¿Penalizados por españoles?

Mientras el gobierno trata de distraer grotescamente a la opinión pública con medidas como el cambio de orden en los apellidos, vendiéndolo como un paso más en la igualdad de género, dos movimientos de signo contrario nos ofrecen luz sobre lo que está ocurriendo de verdad en España.

Hace unos días, el viceresidente del Banco de Santander Alfredo Sáenz se lamentaba de que “nos penalizan por ser españoles”. Y no se refería, desde luego, a su sueldo de 10,2 millones de euros anuales, sino a los crecientes intereses que tienen que pagar bancos y empresas españolas por financiarse en los mercados exteriores. La réplica a la queja la ofrecían en los días siguientes su propio jefe, Emilio Botín, y F. González, presidente del otro gigante financiero, el BBVA. Con apenas horas de diferencia, ambos coincidían en que su estrategia principal para los próximos años consiste en conseguir que el peso de España caiga por debajo del 15% de su volumen global de negocio. Simultáneamente se conocía que un fondo de inversión norteamericano, JC Flowers, ampliaba su oferta de compra, hasta el 49% de las acciones, a Banca Cívica, la nueva entidad resultante de la fusión de Caja Navarra, Caja Canarias y Caja Burgos, que ocupa el séptimo lugar por volumen de activos en el ranking de cajas españolas. ¿Cómo explicar este doble movimiento contradictorio, en el que mientras unos, Santander y BBVA, están ansiosos por reducir sus negocios en España, otros se afanan por ampliarlos? ¿Qué relación guarda con la batalla política que estamos librando en torno a la reducción de un 25% de nuestros salarios y rentas? ¿Cómo y en qué nos afecta a los intereses del 90% de la población? Primas de riesgo: un doble saqueo En apenas dos semanas, la prima de riesgo, es decir, los intereses, que debe pagar España por su deuda ha subido nuevamente un 18%. Pero desde principios de año acumula una subida de más del 250%. Las consecuencias de este incremento usurario de los intereses son dobles. Por un lado, provoca de forma automática un aumento del trasvase de riqueza desde el interior del país, desde las rentas y salarios del 90% de la población, hacia las cuentas de resultados de las grandes oligarquías del planeta y sus entidades financieras, dueñas de la mayor parte de la deuda exterior pública y privada española. Pero un segundo efecto del crecimiento de los intereses es que si los recursos financieros se conseguían antes mediante el endeudamiento, ahora sólo se puede acceder a ellos en gran medida vendiendo a esas mismas oligarquías financieras la propiedad o el control –en todo o en parte– de las propias empresas necesitadas de liquidez. El caso de Banca Cívica es especialmente relevante –ya que de consumarse significaría la ruptura del blindaje que hasta ahora la oligarquía española había mantenido sobre el sistema financiero, una de las principales exigencias del FMI–, pero no es ni mucho menos el único.En los últimos meses, el fondo de inversión británico Partners Capital se ha hecho con el 15% de Abertis, líder europeo y una de las mayores empresas mundiales en gestión de infraestructuras (autopistas, telecomunicaciones, aeropuertos,…), hasta ahora en manos exclusivamente de La Caixa y ACS, la constructora de los March y Florentino Pérez. Agbar, la mayor empresa de distribución de aguas de España, con filiales en Portugal, Chile, Colombia, México o Reino Unido, caía definitivamente bajo el control de la francesa Suez Environnement a comienzos de año. Desde entonces, según su gestores, tiene una orden de compra permanente en el mercado español. Cuatro meses después de su venta, la Agencia Catalana del Agua (un organismo dependiente de la Generalitat) anunciaba que planea subir el recibo del agua en Cataluña un 75% en los próximos 5 años. Aunque estos movimientos de compra son los más conocidos, en realidad sólo son la punta del iceberg. Desde que estalló la crisis en 2007, el capital extranjero ha aumentado en más de un 23% su participación en las grandes empresas españolas del IBEX-35. En la actualidad 40 de cada 100 acciones que cotizan en ese selectivo índice están ya en manos de los inversores extranjeros. Y si descendemos un peldaño, encontramos que gran parte del capital y el mercado de miles