A duras penas pueden ocultar la magnitud de la crisis económica y sus nefastas consecuencias para los trabajadores, pero desde luego se siguen esmerando en aplicar una grosera capa de maquillaje estadístico. El Ministerio de Trabajo, dirigido manu militari por Celestino Corbacho, ha eliminado de las listas oficiales del paro a 450.000 desempleados mediante el ingenioso arte de la nomenclatura burocrática.
Hay que aclarar que el invento no es de Corbacho, sino de su antecesor en la cartera, Jesús Caldera, un ministro menos agrio y más ingenioso. El año asado, en vísperas de las generales, Caldera cambió el método de cómputo del desempleo, que ya por entonces mostraba una curva ascendente. Un par de denominaciones nuevas y listo el maquillaje. Desde entonces a los desempleados que se les ocurra apuntarse a un cursillo de formación del INEM han sido enunciados como «Demandantes de Empleo No Ocupados» (DENOS), y ya no son parados tal cual. Son 266.132 personas en España que no han contado en el último cómputo de Corbacho, que tampoco es que haya hecho nada por desfacer el entuerto.Pero si al solicitar un empleo, los desocupados se ponen tiquismiquis e «indican en su solicitud condiciones especiales de trabajo», tampoco se les considera exactamente parados, y se les cuelga el letrero de desempleados «con disponibilidad limitada» o con «demanda de empleo específica». Son 182.203 personas. No sean malpensados, que el Ministerio busca afinar.Pero si ustedes se empeñan en desdecir al Gobierno, sumen las dos categorías a los parados reconocidos oficialmente. Obtendrán la cifra de 4.093.215 personas, el número de trabajadores que busca trabajo porque no lo tiene. No sé si es legal, pero yo los denominaría «parados», ¿no?.