SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Partidos estrafalarios

El mensaje que están lanzando en nuestro país, implícito o explícito, determinados centros de poder formadores de opinión se puede sintetizar así: fuera del bipartidismo, no hay salvación. De ahí eso de “partidos estrafalarios”, Rajoy “dixit”.

La institucionalidad implantada por una transición pilotada por las élites internas con gran apoyo desde fuera y que buscó ceder en lo accesorio para mantener lo principal, se concretó en una Constitución regida por el principio sacrosanto de la “gobernabilidad del país”, basado en una ley electoral que buscaba asegurar la misma a través de un bipartidismo con añadido de prebendas nacionalistas “para integrarlos”. En suma, una especie de nueva Restauración con turnos entre moderados y progresistas.

A lo largo de estos años se ha ido estructurando un bloque histórico, hegemónico, integrado por las élites económicas, financieras e intelectuales, medios de opinión poseídos o influidos por esas élites y los dos partidos políticos mayoritarios, PSOE y PP. Lógicamente a veces han existido y existen contradicciones entre ellos, sobre todo en épocas de crisis como la actual , pero en lo esencial están de acuerdo en una cosa: evitar la aparición en escena de “gente nueva”: o bien partidos nuevos o menores hasta entonces o bien nuevas formas de expresión y de propuestas. Ante todo, mantener el “statu quo” con pequeñas concesiones.

Todo parece ir bien hasta que estalla la actual crisis que es un torpedo a la línea de flotación de ese sistema y de su bloque hegemónico. La miseria económica, social y moral, los enormes sacrificios desigualmente repartidos, la pobreza creciente, la pérdida de confianza en los dirigentes y su rechazo están ahí y son fáciles de ver. Aunque más difíciles de entender en su complejidad integral por el hombre de la calle. Prueba de ello es que culpa de sus males casi exclusivamente a la “clase política”. Olvida que esa “clase” es un elemento más de ese bloque y seguramente el menos importante para la reproducción de la dominación.

El campo político está sembrado de minas para evitar esos nuevos actores. Como última barrera, una ley electoral que favorece directa y descaradamente ese bipartidismo y por tanto al bloque. La prueba es que nadie está dispuesto a cambiarla, salvo quizá retoques mínimos. Pero la actual crisis europea y española está posibilitando cambios profundos, todos ellos con una similar tendencia como es la creciente bancarrota del bipartidismo. Por una razón muy sencilla aunque difícil de entender para los integrantes del bloque: la ciudadanía está harta y busca nuevas respuestas en las que tienen un papel destacado el rechazo, la anomia y la abstención. Como lo tiene el rápido crecimiento en las encuestas de partidos como IU y UPyD. Sin duda que esta respuesta es mucho mejor para la democracia que otras claramente antisistema como Amanecer Dorado en Grecia o los “Grillini” y Berlusconi en Italia. Posibilidad no descartable en nuestro panorama. Por su parte, los movimientos asamblearios tipo 15M y similares cumplen bien su rol de agitadores pero mueren de éxito al llegar el momento de o bien desaparecer por cansancio o bien integrarse en o transformarse en partido político. Al menos hasta que se inventen otras fórmulas, algo que parece difícil y, en cualquier caso, lejano.

Hubo un chiste antológico de Chumy Chúmez en épocas de la transición. Un orador se dirigía en un mitin al público y decía:”Tenéis que elegir, nosotros o el caos”. Y ante la respuesta unánime “El caos”, el mitinero respondía “Da igual, somos nosotros”. Adivine el lector quien es hoy ese orador.

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