Peligros de la dependencia alemana de China

«Alemania tiene que dar las gracias en gran medida a China por su auge económico actual, dada la demanda de la potencia asiática de máquinas-herramienta alemanas y otros productos similares. Sin embargo, muchos industriales alemanes se preguntan cuánto tiempo puede seguir así­ la relación simbiótica, dada la ambición de Beijing de convertirse ella misma en una economí­a de alta tecnologí­a.»

Los líderes de negocios en Alemania están comenzando a inquietarse or el aumento imparable de la industria china. Algunos ya se están preguntando si la conexión supuestamente lucrativa con China se verá convertida en el curso de algunos años en un pacto con el diablo.Alemania, más que la mayoría de países industrializados de Occidente, está vinculando su bienestar económico a la recuperación de China. El comercio con Pekín es el motor más importante detrás de la recuperación alemana actual. China se propone aliarse con Occidente, pero en sus propios términos. Las empresas alemanas están empezando a sentir los efectos de esta política. Por ejemplo, observan con preocupación que hay una tendencia cada vez mayor entre los chinos a demandar de manera imperiosa la divulgación de conocimientos técnicos industriales como pago por el derecho a hacer negocios en China. Están disgustados por el estricto control del país sobre el acceso a materias primas nacionales mientras ellos simultáneamente buscan garantizarse derechos exclusivos de reservas energéticas estratégicas en África y Asia. Y les irrita que China esté tratando los dominios tradicionales de la industria alemana como áreas de negocio estratégicas. (DER SPIEGEL) Alemania. Der Spiegel Los peligros de la dependencia alemana de China Alemania tiene que dar las gracias en gran medida a China por su auge económico actual, dada la demanda de la potencia asiática de máquinas-herramienta alemanas y otros productos similares. Sin embargo, muchos industriales alemanes se preguntan cuánto tiempo puede seguir así la relación simbiótica, dada la ambición de Beijing de convertirse ella misma en una economía de alta tecnología. Es una húmeda tarde del viernes en Pekín, donde la canciller alemana, Angela Merkel está dirigiéndose a una amistosa multitud de 80 estudiantes de la Escuela Central del Partido, la más alta institución del Partido Comunista Chino para la formación de sus funcionarios. En un cartel en la pared detrás de ella se lee: "Bienvenida, Canciller Merkel." Pero ese día Merkel no tenía mucho tiempo para sutilezas. Por supuesto que admira la vitalidad económica del país, dice, y está impresionada por lo rápido que China ha superado la crisis financiera. Pero, añade, también es importante que haga frente a los déficit del país – que luego pasa a enumerar. La protección de China a la propiedad intelectual no sigue los estándares occidentales, dice Merkel. Además, añade, las compañías chinas tienen la mala costumbre de copiar los conocimientos técnicos de sus socios alemanes. Al final de su discurso, la canciller alemán lanza a la futura élite del Partido Comunista de China unas cuantas lecciones de democracia. En este momento hay cinco partidos en el parlamento alemán, dice ella, y aunque esto puede ser molesto a veces, también es productivo, ya que el sistema multipartidista asegura que todos los temas y todas las causas se hagan oír. "Por eso nos preguntamos: ¿Puede un solo partido lograr tanto como cinco partidos logran en nuestro país?" Las palabras abiertas de Merkel en el corazón de una dictadura de partido único es un claro ejemplo de lo que la canciller –dejando a un lado las sutilezas diplomáticas– siente sobre el socio comercial de Alemania en el Este en Asia. Ella es muy consciente de las oportunidades en el mercado más grande del mundo, que alberga a 1.300 millones de personas. Pero Merkel también sabe que los líderes de negocios en Alemania están comenzando a inquietarse por el aumento imparable de la industria china. Algunos ya se están preguntando si la conexión supuestamente lucrativa con China se verá convertida en el curso de algunos años en un pacto con el diablo. Dependencia mutua Alemania, más que