de pymes que han quebrado con la crisis han pasado a formar parte de las redes de producción y/o distribución de las grandes multinacionales del sector que operan en nuestro país. Unos que vienen, otros que se van… Pero, ¿por qué este movimiento en el que, como dice la canción, “unos vienen y otros se van”? ¿Es que acaso la clase dominante española no tiene interés en beneficiarse de las rebajas salariales, el recorte de las pensiones o la reducción de gastos sociales que está aplicando Zapatero? Por supuesto que tiene interés y procurará sacar el mayor partido posible de todas y cada una de esas medidas. Pero la cuestión es que no se trata sólo de un problema de intereses, sino sobre todo de correlación de fuerzas, de quién tiene la sartén por el mango, de quién impone este proyecto de rebaja de un 25% de los salarios y quién va a sacar más provecho de él. Lo peculiar de la crisis que vivimos es que se produce en medio de una situación mundial en la que las viejas potencias imperialistas –que durante todo el siglo XX han dominado el mundo y se han apropiado de más de las 4/5 partes de la riqueza global– estaban ya retrocediendo aceleradamente en la distribución del poder económico mundial, aun antes de que se hundiera Wall Street. El estallido de la crisis no ha hecho mas que agudizar y multiplicar la velocidad de este proceso. Y las grandes y viejas potencias capitalistas, impotentes frente al empuje y el avance de las economías emergentes, se revuelven agresivamente ahora contra los países que, como España, dominan política, militar y económicamente para estrujarlos y extraer de ellos una mayor parte de riqueza, tratando de compensar de este modo las pérdidas y el retroceso que sufren en el mercado globalizado. Ellos, EEUU, en primer lugar, y Alemania, a continuación, son la fuerza principal que nos impone –directa o indirectamente a través del FMI o la Comisión europea– los planes de ajuste y los recortes y rebajas. Y por si la llamada de Obama a Zapatero no había dejado suficientemente claro el asunto, el Departamento de Estado de Hillary Clinton filtraba el pasado 13 de octubre un informe oficial en el que, además de confirmar que Obama lleva presionando a Zapatero “desde el pasado mes de mayo”, hacía público que desde entonces, “las visitas casi de incógnito de altos funcionarios de EEUU a la Oficina Económica de Presidencia del Gobierno y al Ministerio de Economía para interesarse por la aplicación de las medidas han sido constantes”. En su proyecto de rebajarnos un 25% los salarios y rentas, ni Washington ni Berlín tienen ninguna intención de distribuirse a partes iguales con la oligarquía española los frutos del saqueo. Si necesitan y exigen empobrecer al 90% de la población española es para apropiarse ellos de la parte principal del botín, no para repartirlo equitativamente con otros “Botines”. Si Santander, BBVA y unos pocos monopolios buscan ahora desesperadamente aumentar su volumen de negocio fuera de nuestras fronteras, es porque saben que el empobrecimiento general al que quieren someternos –al que nos están sometiendo ya– no va a suponer para ellos un aumento significativo de beneficios, sino al contrario, un estancamiento –si no un retroceso– en su negocio en España. Y que el trasvase de riqueza desde las rentas y salarios del 90% de la población no los tiene a ellos, sino a la oligarquía financiera norteamericana y a la burguesía monopolista alemana, como principales beneficiarios. Por eso sus movimientos se dirigen a encontrar nuevas fuentes de negocio y beneficio –mercados emergentes como Brasil, Turquía y Polonia, o viejos mercados no sometidos a un proyecto tan brutal de saqueo, como Inglaterra– y reducir al máximo que puedan el peso de España en su negocio. Esta es la razón de fondo que explica este doble movimiento contradictorio al que estamos asistiendo. No tener claridad acerca de esto es lo mismo que creer que tomando aspirinas estamos combatiendo el cáncer. Estos son los enemigos principales a los que nos enfrentamos. Esta es la envergadura de la batalla que tenemos delante. Y esta es la imperiosa necesidad que tenemos de acumular fuerza política y organizativa para poder hacer frente a sus ataques.

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