañas de un país aparentemente modélico en los cimientos del Estado del Bienestar, se muestran podridas y asfixiantes para sus ciudadanos. La vida es una molestia que debe ser controlada y articulada por el Estado para poder, en las cloacas de las altas esferas, dar rienda suelta a los excesos de una clase dominante decrépita y parasitaria, en la que conviven políticamente desde la socialdemocracia hasta los restos del nazismo reconvertido al europeísmo. Este proceso de búsqueda de la verdad resulta apasionante y estremecedor, lo que convierte a algunas de estas novelas en iluminadores “ensayos” sociológicos: Las libertades públicas, que son muchas, se han convertido en una cárcel para la sociedad, una prisión en la que el Estado tiene derecho hasta meterse en tu propia cama. En menos de 30 días, cerca de 150 personas han sido “advertidas” por la Guardia Urbana, o policía de proximidad como le gusta llamarla al Ayuntamiento, por su indumentaria o la falta de ella. Dándose casos realmente ridículos, como que los agentes no lleguen a estar seguros de si lo que tal individuo lleva puede considerarse bañador o no, o de cuáles son los límites de la ciudad a partir de los cuales un ciudadano puede quitarse la camiseta sin ser multado. Las multas van de 300 a 500 euros en caso de ir desnudo, y de 120 a 300 si se va solo en bañador. El Ayuntamiento de Barcelona ha repartido 150.000 trípticos informativos. El 2010 se convirtió en el año récord de denuncias, con un total de 118.368. En el 2006 se pusieron más de 70.000 denuncias, en el 2007 y 2008 se superaron las cien mil, y en los últimos dos años han crecido a razón de unas 8.000 por año. Lo curioso es que en su momento la administración se felicitaba de la presencia de la policía en las calles, considerando que el aumento de denuncias se debía a que ahora el 70% de la plantilla de agentes patrullaba las calles. ¿Y dónde estaban antes? La venta ambulante, consumir alcohol en la vía pública, mear en la calle, la pegada de carteles… son las principales razones por las que se han impuesto las multas. Sin embargo la mayoría de denuncias provocadas por las quejas ciudadanas se deben a los ruidos excesivos o peleas callejeras. Ni si quiera la prostitución ha sufrido un incremento de denuncias por parte de los ciudadanos. Cuando el “civismo” pretende ser regulado sobre la base de “la letra con sangre entra”, hay que preguntarse qué es lo que oculta el maestro, a parte del afán recaudatorio. En “un mundo feliz”, la novela de Huxley, se le suministra a la población “soma”, una droga que sustituye la felicidad y los deseos, buscando una sociedad ordenada. Desde luego en Barcelona están prohibidas las drogas, como en el resto de España.

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