la mayoría de países industrializados de Occidente, está vinculando su bienestar económico a la recuperación de China. El comercio con Pekín es el motor más importante detrás de la recuperación alemana actual. También explica por qué los economistas también prevén un futuro brillante para la economía alemana a medio plazo. Con sus coches de gama alta, máquinas herramienta y turbinas de centrales eléctricas, la industria alemana ofrece precisamente los productos de los que el gigante de Asia oriental tiene grandes deseos o necesidades. Pero el jubiloso estado de ánimo en los gigantes industriales alemanes como Siemens y BASF ha estado un tanto empañado por cuestiones preocupantes. ¿Cuál es el significado de que los chinos comiencen a competir cada vez más en mercados de alta tecnología? ¿Cuáles serán las consecuencias si el destino de sectores industriales enteros se decide en los despachos de la burocracia del partido de Pekín en el futuro? ¿Y qué pasa si el crecimiento en China resulta ser una ilusión? El gobierno de Beijing, utilizando las herramientas de una economía controlada por el Estado, ya está tratando de evitar que la burbuja que reviente próximamente sea su gran mercado inmobiliario. "Soy consciente de que una parte creciente de la empresa depende de este país", dice Dieter Zetsche, presidente de la automotriz alemana Daimler. Y esa relación de dependencia se aplica tanto para lo bueno como para lo malo. Sin interés por los Derechos Humanos A finales de la semana pasada, la organización de derechos humanos Südwind reveló que empresas alemanas como Aldi, Adidas y Metro, así como sus proveedores en la República Popular, tienen algunos de los peores registros en lo que respecta a las horas extraordinarias y la explotación de los trabajadores. Pero los líderes de estas y otras empresas prestan poca atención a tales acusaciones. Tampoco están interesados en el hecho de que China siga encarcelando a cientos de miles de críticos del régimen en campos de reeducación. Pero lo que realmente mantiene en vilo a los jefes de las empresas alemanas es el temor que ellos mismos podrían ser eventualmente víctimas de la política del poder chino. Pekín tiende a reaccionar con gran sensibilidad a cualquier tipo de crítica, lo que demostró una vez más la semana pasada, cuando el Departamento de Defensa de Estados Unidos emitió un informe que concluye que China está llevando a cabo una estrategia militar expansionista en Asia. La prensa estatal china rechazó de inmediato el informe como "agresivo". Beijing fue igualmente reacio a aceptar las nuevas estadísticas que indican que China superará a Japón este año como la segunda economía más grande del mundo. El liderazgo chino anunció que la noticia no debe llevar a nadie a la conclusión de que el país debe perder su condición de país en desarrollo – un estado que permite a Pekín extraer beneficios financieros. En sus propios términos China se propone aliarse con Occidente, pero en sus propios términos. Las empresas alemanas están empezando a sentir los efectos de esta política. Por ejemplo, observan con preocupación que hay una tendencia cada vez mayor entre los chinos a demandar de manera imperiosa la divulgación de conocimientos técnicos industriales como pago por el derecho a hacer negocios en China. Están disgustados por el estricto control del país sobre el acceso a materias primas nacionales mientras ellos simultáneamente buscan garantizarse derechos exclusivos de reservas energéticas estratégicas en África y Asia. Y les irrita que China esté tratando los dominios tradicionales de la industria alemana como áreas de negocio estratégicas. Algunos empresarios y ejecutivos alemanes consideran un eufemismo cortés del ministro de Economía alemán Rainer Brüderle quejarse de que China es "un socio no siempre fácil". Y algunos expertos predicen que incluso la conexión asiática de Alemania con China podría provocar la desaparición a largo plazo de muchos iconos de la industria alemana. Advierten que las empresas alemanas que aceptan ir del brazo de China podrían encontrarse rápidamente con que les aprietan demasiado fuerte para su propio bien. Hacer negocios en