La agencia se plantea utilizar transbordadores chinos

¿Pekí­n? -Tenemos un problema-

Un signo de los tiempos que corren, donde al declive de una superpotencia se contrapone el ascenso de las potencias asiáticas, capitaneadas por China: Washington se plantea colaborar con su principal rival geoestratégica, Pekí­n, en la carrera espacial.

La semana asada, la NASA presentaba a la opinión pública su próxima generación de vehículo espacial capaz de llevar al hombre de vuelta a la Luna. El `Orion´ está basado en las cápsulas Apollo de hace 4 años, y forman parte del transbordador `Constellation´. Pero a la NASA también le afecta la crisis. El Programa Constellation tiene como objetivo recuperar la exploración humana de la Luna (prevista para 2020) y de futuros destinos en el Sistema Solar. Además de la cápsula Orion, comprende los cohetes Ares I y V y el módulo Altair de alunizaje. El proyecto está en cuestión después del cataclismo financiero de septiembre, ya que las necesidades del endeudado Estado norteamericano pueden terminar desviando los fondos a otra parte antes que al costosísimo programa espacial. El proyecto Constellation tiene como fecha de construcción el 2015, y el transbordador actual en uso, el Discovery, se jubila el año que viene, en 2010. ¿Qué hacer en esos cinco años?. John Holdren, asesor científico del presidente Obama, suple las funciones del director de la NASA, puesto que sigue vacante después del cese de Michael Griffin hace un mes. Holdren es partidario de recurrir a naves chinas –además de a las rusas- para trasladar astronautas a la Estación Espacial Internacional. "Creo que es posible, en principio, llegar al suficiente grado de confianza en los chinos", declaró el asesor. Las misiones chinas, a bordo de las naves Shenzhou, parecidas a las Soyuz, han realizado tres estancias orbitales tripuladas de corta duración, pero no han demostrado aún capacidad de atracar con éxito en la Estación Espacial Internacional, maniobra de gran complejidad técnica.Para las grandes potencias la carrera espacial no son un despliegue caprichoso, ni tampoco –principalmente- un elemento propagandístico de su poderío. Se trata, ante todo, de una carrera tecnológica de alto nivel, donde los avances científicos y técnicos son aplicados a la producción industrial o a los avances militares. Por eso, el hecho de que EEUU se plantee –ahora que su estabilidad financiera depende en gran parte de la decisión china de sostener su economía- colaborar con Pekín tiene una honda significación. No sólo constata las dificultades económicas de la superpotencia para desarrollar el programa espacial en solitario, sino que su principal rival geoestratégico, China, aunque todavía está lejos de su nivel, no lo está tanto como para no estar en condiciones de ponérsele a la par en algunos planos de la tecnología espacial.

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