El PNV ha puesto el grito en el cielo ante la cesión Eusko Alkartasuna de la alcaldía de Busturia a ANV, en virtud de un pacto electoral alcanzado tras las últimas municipales. El PNV pretendía recuperar la alcaldía mediante una moción similar a la realizada en Azpeitia, impidiendo el traspaso de poderes a ANV. Pero cuanto más indignado se muestra el PNV ante el hecho de que el poder municipal pase a una organización del entorno de ETA, más hipócritas aparecen sus gritos. Busturia es una de esas parrokio-kavernas en que han transformado muchos pueblos los caciques del nacionalismo étnico. Donde siquiera votar a una formación no nacionalista es una heroicidad. Esta es una de las principales bases de poder, no ya del entorno de ETA, sino del mismo PNV.
El PNV fue, con el 35,83% de los sufragios, la fuerza más votada en Busturia en las municiales de 2007. Sabin Etxea reclama a EA que cumpla el acuerdo entre ambas formaciones, según el cual apoyarían mutuamente a la lista más votada. EA incumplió ese acuerdo en Busturia, pactando con ANV la alternancia –durante año y medio EA ostentaría la alcaldía, y transcurrido ese tiempo pasaría a ANV-.¿Pero qué condiciones permiten al PNV haberse erigido, en todas las elecciones, como la primera fuerza política?Busturia es un pequeño pueblo vizcaíno con un censo de 1117 posibles votantes. En Busturia, las fuerzas nacionalistas (PNV, EA y ANV) suman el 92,5% de los votos, mientras que la suma de PSE-EE, PP y EB apenas alcanza el 6,5%. Datos que contrastan poderosamente con los resultados de Bilbao, donde las listas del nacionalismo (PNV y EA) sólo conquistaron el 40,72% de los votos, mientras que las candidaturas no nacionalistas (PSE-EE, PP y EB) acapararon el 48,36%.Busturia es una auténtica parrokio-kaverna, controlada por los caciques locales del nacionalismo étnico (los dirigentes del PNV y EA, el cura seguidor de Setién y las fuerzas de choque del entorno de ETA), que imponen con absoluta impunidad una dictadura del terror donde salirse del guión etnicista se paga muy caro.Mientras que en grandes ciudades como Bilbao existe un grado de libertad mucho mayor, que permite a los ciudadanos y votantes discrepar con el nacionalismo étnico.Los escandalosos porcentajes de Busturia no son una excepción. En las once principales ciudades vascas, que agrupan el 57% del censo, el voto no nacionalista es mayoritario. Pero, cuando la población es menor de 20.000 habitantes, el mando pasa al voto nacionalista, que alcanza proporciones del 80% en las aldeas de menos de 500 habitantes. Muchos de estos pequeños son auténticos feudos hegemonizados por el terror. En Ajangiz, Arratzatu o Arrieta, sólo un ciudadano se atrevió a votar a listas no nacionalistas, En Arakaldo, Aulesti o Elantxobe no pudo encontrarse ninguno. Votar a PP o PSE-EE en estos pueblos de 500, 300 ó 200 habitantes, es una auténtica heroicidad que conlleva ser señalado por el entorno del terror.Es este mundo rural dominado por el nacionalismo étnico, una especie de Arcadia sabiniana agusanada, la base principal de votos del PNV –sobrevalorada en su representación en las autonómicas-.Busturia es uno de los ejemplos de esas parrokio-kavernas que el PNV tanto ha cultivado, y de las que tanto se ha beneficiado.