China ya ha provocado cambios profundos en las empresas alemanas. Algunas empresas pequeñas y medianas –el famosos Mittelstand de Alemani – ya hacen más de la mitad de sus negocios en Asia oriental, y el número de empresas conjuntas chino-alemanas sigue creciendo. Dirigentes chinos se han colocado ya en las filas de la alta dirección en una serie de empresas alemanas. Apenas no hay una sociedad que cotice entre los blue-chips de Alemania del índice DAX que no haya absorbido una parte de la República Popular – o quizá sea al revés. Una simbiosis arriesgada Las contradicciones se han deslizado incluso a la retórica de los líderes corporativos. Cuando los altos ejecutivos alemanes se encuentran en Beijing o Shangai, no tienen más que alabanzas para el país. Pero en el momento que vuelven a Munich o Düsseldorf, se quejan sobre el espionaje industrial y encargan a sus servicios de personal que eviten a toda costa la contratación de personal chino. La relación entre Alemania y China está comenzando a adquirir una dimensión que podría ejercer un impacto similar en el orden económico mundial a la relación entre Estados Unidos y China. La simbiosis industrial entre los dos países ofrece enormes oportunidades y conlleva un riesgo tremendo, tanto es así que son pocas las empresas alemanas que puedan escapar a su atracción. En un momento en que la economía de EEUU está en crisis y Europa lanza más y más programas de austeridad, empresas que van desde multinacionales hasta pequeñas industrias enfrentan un difícil dilema: China o muerte. "China es nuestra salvación" Martin Herrenknecht no lo diría exactamente así, sin embargo. Él tiene una visión más benévola de la situación. "China es nuestra salvación", dice Herrenknecht, propietario de una empresa del mismo nombre, que construye grandes tuneladoras. "Sin China, nunca habríamos superado la crisis como lo hicimos". Herrenknecht está sentado en una sala de conferencias en la sede de su empresa en Schwanau, en el suroeste de Alemania. Fotos de máquinas de perforación para taladrar agujeros de dimensiones gigantescas en la tierra cuelgan de las paredes. Un folleto que contiene brillantes datos clave de su empresa está sobre la mesa. De acuerdo con estas cifras, la producción total de la empresa sólo se redujo en un 6 por ciento en 2009, en lo más álgido de la crisis. Facturó 866 millones de euros (cerca de 1.100 millones de dólares) en ventas en 2009, con un 25% de los ingresos procedentes de Asia. "China, China, China", dice el empresario de pelo blanco. "El país es increíblemente dinámico." Velocidad de vértigo La razón principal que Herrenknecht encuentra al dinamismo chino es que constantemente están cavando túneles – túneles grandes, pequeños túneles, túneles de gran longitud, túneles cortos. Herrenknecht recibió 19 pedidos de túneles de metro y siete órdenes para túneles de ferrocarril de China el año pasado. Él está en el proceso de firmar su último acuerdo. Si todo va bien, volará a Beijing en los próximos días. Viaja a China una vez cada dos meses. Su empresa cuenta con nueve centros en el país, con un total de 500 empleados. Herrenknecht todavía produce equipos electrónicos e hidráulicos en su planta principal en Schwanau, pero las ventas nacionales no han sido suficientes para mantener el operativo funcionando a plena capacidad en los últimos años. "Si usted quiere completar un proyecto de construcción aquí, lo va a tener siempre", dice el empresario. "En China, por otra parte, es difícil mantenerse al día con la velocidad vertiginosa de la construcción del metro". Muchos empresarios alemanes comparten la experiencia de Herrenknecht. El rápido crecimiento de la economía China parece tener una sed casi insaciable de productos de fabricación alemana. Aunque otros países de la Unión Europea siguen representando las dos terceras partes de los más de 800 mil millones de euros en exportaciones anuales, ningún otro segmento del comercio exterior alemán está creciendo tan rápidamente como el mercado chino. Las exportaciones a China se incrementaron en casi un 60% este año. Las empresas y los consumidores chinos están ayudando a garantizar que la economía alemana crece a un ritmo que casi rivaliza con las economías de Asia oriental. En el segundo trimestre, el PIB de Alemania creció en una cantidad que corresponde a un aumento anual del 4%, casi la mitad que China. Pero los alemanes no sólo se benefician de un euro débil. También han sido más hábiles para ajustarse a las condiciones de los mercados globales que otros países europeos. Los presidentes ejecutivos de empresas en ciudades como Düsseldorf, Frankfurt y Stuttgart han racionalizado sus organizaciones para ser más flexibles y constantemente idean nuevos productos, mientras que los sindicatos también han jugado su papel, al aceptar sólo modestos incrementos salariales. Esto ha conducido a una disminución de los costes laborales unitarios, un indicador importante de la competitividad de una economía. Los productos alemanes mantuvieron su alta calidad, pero se abarataron, lo que no hizo daño a su ya fuerte reputación en los mercados mundiales. Todo lo que necesita una economía en crecimiento La economía alemana también ofrece una amplia gama de productos. Sus empresas pueden ofrecer casi cualquier cosa que necesita una economía en crecimiento para salir adelante, desde máquinas herramientas a productos químicos a medida para las plantas industriales. Las empresas alemanas también se benefician más que la mayoría de un programa de infraestructura de 400.000 millones de euros que el gobierno del primer ministro chino, Wen Jiabao, lanzó para ayudar a estimular la economía. A diferencia de otros países occidentales como Gran Bretaña, por ejemplo, Alemania nunca permitió que su base industrial se deteriorara – una estrategia que ahora está dando sus frutos. Otra de las ventajas que tienen las empresas alemanas es que se internacionalizaron desde el principio. La mayoría de propietarios de pequeñas y medianas empresas ya estaban hace una o dos décadas buscando en el extranjero para vender sus productos o producir piezas para abastecer a sus plantas en el país. "Para aquellos que han estado activos en Europa Central y Oriental en los últimos 20 años, el paso a China no es un salto tan grande", dice Axel Nitschke, jefe de negocios exteriores de la Asociación Alemana de Cámaras de Industria y Comercio (DIHK ). La creciente demanda de bienes de consumo alemanes En la actualidad, Alemania no sólo suministra bienes de capital para el desarrollo de la industria china. A medida que la clase alta de China se vuelve más rica, hay una creciente demanda de bienes de consumo, incluidos automóviles de lujo hechos por casas como Mercedes, BMW y Audi, cocinas de gama alta y zapatos caros. Incluso los animales de peluche alemán están encontrando su camino hacia oriente. Los chinos, los mayores exportadores del mundo de juguetes, tienen ganas de osos de peluche y conejos rellenos realizados por el legendario fabricante alemán de juguetes Steiff. Irónicamente, por razones de calidad Steiff se llevó parte de su producción china a Europa. Si los alemanes siguen por este camino, la relación simbiótica podría continuar indefinidamente. Por un lado, los chinos exportan camisetas y zapatos deportivos, televisores de pantalla plana y reproductores de CD a Alemania. A cambio, la industria alemana vende sus productos de alta tecnología –automóviles, aeronaves, ferrocarriles y máquinas– a China. Y dado que el país es tan grande y gran parte de su territorio está todavía poco desarrollado, especialmente en las provincias occidentales rurales, esta división que beneficia la existencia de una mano de obra barata podría continuar por años, generando tasas de crecimiento consistentemente altas y beneficiando a la industria alemana. Suena bonito, pero no va a suceder. China ha estado aumentando durante las últimas tres décadas, a menudo creciendo a un ritmo de dos dígitos. Pero las leyes del capitalismo también se aplican a la variedad de capitalismo controlado por el Estado. Cuanto más largo el período de crecimiento, más probable es que la economía experimente un retroceso. Signos del Crunch que se avecina Aunque todavía se prevé que la economía china crecerá un 10 por ciento este año, cada vez hay más indicios de que el rápido repunte está perdiendo impulso. El banco central de China recortó drásticamente los préstamos hace meses. En muchas fábricas, los trabajadores han logrado aumentos significativos de sueldo después del repunte de huelgas y protestas en los últimos meses. Los expertos también destacan que el mercado de bienes raíces está peligrosamente recalentado. En los últimos años, el aumento de los precios inmobiliarios en las grandes ciudades ha superado de manera significativa el crecimiento de los ingresos. Hace unas semanas, el economista norteamericano Kenneth Rogoff advirtió de los inicios de un "colapso inmobiliario ", que podría llevar a la quiebra de bancos, una crisis crediticia y una fuerte disminución en el crecimiento. Esto tendría consecuencias fatales para Alemania. Volkswagen, por ejemplo, ahora vende casi uno de cada cuatro de sus coches en China. Si disminuye el crecimiento de China de forma pronunciada, el fabricante de automóviles con base en Wolfsburg sufriría pérdidas en todo el mundo. Marchando a la vanguardia Los alemanes temen que a medida que los chinos se vuelvan más ricos, ya no estarán satisfechos con su papel de productor de bajos salarios. China ya está desarrollando la industria automovilística y aeronáutica, la fabricación de trenes de alta velocidad y la creación de fábricas de productos químicos que fácilmente podrían poner en cuestión el estatus mundial de los fabricantes alemanes. Pero Pekín no sólo está interesado en alcanzar a las empresas en Alemania, que siguen siendo superiores a sus competidores chinos. Además, su objetivo es superar tecnológicamente a Alemania. Los líderes chinos del Partido Comunista quieren convertirse en los productores del mundo por excelencia de los coches del futuro: los vehículos híbridos y eléctricos. Quieren fabricar aviones que consuman menos queroseno que los modelos comparables realizadas por Airbus, y plantas de energía con menores emisiones de CO2 que las de sus rivales occidentales. En un sector orientado hacia el futuro, la industria solar, el país ya ha logrado desbancar al principal productor, una empresa alemana. Generosos subsidios Hace unos años, empresas como Siemens y Sharp todavía estaban muy por delante en términos de producción de células solares. Alemania, en particular, está haciendo todo lo posible por lograr un primer lugar en la producción de sistemas fotovoltaicos. El consenso, tanto entre la opinión pública en general como entre los políticos, fue que la energía solar era una industria importante para el futuro. Esto llevó a generosos subsidios para la energía solar en Alemania. Los alemanes que montan paneles solares en su techo tienen garantizado el pago de las tarifas de la electricidad que producen y que alimentan a la red. Los expertos estiman que los consumidores alemanes pagarán 14.000 millones de euros menos durante los próximos 20 años por los módulos solares instalados sólo en 2009. La industria solar interna supuestamente se beneficia de esta bonanza. Pero eso es sólo una parte de la verdad, porque una porción significativa del dinero ahora se va directamente a China. Incluso los principales fabricantes alemanes de sistemas solares ya están en silencio instalando paneles solares de fabricación china. Beijing ha promovido el desarrollo de esta industria orientada hacia el futuro más que cualquier otro país del mundo. El gobierno subvenciona la investigación en tecnología solar, y las empresas tienen grandes planes de producción de módulos solares. Hoy, cuatro de los 10 mayores productores mundiales son de China, mientras ni una sola empresa alemana está entre estos 10 primeros. Y mientras la cuota exportadora de los grandes proveedores de energía solar de Alemania sigue disminuyendo, la china está en constante expansión. Esto es en parte porque los productos fabricados en China son más baratos. Los fabricantes alemanes de células solares ahora cobran un promedio de 1,60 euros por vatio, mientras que los chinos venden sus componentes de silicio por unos 1,30 euros por vatio. Y los expertos esperan que el precio caiga por debajo de € 1 este año. DER SPIEGEL. 27-8-2010

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